“A veces, la luz más hermosa no nace del día… sino de un instante que no sabías que estabas a punto de perder.”
***
Después de terminar los deberes con Leah. «Deberes», se burla mi mente. Las risas de la tarde aún flotaban en el aire de mi habitación y una sonrisa se me escapa. Leah se había ido hace unos minutos a su casa a cambiarse, prometiendo volver para ir juntos a la fiesta. Su esencia todavía estaba en cada rincón, una huella de la tarde perfecta que acababa de terminar.
—¿Qué han estado haciendo tú y Leah Lux toda la tarde? —pregunta Lizzie, con una sonrisa tan descaradamente maliciosa que podría haber sido entrenada por el mismo cupido.
—¡¿Qué?! —me sobresalto, las mejillas me arden, y me cubro el rostro con las manos—. No hicimos nada, solo los deberes de la universidad.
—Ohm “deberes” … —dice, arrastrando las palabras con burla—. Así le llamamos ahora…
—¡Ay, cállate Lizzie! Soy la maldita Virgen María —le digo, sintiendo el calor hasta en las orejas, deseando desaparecer entre mis propias manos encendidas
—¡Oh, por favor, María! Perdónala por llamarte maldita. —dramatiza Lizzie, mirando al techo con expresión piadosa, mientras se persigna con exageración. —Pero en serio, Aislinn, no me creo que no te lo haya pedido ya.
—Lo hizo… hace un mes. Pero le dije que no estoy lista para eso… y él es tan increíble que no me presiona, y esa es la razón por la que lo amo aún más.
¿Tú y Evan… ya? Liz baja la mirada, y luego, haciendo un puchero adorable, murmura: —También soy doña María… —y vuelve a persignarse como si el mundo necesitara un segundo intento de santidad. Me echo a reír con fuerza, esa risa que solo Liz puede sacarme.
—Supongo que aún no es el momento. Cuando estemos listas, sucederá. Además, ¿por qué apresurarse? Las estrellas también toman su tiempo para brillar.
—Sí, sí… ya, romántica —suelta, sacudiendo la cabeza—. Ahora a terminar de arreglarnos, los chicos están por llegar y este tema me frustra más que el final de mi serie favorita.
El timbre suena, y Lizzie, más emocionada que una niña en navidad, corre a abrir.
Me levanto del mueble, aliso mi vestido y camino hacia la puerta. Y cuando mis ojos se posan en él… el mundo se detiene.
Leah está parado ahí, bajo la luna, vestido de noche y con su aura intacta. La luz plateada besa su cabello dorado y sus ojos verdes brillan con un fulgor que me desarma. Si mis ojos fueran cámara, este sería el disparo eterno. Pero como no lo son, lo fotografío con el corazón. Me acerco. Lo abrazo. Lo beso.
No me importa que estén Lizzie y Evan ahí. En ese instante, solo existimos él y yo. Su pecho y el mío, dos constelaciones en colisión lenta y perfecta.
—Te ves radiante… y muy besable —le murmuro, con una sonrisa que me nace desde los latidos. —Eres tú quien irradia mi mundo —responde, con esa voz suave que sabe exactamente cómo tocar mi alma. Me acaricia el rostro, y me besa. Un carraspeo rompe el hechizo. Lizzie y Evan nos miran, entre risas y complicidad.
—¡Ya vámonos, par de melosos! —exclama Liz, con teatralidad. Me separo de Leah, él extiende su mano y la tomo. Nuestros dedos se entrelazan como ramas de un mismo destino. Y salimos.
Llegamos al BoomDay, sumergidos en luces que parecen flotar, en música que late y en aromas de juventud. Todo vibra, todo respira deseo de vivir. Nos dirigimos a la barra. Leah pide whisky, yo una copa de vino tinto. Lizzie y Evan están a un lado, besándose como si el mundo fuera suyo. Me gusta cómo se ven… tan vivos.
—No mires a nadie más que a mí —dice Leah, girándome con suavidad hacia él, sujetando mi cintura como si el universo estuviera contenido en mi silueta.
—Yo solo a ti es a quien miro —respondo, dejando que mis brazos se acomoden sobre sus hombros, como si fuesen cuerdas que me atan a lo único que importa.
—Bien… porque tú eres el único camino que quiero seguir, Aislinn. Solo por ti brillo… y eres la única con el poder de apagarme. Su frente roza la mía. Su aliento me envuelve. Y me besa… como si no existiera un mañana.
Bailamos. Y mientras giro sobre sus brazos, con sus ojos fijos en mí y mis latidos hechos eco de su aliento, una extraña sensación de que el tiempo se detiene me invade. No sé por qué, pero me aferro más a él, como si deseara que este momento no terminara nunca.
Porque no sabía que, en ese instante, en medio de la música y la euforia, estábamos bailando nuestra despedida. Nuestro último baile. El que viviría para siempre en el rincón más hermoso y, a la vez, más doloroso de mi memoria.
“La eternidad a veces solo cabe en un beso… y el amor, en un baile que jamás volverá.”
***
#156 en Fantasía
#112 en Personajes sobrenaturales
#17 en Paranormal
#8 en Mística
vampiros lobos mates amor odio crueldad, romance tragedia y fantasia, destino reencuentro amor
Editado: 22.08.2025