Enya: En busca del destino | Serie: Destino Sobrenatural.

Capítulo 21.

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"El destino no es un azar... es el universo abriendo una herida turbulenta para que dos almas que se pertenecen se reencuentren. Pero también sé que ese encuentro fue solo el comienzo del verdadero dolor”

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KENRICK FAO

Estoy en mi despacho, en el pico de un placer que me arrastra al vacío, cuando de pronto, un aroma. No es un perfume, es un susurro antiguo que me detiene en seco: miel y vainilla, una dulzura salvaje y prohibida que no debería estar aquí. Mi mundo se paraliza.

—¡Nuestra nodum! —grita Lucas, mi lobo, con una voz que es un eco de mil años de espera—. ¡Es ella! ¡Está aquí, Kenrick!

—Eso no es posible, ¿cómo puede estar en la mansión? —mi mente se resiste, pero mi cuerpo ya se enciende.

—¡Solo muévete, maldita sea! —gruñe desesperado—. ¡Ve por nuestra mujer!

No pienso. Mi cuerpo reacciona antes que mi mente. Me quito a Trisha de encima como si fuera una plaga. Busco mis bóxers y me los subo, mis ojos ya escaneando la habitación, buscando los pantalones, las botas. Me los pongo como puedo, un desorden caótico de ropa y furia. Mi corazón late en un ritmo que no conocía: urgencia, necesidad, deseo, miedo.

Salgo ignorando a Trisha, que ya me habla, su voz un eco lejano. Mis pasos resuenan como golpes en la piedra. Mi alma grita por verla. Lucas no se calla: —¡Es ella! ¡Es ella!

Estoy caminando por el pasillo cuando veo a mi beta gruñéndole a una chica que está de espaldas. Lucas toma el control, y un gruñido profundo, un rugido que viene del alma, resuena en el pasillo, captando la atención de Ludovic.

AISLINN ENYA DEMBROT

El fuerte grito resuena, un eco de propiedad que se clava en mis oídos. Un escalofrío helado recorre toda mi espalda. Veo cómo Ludovic se tensa, aferrándose a Lizzie, su cuerpo un escudo, y mira fijamente a la persona que ha liberado ese grito.

Giro lentamente, mi alma guiada por la mirada de pánico del rubio. Mis ojos se estrellan con los de él, dos abismos negros y profundos que me observan fijamente. Me escanea como si fuese lo único real en este mundo.

Lo miro y mi mente, mi última defensa, estudia su aspecto: cabello del mismo color que sus ojos, un tanto desaliñado, como si la mano de una tormenta lo hubiera acariciado. Piel bronceada. Pestañas largas que le dan una profundidad perturbadora, y su estatura es unos centímetros más alta que la de Ludovic. Su torso, bien marcado, está adornado con un tatuaje del ciclo lunar bajo su pecho. Lleva pantalones negros, pero el cierre y la bragueta están sin abrochar.

Mi subconsciente suelta un "descarado". Me toma segundos darme cuenta de que acaba de salir de la cama de alguien.

Mi estudio es interrumpido por el sonido de su voz.

—Es mía —vuelve a decir, las palabras un susurro que es también un rugido, dirigiendo su mirada al rubio.

—Al… Alfa… no sabía que era nuestra luna —dice Ludovic, mirándome. Liz me da esa mirada de "estamos jodidas".

—Tú… eres… mía —dice el tipo, ahora dirigiéndose a mí. Su voz es una orden que no puedo obedecer. Da un paso en mi dirección. Involuntariamente, mi cuerpo responde, pero dando un paso hacia atrás.

Mi mirada se desvía del tipo a la rubia que camina a sus espaldas, acercándose. Se aproxima a su lado, y noto que solo lleva puesta una polera negra. La pieza que completa el rompecabezas. Mi mirada viaja nuevamente a él, en especial a su torso y bragueta, y todo en mi cabeza hace un "clic" ensordecedor.

Él sigue mi mirada, primero a la rubia, luego a mí. Su rostro se torna pálido, y rápidamente lleva sus manos a su bragueta para abrocharse, dándome una mirada inquisitiva. Patético. Busco a mi amiga con los ojos.

—Vaya circo —dice Liz, rompiendo el hielo y el silencio con una risa que es una daga.

—Amor, ¿quiénes son estas humanas? —pregunta la rubia, mirándonos a Lizzie y a mí con un desprecio tan denso que casi se puede tocar. Liz y yo bufamos.

—Parece que tienes un dilema, amiga —me dice Lizzie, sonriéndome de lado.

—No hay dilema cuando tengo una "L" en mi vida —digo, con una seriedad que es un muro. Me refiero a Leah, a la vida que he construido, a un amor que este tipo no puede comprender. Y eso no va a cambiar nada, aunque este tipo sea mi “alma gemela”.

Veo a Ludovic y al otro tipo mirarse, extrañados, sin entender nuestro "código". Nuestra unión amical.

—Amor… qué está… —intenta decir la rubia, pero él le corta el aire.

—No me llames así… ella es tu Luna —dice, mirándome. Yo ruedo los ojos y me acerco a Liz.

La rubia me analiza con repulsión. Él no deja de mirarme.

—¿Tu luna… una humana? —habla la rubia con un tono burlón, sujetando su brazo.

—Sabes que eso puede cambiar. ¡Deja de tocarme! —dice, con una voz afilada, sin desviar su mirada de mí.

Ignoro su conversación y me inclino hacia Lizzie.

—Liz… habla con él para terminar esto de una vez. Respetaré la decisión que tomes si es quedarte a su lado —le digo con seriedad.




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