Enya: Revelación | Serie: Destino Sobrenatural 2.

Capítulo 3.

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“En el vacío de la vida encontré colores de odio, de rencor y de venganza. La oscuridad y la muerte me envolvían en una fina manta de sangre que, en mi piel… lucían muy bien”.

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ANTES – Año 1201 d.C. – Sighisoara, Rumania.

En las faldas de los montes Cárpatos transilvanos, pasando las estrechas rúas, en aquellas casas de bebidas, en la que los hombres descargaban su día a día; se contaban historias de hogueras. Cada versión era más retorcida y sangrienta que la anterior. En cada versión, estaba presente: «el ser oscuro», ese ente lleno de maldad y sed de sangre que, al caer la noche, aterrorizaba al pueblo y a su gente.

— ¡Lucius Razvan! ¡Te atreves a eludirme! ¡Soy la autoridad en este castillo! —alzó la voz, Dragos Liviu, el rey vampiro del clan Ivanov.

El joven purasangre giro en su talón, haciendo una reverencia en son burlesca, acto que su padre no toleró, y levantando la mano estrecho su pálido rostro.

No actúes como un simple convertido. Tus estragos sanguinarios no se toleraran, ¿acaso no piensas en tu clan? —dijo, mirándolo fijo con la oscuridad en sus orbitas. —El consejo mundial de especies llevan los ojos en todas partes, ¿estás buscando su intervención? ¿Crees que a tu madre le será agradable ver cómo eres arrastrado a la ejecución por poner en peligro nuestra existencia?

El joven purasangre se empuño a ambos lados y apretando la mandíbula dijo: Son simples humanos, ¿Por qué debemos tener consideración? ¿Por qué debemos ocultarnos? ¡Deben temernos!

El rey Ivanov, meneo la cabeza negando.

—Ya has pasado la etapa de asimilación, pero aun así, sigues con pensamientos impulsivos de un iniciado. ¿Acaso no te he enseñado, que todo tiene un ciclo, Lucius? ¿Si eliminas a la especie que nos suscita, como sobreviviremos? ¿Cómo sobrevivirán los convertidos sin su pareja? El rey Ivanov, volvió a negar inquieto ante el rostro indiferente de su vástago. Aquellos pensamientos que acarreaba su hijo, llenos de oscuridad e ira hacia una especie hecha de polvo. Él no tenía motivos para lastimar de manera tan vil a esos humanos, porque incluso para beber de ellos, se utilizaba métodos que no termine con el fin de su existencia.

Las palabras del purasangre viajaban hacia Lucius como una brisa que lo acariciaba, pero, que no quedaba en su recuerdo. El odio injustificado que sentía hacia la inferioridad y la debilidad, oscurecía su ser y sus pensamientos, sin saber que, tiempo después el castigo llegaría como menos se los esperaba.

***

 

Tiempo después.

Año 1410 d.C. – Sighisoara, Rumania.

Los años volvieron a pasar y con ellos las muertes. Pero esta vez más discretas. Los aldeanos sabían de la oscuridad que emanaba las montañas, y aunque frente a sus ojos no se veía más que, la blanca niebla; el ambiente, la densidad y el escalofrió que los envolvía, recorriendo cada centímetro de su piel, erizando hasta el último cabello, era la señal, era el alto a investigar, era el limite indicándoles alejarse de aquella zona mortal. Lucius durante este tiempo se había encargado de que el ‘temor’ no desaparezca de la mente del pueblo. Y asesinaba, desmembraba y cometía todo acto de tortura a diestra y siniestra ocultando los hechos ante los ojos de su padre, gracias a sus habilidades de: manipulación mental y encanto vampírico.

Pero lo que no sabía era, que cada paso de sus actos, eran seguidos por la diosa lunar, aquella dadora de vida y creadora de su linaje. Aquella que lo castigaría.

 

***

 

Había caído la noche y la oscuridad se asentaba con los sonidos de los insectos, avisando a los aldeanos no deambular en las sombras. La noche era el momento grato del purasangre, de impartir terror y muerte. Eligio aquella vez una puerta, reforzada ridículamente para su entrada. Estos meses había tenido más libertad de hacer lo que quería sin la vigilancia de su padre. Este se hallaba ocupado con asuntos de su clan y la llegada de un nuevo miembro a la familia. Lucius tendría un nuevo hermano.

El purasangre aspiro en la entrada de la puerta, la caliente y dulce sangre que emanaba el interior de esta. Se relamió y su oscuridad interior se regocijó de alegría y de hambre. Sus colmillos chirriaron llamando a la muerte y el impulso asesino se presentó. A la velocidad de su ser traspaso la puerta y los gritos llenaron la casa. Los vecinos escuchaban las suplicas, los ruegos desgarradores, sabían que el ser oscuro había elegido a sus víctimas. Entre sus familiares se arrullaban de miedo, esperando no ser los próximos en su camino.

Lucius con la fuerza de sus pálidas manos traspaso el sólido cuerpo del hombre, jefe de familia de aquel hogar. La velocidad con la que su mano traspaso la carne obteniendo su corazón, presento un crujido que hizo temblar al más pequeño del hogar, escondido debajo de la cama. El purasangre apretó el corazón en sus manos, envolviendo su puño de un carmesí tan puro que, su rostro relucía como una piedra… como un rubí.

Acto seguido, su mirada se posó en la mujer, la compañera de aquel pobre hombre. En un movimiento propio de su ser, sus colmillos se clavaron con brusquedad en su cuello, succiono con salvajismo al punto de fracturarle el hueso cervical. Y llevándola a rastras con el cuello colgante, entro en la habitación del niño, haciendo que el cuerpo muerto de su madre se asomara por debajo de la cama, escuchándolo gritar. Lucius rio, rio y rio con tanto júbilo de aquel acto tan cruel.




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