Enya: Revelación | Serie: Destino Sobrenatural 2.

Capítulo 7.

 

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CAPÍTULO 7.

PRESENTE

28 de noviembre del 2021

“La ira me envolvió en una oscuridad que empecé amar, me cubrí del escarlata del rencor y del odio, saboree el dolor, la desesperanza y aquel pozo; aquel con almas desdichadas se abrió dándome la bienvenida a un lugar, uno… que empecé a llamar hogar”.

Había pasado cerca de una semana, Aislinn empezó sus entrenamientos al estilo vampírico. Los primero tres días fue de lo más rutinario, que casi, casi la hizo recordar cuando entrenaba en la manada de Kenrick.

Pero al día siguiente algo cambio. Lucían esta vez practicaría con ella. Entro al campo de entrenamiento vestido de una armadura carmesí con detalles dorados y una espada, no las que se usan para entrenar, sino, una real. A su lado estaba Berenice, la bruja. Llevaba levitando una caja enorme que hizo caer sobre el pasto. Lucían le indico a Aislinn que la abriera y esta obediente lo hizo.

Al descubrir aquella caja se vislumbró una armadura negra con detalles dorados que destellaban cual magia. Aislinn abrió los ojos sorprendida, y Lucían al analizar su mirada le indico que ella portaría esa armadura, omitió los detalles de pertenencia de aquella prenda de combate y la joven iniciada estaba muy ensimismada en sus pensamientos como para refutar y realizar preguntas.

Al cabo de un rato, Aislinn regresaba al campo de entrenamiento portando la armadura y; aunque menciono sentirse cómoda, no era así. No porque no le gustara, por el contrario; le agradaba la armadura y el color. Pero, al vestirse, al ser ayudaba por convertidos que servían al castillo; una extraña sensación agito su corazón y la hizo estremecer. Era una sensación familiar que se hundía en lo profundo de su ser, y por un momento, por un breve momento le fue familiar todo. La armadura, el color, el ser ayudaba a vestirse, el lugar. Incluso Lucían con la armadura ya puesta. Fue una brevedad destellante de vestigios familiares en el que se sintió como alguien más. Haciéndola sentir irreal y no viva. Y por lo tanto, incomoda.

— ¿Estas bien, Enya? —pregunto el purasangre.

Aislinn asintió mirándolo fijamente.

Bien, entonces muéstrame lo que has aprendido.

— ¿Practicaremos con armas de verdad? —preguntó la joven, confundida.

—Esta no es la manada de ese lobo, Enya. —respondió con dureza mirándola fijamente.

Aislinn presiona la mandíbula con molestia. No le gusto el tono que empleo, ni mucho menos que intuya que sus pensamientos estaban con Kenrick.

—Y no he dicho lo contrario, Lucían. Has sido tú. Es solo que…

—Aquí las reglas son distintas, Enya. —la corta con rudeza mirándola con su oscuridad fija en ella. —el sentimentalismo lo dejas en segundo plano, y más si esta ese animal rondando en tu cabeza. —dicho esto, se abalanza sobre ella con la espada alzada. Aislinn logra cruzar espada deteniendo el ataque y sorprendida de sí misma por su velocidad defensiva. —Bien, pero se más rápida y letal. —dice, girando la espalda y pateándole el abdomen.

Aislinn cae al suelo y escupe sangre. Lleva una mano a su abdomen por el dolor.

— ¡¿Qué te pasa, Lucían?! —grita, mirándolo con su oscuridad en los ojos. —Esto no es entrenamiento. ¡Estas lastimándome!

—Dije sé letal, Enya.

Aislinn se levanta mirándolo furiosa, su instinto depredador la hizo chasquear sus colmillos. Y aquella mirada de enojo y furia hacía arder la oscuridad interior de Lucían, pues eso era lo que quería. Quería que Aislinn sea su sombra, su reflejo, su compañera en todo rasgo inmortal, inmoral y letal. Porque si él fue castigado una vez, entonces haría que ella también sea castigada, así sería suya sin problemas, sin cuestionamientos, sin explicaciones, sin que alguien interfiera de nuevo en hacerla de su pertenencia.

Aislinn se abalanza sobre el purasangre con los ojos feroces. Lucían sonríe internamente satisfecho. La conocía de siempre. Sabía que le gustaban los retos, pero sobre todo ganar; ganar como a él. Pues ambos compartían la misma sangre.

Lucían responde al ataque de espada con la misma ferocidad que ella empleaba, pero él ansiaba más. Más de ella. Y presionando, y dando la orden mental; sus guardias trajeron proles al entrenamiento. Al verlos, Aislinn se detiene. Se congela observándolos frente a ella. Aquellos seres sin alma, sin humanidad y con cadenas que tiraban furiosos, la miraban como manjar, un manjar a quien anhelaban matar.

—Ivanov… porque… ¿por qué tienes proles en el castillo?

— ¿Sientes enojo querida, Enya?

Ella lo mira confundida.

Atrapados especialmente para ti. Dime, ¿acaso no estas enojada? ¿No sientes la ira resurgir de tu interior?—dijo, mirándola fijamente. —vamos, cariño. —pronuncio con lentitud. — ¿no quieres venganza? ¿No sientes que debes ser la mano de la justicia? ¡Véngate! ¡Saca la ira de ti! ¡Saca el dolor en ellos! —levantó la voz. —saca el dolor de aquellos a quienes te arrebato. Estas cosas, amor —dijo, señalando a las proles custodiadas por sus guardias vampíricos. —no sienten dolor. No sienten miedo de matar a su paso. ¿Por qué lo harías tú?




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