Enzo Vitale

Capítulo 10

Enzo Vitale

Ansiedad cubre mi cuerpo y mente. Mis dedos juguetean un bolígrafo. El ruido de los pensamientos de lo ocurrido con Marie no me permite concentrarme, llevo media hora intentando concentrarme en leer un contrato, pero mi mente está negada en alejar a Marie, sobre todo por su estado devastado como tal se radica por aspecto físico y su ánimo, no inusual.

Un hormigueo circula en mi pecho, presiento que Marie me mintió. Oculto, no sé porque motivo, lo que en realidad ocurre. Aunque, es su vida personal, no me debe explicaciones fuera del ámbito del trabajo, pero ella me preocupa a pesar del poco tiempo de convivencia le profeso afecto. Y me decepcionará que me mintiera, mi lado optimista supone que no fue así.

Suelto el contrato. Me levanto, me posiciono en los ventanales del pent-house, centro mi mirar a la vista panorámica, en un intento de alejar la preocupación. Suspiro, no me habitúo a ser tan preocupado con personas que no son mis hermanos y antes Cristal. Una incomodidad general, atolondra mis sentidos. No sé cómo actuar para saber si Marie me miente o no. De atreverme a investigar en silencio sería transgredir la vida íntima de ella, lo menos que pretendo es asemejarse a un tóxico o acosador. Sobre todo, es decisión suya decirme sus cosas, aun somos desconocidos en las vidas del otro. Tal vez no me genera la suficiente confianza. Y tengo que aceptarlo. Por más que induzca una tocada de dolor en mi pecho.

Unos brazos me rodean. Coloco mi mano derecha encima de la suya.

—¿Quién o qué, te preocupa tanto? —suspiro de nuevo.

—Nada en particular, sabes como soy. De vez en cuando me invaden ciertos recuerdos —miento.

—Hermano, mío… anhelo arribe el bendito día donde por fin destierres tu pasado, de tu mente, corazón y alma. Así retornes al Enzo alegre…

También quisiera. Pero el Enzo alegre y mi amor se desperdiciaron siendo no renovables… por el momento. Mi corazón no sirve para mucho, el daño sin intención lo marchito, es un daño al fin de cuentas.

—Calma ese anhelo, hermana, estoy bien como me encuentro… no necesito más.

Deshace su agarre y se planta a mi frente cruzada de brazos, cubriendo mi vista que me relaja.

—Te aviso de mí no escucharás frases tal como: debes salir de ese hueco de desamor, búscate un nuevo amor o aprende a olvidar. Por mi parte oirás mis palabras realistas. Anhelo verte feliz, pero aquello no depende de una pareja o algo material, es de ti mismo. Ser feliz sin depender de nada y nadie. La felicidad radica en uno mismo.

Cierro los ojos por breves segundos. Colocó mi mano en el hombro de Cara.

—Por favor, no te pongas en modo filósofa. Estoy bien, sí. Solo un tanto preocupado —en realidad demasiado preocupado ―. Soltemos mi inestable vida de soledad. ¿Tú no te habías ido? —Retomo mi anterior asiento.

—No. Sabes que cuando bebo alcohol duermo mucho —Cara toma el sofá contrario —. Vi tu mensaje. ¿Qué fue tan urgente?

—Un problema con un empleado de la fábrica —mi hermana no debe saber el asunto de Marie. Luego se lo cuento, por ahora lo reservaré. Cara eleva sus cejas inclinando su cabeza.

—Como sea —se encoge de hombros, y suspiro de alivio interno —. Por cierto, me quedaré todo el día. Así nos vamos directo en la noche sin contratiempos al dichoso cóctel. Antes de irnos llamó a la boutique y, solicitó un vestido para la ocasión…

—Perfecto entonces. Me gusta tenerte aquí, todo y cuando no empieces hablar de más —susurro lo último.

—¿Yo? Pero mi preciosa boca siempre se controla —alega con una inocencia, que supongo ni ella misma se cree. Existen 2 cosas no es capaz de controlar Cara Vitale, es su temperamento y su lengua incisiva. Los remilgos son carentes en ella a al tiempo de usar cualquiera de esa 2 predichas.

—Por supuesto… —digo con ironía.

—Tengo hambre. ¿Dónde anda tu sirvienta? Llevo días salivando a la espera de probar su comida… — vuelvo a enfocar atención en el contrato, otra vez.

—Hoy le cedí el día libre, tuvo un percance con su hijo.

—¿Un hijo? —pregunta con cierto asombro—. Según su currículo tiene 23 años. Es una madre muy joven.

—Pues sí, tiene un pequeño precioso y encantador —sonrió inconsciente —. La conocí la primera vez que la vi en persona. Gateaba mientras jugueteaba por este espacio… se veía cómodo. No andaba extrañado.

—Comprendo… de igual manera parecer raro, el que no te hubieras enojado, eres gruñón al momento de ver desconocidos en tu área privada.

—Es cierto —confirmó, los desconocidos no son de mi agrado, me considero recelo cuando intervienen en mi espacio personal. Ni siquiera mis hermanos tienen total acceso a mis cosas —, pero era solo un niño, no tenía malas intenciones...

―Buen punto. Pero, Enzo, sigo con hambre.... ―Resoplo normal en mi hermanita tener hambre, cuando no.

―Llamaré a un restaurante y pediré algo de comer. Solo para ti ¿contenta?

―Cuando llegue mi comida, si ―canturrea ―. Iré a recostarme un rato, presiento que dormiré algo tarde hoy ―dice pícara, por desgracia entendí la referencia.




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