—El edificio debe ser evacuado.El edificio debe ser evacuado.
La voz de la alarma del laboratorio no paraba de sonar, alertando a todos los trabajadores.
Alguien había dejado abierto el gas más tóxico de todos, el cianuro.
Las personas corrían alarmadas de un lado a otro, desesperadas por salir de allí.
—¡Saca a la niña de de aquí! - dice mi madre agitada mientras corre junto a mi padre, que me lleva en sus brazos.
—¡No te alejes, ya casi llegamos a la salida!
La voz de mi padre se quiebra en el momento en que tropieza con algo y ambos caemos al suelo, haciéndome rodar por las frías baldosas de las escaleras.
—¡Cariño, levanta! ¡Andy! ¡Cielo tenemos que salir de aquí! - mi madre zarandea el cuerpo de mi padre, el cual se levante en el momento en que se recupera del fuerte golpe.
—¿Qué ha sido...? - Al mirar a sus pies, ve el cuerpo inerte de una persona que ya está muerta.
—¡Corre! ¡Tenemos que irnos ya!
Corremos por los pasillos del edificio donde mis padres trabajan como encargados de laboratorio.
Se escuchan gritos por todas partes y en cada rincón nos encontramos con gente muerta por causa de éste terrible gas.
—¡Por favor, ayuda!
Una chica de mediana edad está en el suelo, con la respiración acelerada y confundida.
—Voy a ayudarla, tú vete con la niña, tenéis que salir de aquí cuanto antes.
Si mi madre no fuera un alma caritativa y en ese momento hubiera pensado un poco más en ella, en estos momentos estaría aquí, conmigo pero, el cianuro corría bastante rápido por los conductos de ventilación y el oxígeno ya empezaba a escasear en la estancia.
—Tranquila mi niña, saldremos de aquí.
Las palabras de mi padre, a mi edad, eran un gran consuelo.
Ya casi llegábamos a la salida pero, un sonido muy fuerte hace que ambos caigamos al suelo. Una explosión que hizo que la mayoría del edificio cayera en las llamas.
En el suelo, tosiendo e intentando incorporarme, veo el cuerpo de mi padre tumbado. No se mueve.
—¡Papá!
Me pongo en pie y voy junto a él. Tomo su mano y hago el intento de despertarlo pero no funciona.
—¡Papá despierta!
Sigo con mis intentos de hacer que abra los ojos pero no sirven de nada.
El cianuro llega hasta mis pulmones haciendo que me cueste respirar cada vez más y más.
—¡Andy!
Es lo último que oigo antes de que mis ojos se cierren.
El despertador suena por segunda vez tras veinte minutos de retraso. Sin ninguna gana, salgo de la cama y arrastro mis pies hacia el baño.
Cada noche sueño lo mismo. El recuerdo de mi pasado, el mismo día en que perdí a mis padres, a mis cinco años.
—Andy, el desayuno está listo.
Mi tía Ella grita desde la planta baja de esta enorme casa en la que vivo actualmente. Estoy deseando cumplir los dieciocho para independizarme y dejar de causarle molestias a mi pobre tía.
Le doy un mordisco a la tostada y acto seguido, corro por el pasillo para alcanzar mi chaqueta del perchero que está en la entrada de la casa. Ya llevo mi mochila encima así que, corro como alma que lleva el diablo hacia la universidad.
—¡Oh, dios mío!
Varias personas se aglutinan en la acera de enfrente, delante de un edificio en llamas. Los bomberos ya están en acción pero el miedo, es el mismo en estas situaciones.
Uno de los bomberos sale del local con un niño pequeño entre sus brazos. Las personas a su alrededor aplauden y el niño es devuelto a su madre desesperada.
Mis ojos ruedan por el edificio incendiado, observando todas y cada una de las ventanas. El recuerdo de la explosión en el laboratorio cruza mi mente en ese instante pero, una figura humana, parada en medio de las llamas mientras me observa fijamente por una de las ventanas hace que mis ojos se abran como platos y un grito se me escapa.
—Perdona, ¿estás bien?
Alguien que pasaba cerca de mí se ha percatado de mi chillido y asustado, se acercó a mi.
—¡Allí! ¡En el edificio queda una persona! — Señalo alterada en la dirección de la ventana donde está esa persona. —¿Es que acaso no lo ve?
El hombre observa el lugar que le he indicado y yo vuelvo a mirar.
No hay nadie.
—Estás muy nerviosa, chica. Deberías descansar.
¿Qué? no entiendo nada. Juraría que ahí había alguien, de hecho, me estaba mirando. Lo sé, no estoy loca. Sé lo que he visto.
—Hola Andy, ¿qué tal ha ido tu fin de semana?
Melissa. Mi prima, la cual tiene como fea manía de no avisarme cada vez que se va de la casa. Al menos podría despertarme si ve que mi despertador ha fallado de nuevo, ¿no?
—Pues bien. No como hoy por ejemplo, ya que, tengo una prima que ha dejado que llegue tarde DE NUEVO a clase.