Ephemeral Temptation

Juicio

Victoria tocó la puerta de la habitación de su mejor amigo. A los pocos segundos Brent acudió al llamado. Se veía cansado, con justa razón, había pasado todo el día con ella, de un lado a otro.

— ¿Qué pasa Vi?

— Tenemos que irnos, te ayudaré a poner todo en tu maleta. — Ni siquiera esperó su respuesta, se abrió paso hacia el interior y buscando el armario.

— ¿De qué hablas?, detente, nos vamos hasta mañana, ¿qué pasa contigo?

— No tenemos tiempo, hay muchas cosas que no sabes y… — Empezó a sacar toda la ropa y la puso en la cama. — No podría explicarte ahora.

— Ahora tú también vas a ocultar cosas, — Se cruzó de brazos. — cada vez te pareces más ella.

Victoria se detuvo. Apretó los puños y se giró para mirarlo a los ojos. No podía contarle que todo el drama había sido porque Kendra era realmente el ser demoniaco que la aterrorizaba a través del espejo. Él se molestaría, más aún porque ella seguía ahí, como si no estuviera pasando nada.

— No soy como Kendra, — Dio un profundo suspiro. — sólo haz lo que te estoy pidiendo y vámonos de aquí.

— Sé que la quieres demasiado y aunque no tengo idea de lo que estás haciendo, espero que no estés cometiendo un error.

Brent tomó el resto de sus cosas y las metió de mala gana a la maleta. Sin dejar de protestar, tomó su teléfono, en él tenía un mensaje de Scarlet. Le pareció extraño, nunca le dio su número. Los esperaban en el lobby del hotel para entregar las llaves de cada habitación.

Dio un último vistazo al lugar en el que se había quedado todos esos días. Era un desperdicio irse antes. Al menos disfrutó la estancia, eso era lo más importante. Tomó el elevador junto con Victoria, en completo silencio. Una vez que llegaron a la planta baja, rápidamente encontró a las hermanas, entregó la llave a la mayor de ellas y se sentó en un sofá, lejos de la recepción.

— No te ves muy contento. — Le sonrió Scarlet.

— No digas ni una palabra más.

— Interesante, el chico está molesto.

— Basta, Scarlet, tenemos que irnos. — La reprendió su hermana.

Los cuatro salieron del hotel junto con sus respectivas maletas y caminaron un par de calles, con rumbo al centro de la ciudad. A Brent se le hizo muy curioso, pensó que tomarían un taxi a la estación del tren.

— ¿Caminaremos hasta la estación? — Preguntó, mientras se detenía. — Eso no está tan cerca como parece.

— No vamos a tomar el tren. — Kendra ni siquiera lo miró. — Camina al lado de Scarlet, no te detengas.

Entraron a un callejón oscuro, apenas y podían ver dónde pisaban. Brent no pudo evitarlo y tomó la mano de Scarlet, con la esperanza de no caer. Imaginó que a la pelinegra le molestaría y le daría un golpe por lo menos, pero no fue así. Continuaron unos metros más hasta que Kendra se detuvo. Le hizo una seña a su hermana y la poca luz se apagó para el chico.

— ¡Dijiste que lo protegerías! — La castaña continuó en lo suyo. Sacó un espejo de una de las maletas y lo colocó en el suelo. — ¿Qué estás…?

El portal se abrió, Scarlet tomó las maletas y al amigo de la rubia. Kendra continuaba con los ojos cerrados, se le veía muy concentrada.

— ¿Kendra? — Miró al portal y estuvo a punto de caer ya que Scarlet salió para tomarla del cuello de su abrigo. Cerró los ojos asustada.

— Ya estás del otro lado, Victoria. — Era cierto. Estaban en la casa que Kendra había rentado. El “viaje” había sido muy rápido, pensó que tal vez pasarían algunos minutos antes de que llegara a algún lugar que le fuera familiar. Buscó a Brent y lo vio recostado en el sofá, parecía estar bien.

— Todo fue…

— ¿Extraño? — Kendra terminaba de cerrar el portal con ayuda de Frank.

— ¿Qué va a pasar con él? — Se acercó a su amigo, sin dejar de mirar a la castaña. — Va a estar bien, ¿cierto?

— Despertará como si nada hubiera pasado, — Scarlet la obligó a sentarse en el pequeño sillón frente a él. — más tarde me encargaré de que recuerde todo como lo habíamos hablado.

— No modificarás nada más que eso.

— No, no lo haré, — Comenzaba a fastidiarla. — Kendra, dile a la chica que no voy a modificarle la vida entera a su amigo. Está estresándome.

La castaña tomó el espejo del suelo y volvió a guardarlo en la maleta. Miró a su hermana y negó con la cabeza. Colocó la maleta de Victoria en uno de sus brazos y estiró el otro brazo en su dirección, llamándola. La llevaría a casa.

— ¿Y Brent?

— Se quedará aquí, no te preocupes, estará bien.

Victoria se despidió del resto y siguió a su compañera hasta el auto. Subió al asiento del copiloto, mientras Kendra metía la maleta en la cajuela. Cuando por fin estuvieron juntas. El silencio se volvió incómodo.

— ¿Quieres llamar a tus padres?

— No, — Jaló el cinturón de seguridad y se puso. — no recuerdo que ésta semana tuvieran alguna reunión de trabajo. Estarán en casa seguramente.

— De acuerdo. — Encendió el auto y condujo hasta la casa de Victoria. Se tomó todo el tiempo posible. Quería hablar con ella, aunque sabía que no era algo mutuo. Tal vez debería ahorrárselo.

— Gracias por traerme… — Mantuvo la mirada en sus manos. — Les diré a mis padres que tuviste algunos problemas y que regresamos antes de lo esperado.

— Vi, yo… — Puso su mano sobre su hombro. — Sé que ahora me odias, no voy a recriminarte nada de eso, pero permanece alerta, aún si ahora sabes que la que trataba de asustarte era yo, eso no significa que nadie más lo intente.

— Lo sé, quiero creerte. — Se quitó el cinturón y abrió la puerta del vehículo. — Necesito tiempo, no puedo procesarlo tan rápido.

— Por supuesto. — Salió para ayudarle con la maleta y la acompañó hasta la puerta. Atendió su padre, parecía sorprendido de ver a su hija. — Tuvimos algunos problemas, así que regresamos un poco antes de lo previsto.

— No te preocupes, lo comprendo, — Se hizo a un lado para dejar el paso libre a su hija. — ¿quieres tomar algo?




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