Ephemeral Temptation

Unificación


Ni siquiera pudo pensar con claridad. Luego de que Kendra cerró la puerta, corrió sin dirección, a toda velocidad, toda la que sus piernas le permitían. Sentía el aire quemarle la garganta. Su estómago dolía, tal vez por el nerviosismo. No lo sabía y no quería averiguarlo. Miró hacia atrás, sólo para asegurarse de que nadie la seguía. Para su suerte, estaba completamente sola, en medio de la nada, con un calor insoportable que no había notado hasta ese momento. Se dejó caer detrás de una roca. Sus piernas temblaban tanto que le sorprendía no haberse desplomado antes.

—¿Qué voy a hacer? —Encogió sus piernas y las abrazó. —No tengo forma de regresar…

Trataba de calmarse. Quería ayudar a Kendra y Scarlet. Era una simple humana, pero no podía dejarlas. Tenía miedo, eso estaba claro. Aun así, no podía permitir que la única que la había hecho sentir viva, muriera como si no significara nada. Si sólo hubiera desarrollado su poder… No tendría que estarse escondiendo como lo hacía.

Escuchó una explosión. Bastante fuerte. Asomó la cabeza por encima de la roca. Fue ahí cuando las vio. Kendra forcejeaba con un grupo de demonios y Scarlet era llevada a rastras por su madre.

—Es ella…

A pesar de la distancia a la que se encontraba, escuchaba perfectamente lo que Lilith decía, pero tenía algo extraño en la frente. Aquella ocasión en la que intercambiaron miradas a través del portal, no estaba esa marca. ¿Era maquillaje?

—¡Déjame! —Gritaba Scarlet. —¿Qué te sucede?

—Madre, suéltala… Por favor. —Suplicaba Kendra, con varios de sus compañeros sobre su espalda. —Fui yo quien la obligó a ayudarme.

—Debiste pensarlo antes de involucrar a tu hermana en esto. —La voz de la reina parecía de otro mundo. —Entrégame a la chica.

—No voy a hacerlo. —Escupió. —Tendrás que matarme.

—¿Matarte?, —Rió ella. —¿por qué mataría a la única útil para mí?, si tengo que deshacerme de alguien, será de ella.

Lilith tomó a Scarlet por el cuello, mientras Kendra continuaba sometida. Aunque habían trabajado tanto para poder escapar de la estricta vigilancia, todo había fracasado. Los dedos férreos de la reina de los demonios se cerraban con fuerza, forzando a su hija menor a dar algunas patadas en el aire.

—No… ¡Suéltala! —Gritó, tratando de deshacerse de los demonios que la mantenían en el suelo. —¡No te atrevas a hacerle daño, madre!

—Eres una pésima hermana, Kendra, no hagas como que ahora te importa.

Continuó presionando el cuello de la pelinegra, con la única intención de matarla. No podía cometer errores otra vez. Había protegido a su primer hijo anteriormente, a ese joven de cabello rubio, con expresión de fastidio… Y no había obtenido nada bueno de eso. Entregó su existencia a Dios, como si nacer y vivir en el Averno no significara nada para él. Como si la libertad de su raza no fuera importante… Priorizar a una humana antes que, a todos los demonios, era la más grande de las traiciones.

—Es mi hermana…

—Busquen a la chica, —Ordenó Lilith. —no debe estar muy lejos. La quiero viva, ¿les quedó claro?, ni un rasguño.

—Ni lo pienses, jamás ascenderán. —Se burló su hija.

—Dime dónde está y olvidaré tus errores, puedo interceder por ti ante Lucifer… Te matará, lo sabes. —Scarlet intentaba liberarse. Tiraba de la mano de su madre, una y otra vez, pero no funcionaba. Aún en su forma demoniaca, no tenía la fuerza suficiente para hacerle frente.

—¡Jamás!

—Entonces… Tendré que quedarme sin hijos, otra vez.

Victoria continuaba observando a la distancia. Cada palabra le erizaba hasta el último vello de su cuerpo. Scarlet estaba en problemas y Kendra… Sólo deseaba que no saliera lastimada.

Buscó su relicario y lo sostuvo con fuerza entre sus manos. Faltaban pocos días para el ascenso y de alguna u otra manera los demonios habían encontrado su escondite.  Su padre estaba esperándola y ahora no podría salir de ahí. La voz de Lilith volvió a helarla, aún con el calor del ambiente, sentía que sus extremidades se volvían más pesadas que antes.

—Estúpida profecía… —Dijo en voz baja.

Volvió a sentarse y trató de concentrarse, tenía que pensar muy bien antes de hacer alguna locura. Respiró profundo, había tomado una decisión. Se levantó y se dispuso a correr, pero en cuanto dio el primer paso, cayó al suelo. Ni siquiera pudo meter las manos para no golpearse el rostro.

—¿Qué rayos?

Una enorme figura se alzó ante ella, seguida de otras más. Victoria se quedó paralizada al verlas. La sujetaron de la nuca y pusieron sus manos detrás de ella. Intentó gritar, pero alguien más la amordazó y le vendó los ojos. Tenía tanto miedo… No se comparaba ni un poco a la vez que Kendra habló con ella por medio del espejo. Fue llevada ante Lilith. Lo supo porque el olor de Kendra estaba cerca. Quiso quejarse, pero la mordaza no le permitía ni siquiera balbucear.

—Pensé qué esto tardaría más tiempo. —Sonrió la mujer.

—Pensamos lo mismo, Lilith. —La temperatura del lugar aumentó por unos segundos. Lucifer por fin se hacía presente. —Así que esta es mi doncella. —Se acercó a la rubia quien dejó de moverse al sentir su mano contra su mejilla.

—¡No la toques!

—Tú no eres nadie para decirme que hacer, Kendra, eres la hija de Lilith, pero no tienes ninguna autoridad sobre mí, conoce tu lugar. —Alzó una de sus manos y generó un par de lanzas en el aire para luego clavarlas en la espalda de la súcubo.

—B-basta, no la lastimes. —Dijo Scarlet con voz entrecortada.

—Ay, Lilith, deja de tratar a tu hija como si fuera una basura, digo, lo es, pero no deja de agradarme. Suéltala ahora mismo.

La mujer relajó la mano y Scarlet cayó de rodillas, tratando de no desmayarse. Agradeció el amable gesto de Lucifer. El rey del Averno le ordenó al resto de los demonios que soltaran a Kendra, después de todo estaba sujeta al suelo gracias a las lanzas. Mientras la menor se recuperaba, él caminó en círculos alrededor de la castaña.




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