Equilibrio : la luz

I.

ELENA

Es una noche muy fría tanto que no siento mis manos, los froto tratando de recobrar algo de sensibilidad, pero es imposible y mi atuendo no me ayuda en nada, salí con tal desespero de esa casa que estoy en mi pijama favorita es azul con decoraciones de estrellas, pero ni observarla me quita el mal sabor de lo que presencie.

     - ¿Qué haces hay niña? – mis pensamientos se ven interrumpidos por un hombre de edad, pero no le respondo pues temo volver a equivocarme, causando más tragedias de la que ya tengo y cargo en mis hombros.

     - ¿Quieres entrar y tomar chóclate caliente? – pregunta de nuevo, de tan solo imaginarlo se me hace agua la boca - mira que no es bueno que estés tan expuesta a este invierno que promete ser el más fuerte.

Él se queda mirándome con pesar pues mi aspecto ha de ser muy penosos, me extiende su mano, pero retrocedo inmediata-mente.

  • No temas, mi nombre es Esequiel mi hija esta adentro fue ella quien te vio, vamos niña no te aremos nada puedes estar tranquila - Me toma del brazo con delicadeza y me obligó a responder ya que muero por algo caliente, pero en el fondo sé que no es buena idea sin embargo me pregunto ¿Qué tan malo puede ser?

Con este pensamiento me adentro a la casa que está al frente donde me resguarde de la tormenta entro con torpeza ya que mis piernas están cansadas de tanto correr y por el frio, el clima cálido me golpea el cuerpo y me siento más calmada a sentir ese calor que genera un hogar, sin proponérmelo mis recuerdos viajan a cuando vivía con mi padre o el que creía que era.

Estaba en la sala frente a la chimenea me encontraba recostada leyendo una de mis novelas favoritas cuando entro Evelin con cara de angustia ella era mi nana y mi amiga.

  • Elena es mejor que te acuestes, tu padre no demora en llegar y sabes lo mal que se pone si te ve a estas horas despierta. – me dice Evelin
  • Pero no tengo sueño – le digo con cara triste.
  • Vamos ya verás que luego bajo las cobijas te dará sueño, pero muévete que no demora.

En esos momentos la puerta principal se abre y mi padre entra con la misma cara de indiferencia que hace al verme, por más esfuerzo que haga no lo entiendo y no logro cambiar su manera tan distante de tratarme.

  • Buenas noches señor- le dice Evelin con un leve temblor en la voz - ¿desea que le prepare la cena?

El no responde, pero tampoco deja de verme y escudriñarme con la mirada q parece atravesarme, me siento tan pequeña y un escalofrío me atraviesa cuando habla.

  • ¿Qué hace ella despierta? - pregunta con enojo sin perderme de vista - se supone que a esta hora debe estar durmiendo a causa de la medicina y no molestando.
  • Señor la medicina se la di hasta hace poco y ya…. – le tiembla la voz mientas que él se acerca de una manera tan intimidante – la esta...va llevan...do – complementa con dificultad.
  • Las ordenes son claras y la medicina no debe cambiar de horario por que a usted se le olvida, si no puede dígame y la cambio de inmediato – le dice el tan cerca y con mirada oscura.
  • No ocurrirá de nuevo señor
  • Eso espero porque en la próxima no diré nada en cambio – le dice ya dándonos la espalda dispuesta a subir, se detiene y la mira sobre el hombro – solo desaparecerás – dicho eso me da una mirada de enojo y se va.
  • Uffffff – suspira mi nana, me mira y con cariño me dice – vamos mi niña.

Me trata de dar una sonrisa, pero sé que no está bien y me acuesto sin molestar, pero con muchas dudas ya que ella jamás miente, los sé porque que no me ha dado la medicina por una semana.

Siento una manta en mis hombros y sirve para que salga de mis recuerdos esos que quisiera borrar, el señor Esequiel me lleva consigo hasta la mesa donde su hija me ha dejado chocolate caliente, se sientan conmigo y hablan de cómo les fue en el día, por lo que entiendo Luisa su hija trabaja de maestra en una escuela de primaria y su padre por lo contrario se encarga de la tienda de antigüedades que siempre ha manejado.

  • ¿Dime te gusto? ¿quieres más? –  me pregunta Luisa
  • No, muchas gracias – digo tan bajo que tienen que acercarse para escucharme.
  • Dime ¿qué hace una niña tan linda a estas horas de la noche afuera de casa y en esas fachas? – su tono de voz me da calma, pero yo no digo nada solo miro mis manos y mis ojos se llenan de lágrimas que me niego a dejar salir.
  • No la atormentes hija por favor – agradezco internamente su intervención – ven te quedaras con nosotros esta noche y ya mañana cuando estés más calmada nos hablaras un poco para ayudarte ¿te parece? – lo miro y asiento
  • Al menos dinos tu nombre – me dice su hija
  • Me llamo Elena - veo en sus ojos un leve temor cuando menciono mi nombre
  • Está bien Elena entonces ven conmigo te mostrare tu habitación




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