Equilibrio : la luz

III

AEL

Luego que Luisa se fuera de mi departamento, me quede viendo la nota donde estaba la dirección y debatiéndome si ir al día siguiente o no, es tonto que me pregunte estas cosas cuando por fin la encontré, puedo cumplir la promesa que le di a mi padre y a la guardia entera cuando tome mis votos, pero no tengo cara para presentarme luego de mis imprudentes palabras. Sin embargo, luego de un gran debate de responsabilidad y ego, me encuentro dentro del carro escuchando Queen y manejando rumbo a su casa.

Luego de un gran trayecto, llego por fin a una casa en medio de la nada literalmente, no hay una tienda o una residencia cercana – supongo que es mejor y seguro- pienso mientras detallo el entorno tan pasivo y hermoso, la casa es de color crema y ventanales amplios rodeado de árboles, al lado derecho hay un jardín muy hermoso, miro hacia arriba y la veo sentada en el tejado con una postura de yoga, me mira solo por un instante para volver a seguir en lo que esté haciendo – Bien, qué más da – pienso mientras me dirijo hacia la puerta y toco el timbre.

  • Parece que no hay nadie dentro – susurro mientras sigo golpeando y tocando el timbre, no se cuanto duro hasta que abre la puerta una Luisa muy enojada
  • ¿Es que piensas tumbar la puerta o necesitas entrar con urgencia al baño? – me dice casi gritando
  • Ok buenos días – le digo pasando por un lado viendo lo sencillo y cálido del entorno, pero me llama la atención el enorme librero que hay en la sala.
  • No pensé que llegaras temprano hoy – me dice dirigiéndose a la cocina - ¿quieres café?
  • Si gracias- le digo mirando al detalle cada libro que viaja desde el romanticismo clásico hasta libros de terror y meditación– tienes una biblioteca muy extensa
  • Son de la come libros que esta en el techo – me pasa una taza de café y me siento en la isla que hay en la cocina.
  • Entonces me vas a contar ¿cómo es que la encontraste?
  • No es el momento

Me dice mirando hacia la ventana que da al patio trasero donde se ve a Elena entrando al invernadero, cuando regreso la mirada a Luisa se esta cayendo del sueño en el mesón – como siempre perezosa cuando le conviene – mientras me termino el café ,Elena sale llevando consigo unos claveles , debo decir que hoy se ve muy hermosa, lleva puesto unos pantalones ajustados negros y una blusa larga blanca de tiras, me quedo observándola más de la cuenta  pero no debo pensar así con la persona que debo cuidar y sobre todo es mi trabajo.

Elena entra a la cocina ignorándome por completo y eso me molesta mucho, mira a Luisa y menea la cabeza en forma negativa al tiempo que toma un florero pequeño y coloca las flores que lleva en la mano, me mira por un instante y pasa de largo nuevamente dirigiéndose a la puerta, pero antes que salga le digo:

  • Que yo sepa no amanecí contigo, como para que no me digas un hola al menos – la miro esperando a que responda, pero no pasa, ella solo me da una mirada indiferente y se va.
  • Eres un idiota – me dice Luisa levantando la mirada y bostezando
  • No le enseñaste modales, eres una pésima tutora
  • O vamos cállate, que tú eres el menos indicado
  • Vez lo que te digo – meneo la cabeza negando - apestas luisa.

Sigo con la mirada a Elena que se pierde detrás del invernadero y cuando quiero preguntar ella se adelanta

  • Hay esta mi papá y ella va todos los sábados a dejarle sus flores favoritas, es por eso que tiene el invernadero
  • Pero en la casa no colocan nada – le digo mirando que no hay ni una flor
  • No nos gustan – frunzo el ceño sin entender – son solo para él – me dice dándose la vuelta- me arreglare estaré contigo en 20.

ELENA

Desde que Luisa me salvo de mi propia destrucción, me ayudo a entender lo que tengo y lo que soy, a no perder la paciencia que poca muy poca se me ha otorgado, por todo eso y mas le debo mi lealtad junto con mi respeto - bueno a medias a veces es desesperante- pero, esa es la idea, le debo lo que soy y por eso me siento culpable de que su padre ya no esté.

Me arrodillo frente a la inscripción- Abdón Risu amado padre y héroe - leo la inscripción que se encuentra sin fecha porque para nosotros la muerte no es el fin solo es una transición, dejo el florero que siempre le pongo y saco mi libro de poesía, se por Donora que a él le gustaba muchísimo y más las de Edgar Allan Poe.

  • Hola de nuevo – le digo mientras busco el poema que me describe en estos momentos, siempre hago lo mismo que vengo escojo el que me ayuda a desahogar mis sentimientos – ayer estuve pensando mucho en ti y en cómo me gustaría que me salvaras de la locura de tu hija que me enloquece, me pregunto ¿Cómo la soportaste por tanto tiempo? – dejo un suspiro y me dispongo a leer

 

 

 

SOLO

Desde las horas de mi infancia,

Yo nunca fui como los otros;

No vi jamás como otros vieron,




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