Arianna
La familia del norte
El fuerte viento golpea mi cuerpo haciéndome retroceder, instintivamente pongo mis manos a cada lado atrayendo el fuego que tengo a los costados, el calor y el poder me invaden, puedo sentir como el color de mis ojos se intensifica y la energía me incita a liberarla.
Con fuerza dirijo mis palmas que ahora se encuentran exhalando llamas hacia mi contrincante la cual no reacciona a tiempo por lo que no puede hacer más que esquivar mi ataque rodando hacia a un lado, el fuego roza uno de su brazos provocando que pare la pelea.
─ ¡Pudiste matarme! ─grita frenética haciendo más drama del debido.
Pongo los ojos en blanco, justo cuando comenzaba a ganar esta batalla.
Trato de disipar las ganas que tengo de seguir con aquel encuentro, respiro profundo unas cuantas veces antes de sentirme lista para abandonarlo.
Mi abuela se acerca para examinar la herida, y después de ver qué exactamente es más su exageración que lo que en realidad le provoqué, llama a nuestra sanadora.
Tini es una mujer adulta pero con un aspecto hermoso. Según mis fuentes tiene veintiséis años, pero no los aparenta y a veces la envidio por eso y su eterna juventud. En mis clases aprendí que las personas de su especie pueden mantener esa belleza y juventud por muchos, muchos años esto hasta que la naturaleza les dice que es hora de morir y es ahí el único momento donde ellas comienzan a envejecer.
Bendito don.
Además de que su pelo negro junto con aquella piel inusualmente bronceada y tonificada le dan un aspecto de belleza que siempre me ha parecido de otro mundo.
Pero dejemos a un lado su belleza y pasemos a lo que su especie se dedica. A las personas como ella es a lo que llamamos una Miud; alguien capaz de sanar heridas superficiales y, solo si son lo demasiado viejos y expertos logran curar heridas que pueden ocasionar tu muerte. La verdad es que para mí ellos son sumamente interesantes.
Las manos de Tini junto con sus ojos se encienden de un morado profundo al comenzar con el proceso de sanación, no hace falta esperar mucho para que sin más la herida sane aunque el dolor se mantendrá ahí hasta que esta logre sanar por si sola internamente.
─Es una gran desventaja que tus poderes sean más letales que los míos.
Levanna camina enojada hacia la salida, algo me dice que su enojo es mas por su atuendo destruido que por la herida pero aún así esa siempre ha sido su excusa ante estas situaciones y no la culpo a veces creo que tiene razón.
A su lado puedo ver la sonrisa de suficiencia de mi abuela, ella cree que exactamente yo soy la más poderosa de las dos, y aunque como ya dije a veces yo también lo creo tengo mis razones para en algunas otras pensar lo contrario.
─Solo en el día ─trato de calmarla─, sabes que tú lo eres en la noche.
Camino en la misma dirección que ella intentando bajar la tensión del ambiente en vano.
─No creo que el poder de controlar el agua y el aire me lleven muy lejos.
─Nunca desprecies tus dones Anna.
Nuestra madre entra en la habitación antes de que Levanna pueda tocar el pomo de la puerta. Mi madre es sofisticada y elegante, desde que tengo memoria siempre la he visto llevar una porte fuerte y una gracia serena a todos lados, ella solía decirnos que al contraer matrimonio con nuestro padre fue obligada a actuar así.
Aunque sé que cuando nadie la ve, ella muestra una calidez enorme y emana amor cuando es necesario. Pero la mayoría de las veces que la he visto en ese modo es con mi hermana, al principio eso me afectaba pero mi abuela se encargó de llenar y quitar la envidia que eso me producía.
Después de todo ella es mi mamá y aunque pocas veces he tenido momentos íntimos con ella sé que me ama tanto como a mi hermana.
─Exacto ─puntualizo al llegar a ellas─, nunca desprecies tus dones, menos cuando hay una sombra asesina a la que controlas a tu voluntad.
Teníamos diez años cuando mi hermana uso por primera vez a su sombra, unos rebeldes habían logrado burlar a la guardia, era media noche cuando lograron someter a mis padres, por extraño que parezca no se preocuparon por nosotras, recuerdo cómo electrocute a unos cuantos sin matarlos, pero ella se cegó por el enojo de ver a nuestra madre ser golpeada por uno.
Lo siguiente que vi luego de eso, fue un silencioso vapor oscuro emanar de ella, al mismo tiempo que niebla negra entraba por todas partes, los ojos se le oscurecieron y con una mano guió a la niebla que poco a poco se convirtió en una especie de sombra que atravesaba a cada rebelde de la sala, se metía por la boca, la nariz, los ojos, era como si los asfixiara, los rebeldes no dejaban de hacer ruidos guturales.
Pasaron segundos cuando por fin uno a uno fueron cayendo con los ojos saltados y la boca totalmente abierta como si hubieran muerto al ver algo que les causó mucho terror.
Desde ese día algo cambio en ella, puedo jurar que disfrutó todo el proceso lo vi en sus ojos y en la sonrisa que emanó de ella luego de ver al último hombre morir a sus pies.
─La sombra no me ayuda en plena luz del día.
Sin dejar que alguien más intente contradecirla, sale de la sala de entrenamiento emberrinchada.
─Supongo que la sesión acabó.
Mi madre me dedica una débil sonrisa después de darme un beso en la mejilla y salir también.
─Ve a prepararte ─mi abuela me toma de los hombros y recarga su barbilla a un lado─, hoy es el día.
Suspiro cansada quiero seguir con esta lucha, solo así puedo sentir que todo el estrés sale de mi cuerpo.
Me dedica una brillante sonrisa incitándome a avanzar, sus viejos ojos grises me recuerdan los años que no dejan de pasar por ella pues cuando renunció a su poder ante el sol, la vida le cobró la factura de aquellos largos años en los que la mantuvieron joven y fuerte.