Equinoccio

No ocultes tus sentimientos.

Levanna

No ocultes tus sentimientos
 


Nuestro padre siempre nos prometió un reino a las dos, hace unas horas nos han dicho que las leyes imponen que solo una reinará y aquella que lo haga deberá casarse.

No estoy lista para un matrimonio, no estoy lista para aceptar aquellas absurdas leyes.

El matrimonio es un vasto acuerdo que solo sirve para reforzar los genes familiares, no quiero casarme sin amor, no pienso agachar la cabeza por alguien que no tiene mi respeto.

Camino por los pasillos solitarios del castillo, la noticia no me ha hecho mucha gracia, Arianna es la favorita para el trono, eso me queda muy claro.

Sigo pensando en la situación, la inquietud me está ganando, no quiero competir contra ella por la corona, el trato era que ambas reináramos Lyra, lo teníamos todo planeado, seríamos invencibles juntas.

Sé que Arianna no está lista para dirigir al segundo reino más poderoso del continente, no está lista, su capacidad de liderazgo y pensamiento crítico es siempre nublado por sus emociones nobles. Ella no está dispuesta a sacrificar nada por el bien de todo lo demás, siempre buscará la manera de salvar a todos aunque eso los mate en el proceso.

Me considero una persona más fría y calculadora, así fuí criada, no me interesa el bienestar de una persona si esta me lleva a poner en peligro a miles más.

─Princesa Levanna. ─Reth interrumpe mis pensamientos, me detengo en mí caminata sin mirarlo─. Su madre solicita su presencia. Dice que aún tiene asuntos que resolver con su hermana y con usted.

Sin contestar me giro y camino seguida por él, había logrado escapar de mi inútil guardia ─cosa, que nunca había podido lograr con Max─, pero Reth conocía los lugares solitarios tanto como Maxim, para ellos no era difícil encontrarme.

La presencia de Reth me incomodaba, tan solo tener que observar su porte de guardia perfecto, con aquel uniforme entallado negro, esos ojos cafés extremadamente claros y su cabello castaño rapado a los lados me causan un sentimiento de amargura y compasión, sé está enamorado de Arianna y ella es tan despistada que no logra enterarse, aquella situación me disgusta pues sé que su lealtad no está en la corona sino en la atracción hacia mi hermana.

Al llegar al salón principal siento como la ansiedad me invade de nuevo, no quiero entrar y escuchar otro sermón sobre lo que debemos hacer las próximas semanas.

Después de la noticia la tensión entre Arianna y yo creció visiblemente y no era para menos, estábamos siendo obligadas a competir por una corona que durante casi dieciocho años se nos prometió, y ahora me sentía en un estúpido concurso de talentos donde debes demostrar que eres mejor que los demás.

Adentro ya se encontraba mi hermana, camino segura de mi pero sin mirarla, no puedo, no aún, me siento mal por la situación y aún no sé cómo enfrentarla.

Mi madre nos dio nuestros nuevos itinerarios, y algunas cosas que debíamos saber para futuras referencias.

Cuando por fin terminó, nos permitió seguir con nuestro último día libre.

En cuanto las puertas se abrieron no dude en salir lo más rápido que pude de ahí, quiero estar sola, y seguir sumergiéndome en mis pensamientos en los lugares más alejados que pueda encontrar.

─Levanna. ─me detengo al escuchar a Arianna llamarme apenas comienzo mí camino.

Me tomo un momento antes de girarme y encararla, al verla puedo observar lo indefensa y vulnerable que parece en estos momentos, su vestimenta siempre ha sido sencilla a comparación con la mía, ella también ha optado por dejar los vestidos ostentosos y llamativos para las ocasiones especiales.

─ ¿Pueden dejarnos solas un momento? ─se dirige hacia Reth y al guardia que mágicamente ha aparecido en cuanto salí de la sala.

Ambos hombres se inclinan y se alejan cada uno por un lugar diferente. Mantengo mi cabeza firme y enarco una ceja al ver que se queda callada mirando sus manos sin saber que decir, le sigo el juego por unos segundos pero mi paciencia es muy pequeña.

─ ¿Necesitas algo? ─pregunto con más brusquedad de la que pretendía.

─No lo hagas ─susurra─, no me hables de esa manera. No tienes por qué hacerlo. ─se acerca hasta mí con cautela como si fuera a rechazarla en cualquier momento─. Somos hermanas, no tenemos que competir entre nosotras. ─me toma de la mano y puedo ver el entusiasmo crecer en su semblante─. Podemos encontrar una solución.

─ ¿Cómo pretendes que haremos eso? ─siento que el enojo empieza a hacer presencia aunque me resisto─. La corte y el pueblo ya hablaron.

─Este reino fue preparado para sus dos princesas tienes tanto derecho como yo y eso no cambiará.

─ ¿Y qué pretendes hacer entonces?

─Pensaré en algo. Te lo prometo, las dos portaremos la corona.

Su voz está llena de seguridad y convicción, pienso por un momento en desconfiar de ella pues así es mi naturaleza, fui criada para desconfiar de todos, pero es mi hermana, ella sería incapaz de traicionarme ¿no?

─De acuerdo ─acepto un poco dudosa─. Lo haremos juntas.

Le sonrío un poco cuando veo la emoción en su rostro, ella siempre ha sido frágil y amable con cualquiera que se le acerque, no importa con que intenciones lo hagan nunca se porta de manera incorrecta, a diferencia de mí que no soporto ─en su mayoría del tiempo─, que me dirijan la palabra si no es de gran importancia.

Mi padre pensó que por eso ella sería una buena reina, bondadosa, comprensiva y de gran corazón hacia sus pobladores, mi madre difería de aquello. Pensar en mi papá aún me nubla los ojos, nunca logré descifrar que es lo que pensaba de mí, y ya nunca lo podré hacer.

La sensación de opresión en el pecho empieza a alertarme, no quiero llorar, no enfrente de alguien. Necesito irme, siento las lágrimas acumularse en mis ojos y me obligo a respirar hondo y alejarme de Arianna.



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En el texto hay: reinos, guerras, princesa

Editado: 16.07.2021

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