Equipo de padres solteros

Capítulo 7. Los sueños de una mujer

♥︎

Mathis miró hacia el asiento trasero y algo aleteó en el interior su pecho. El asiento trasero no había llevado a una mujer en años; producía una calidez inexplicable encontrar a Daniela al lado de Remi.

La mujer estaba ahí en compañía de su hija que jugaba con Remi y unos cubos de colores. La joven madre lo descubrió mirándola y le regaló una sonrisa. Mathis respondió igual y regresó la atención al camino.

—¿Todo bien, señor? —preguntó Thomas en ese tono servicial que a Mathis le desesperaba tanto. Lo había acompañado desde Londres, era la persona más leal que conocía y lo consideraba un amigo, no simplemente su chofer.

—Sí, Thomas, todo perfecto.

—¿Desea que vaya por el médico después de dejarlos en casa?

—No, así está bien… Dijo que iría en un rato.

Thomas hizo un asentimiento y continuó conduciendo en silencio.

Mathis volvió a mirar a su hijo, sabía que mintió sobre sentirse mal y sólo quería ir a casa; luego hablaría con él. Lo alegraba ver que volvía a ser amigo de Any, siempre le hablaba de ella y se había entristecido mucho con la mordida. Su hijo no estaba acostumbrado a que personas que quieres te lastimen, a pesar de que su madre estaba haciendo eso con ellos al no visitarlos luego del divorcio.

La risa de Daniela avivó nuevamente ese aleteo en su pecho.

Mathis respiró hondo y trató de concentrarse en su celular para distraerse, pero consiguió lo contrario porque su hermano, experto en todo lo relacionado con computadoras, había creado una imagen con inteligencia artificial de Daniela y Mathis en el altar.

Él apagó rápido la pantalla del celular y se cercioró de que Daniela no lo hubiera visto; la mujer continuaba jugando con los niños.

Nathan era muy perspicaz, así llegó tan alto. Sólo le bastó ver cómo Mathis miraba a Daniela para saber que ahí estaba sucediendo algo… ¡Ni siquiera Mathis sabía eso!

Mathis se jactaba de ser un pragmático con buen humor. Detestaba estar enojado, incluso fingía no estarlo cuando la ira bullía en su estómago. Él era alegre, no podía describirse de otra forma, era de aquellos que hacían bromas hasta de sus desgracias porque… también era su mecanismo de defensa. Bien o mal, lo había ayudado a sobrellevar la partida de Inés cuando sólo dejó una carta en la sala y se fue de la casa.

De la noche a la mañana se convirtió en papá soltero. Inés no quería la custodia de sus hijos, por el contrario, los entregaba a Mathis y ese acuerdo permaneció hasta cuando firmaron el divorcio, que fue la última vez que la vio.

Mathis era muy malo para juzgar, también odiaba eso. No quería juzgar a Inés, en serio que no, era la madre de sus hijos, trajo a la tierra a los seres humanos que amaba más que a él mismo y por eso siempre le estaría agradecido y la protegería, pero… ¿cómo pudo marcharse así?  ¿Por qué no le dijo lo que sentía?

Inés, en su carta, confesó que sentía que su vida como mujer se terminó luego del nacimiento de su segundo hijo. Que aquella alegría desbordante, que una vez enamoró a Mathis, se esfumó lentamente luego del nacimiento de Jolie, su primera hija, y terminó de desaparecer cuando nació Remi. No imaginaba su vida así, no quería.

Inés era una aventurera. Mathis la conoció en un pub en Londres; era una enigmática española que amaba viajar, ya había recorrido más de quince país y pensaba todavía viajar mucho más.

Pero llegó el amor…

Inés y Mathis se enamoraron a primera vista. Todo cambió después de esa noche y no volvieron a separarse; seis meses después se enteraron de que estaban embarazados e Inés se quedó indefinidamente en Londres.

Luego todo fue hermoso para Mathis. Se convirtió en padre, colmó de cariño y lujos a Inés; fue la mejor época de su vida, pero para Inés fue todo lo contrario.

Mathis recordó cómo en una ocasión, cuando llegó del trabajo y la encontró amamantando, pensó que lucía como una rosa marchita y se detestó por pensar aquello de la madre de sus hijos. Pero esa tarde Inés miraba por la ventana con los ojos anegados de ilusiones frustradas mientras cargaba a Remi en brazos y lo amamantaba.

Se suponía que ser madre era lo mejor que podía sucederle a una mujer, ¿por qué Inés no era feliz? Mathis no entendía, nunca lo hizo y eso le provocaba culpa, pensaba que si quizá hubiera puesto más atención a lo que sucedía con Inés, ella no se habría marchado; pero los problemas económicos de la editorial empezaban, se distrajo y ella se fue.

Entonces empezó a educar solo a sus hijos sin saber cómo responder cuando Jolie preguntaba por su mamá; Remi era demasiado pequeño y no recordaba mucho, sólo la mencionaba cuando alguien más hablaba de su madre.

Ser papá soltero lo hacía feliz. Por su cabeza no había pasado la idea de tener otra pareja, ¿cómo iba a hacerles eso a sus hijos? Jolie enfurecería, si ya ponía mala cara cuando lo descubría mirando a alguna mujer guapa que pasaba a su lado. Pensaba que lo menos que podía hacer por ellos era permanecer soltero y volcado en su crianza y educación, después de todo, parecía que fue su culpa que su madre los abandonara.



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En el texto hay: padre soltero, madre soltera, jefe y empleada

Editado: 21.12.2023

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