Equipo de padres solteros

Capítulo 12. El vendedor de piedras

♥︎

Daniela apagó el monitor de su computadora nueva, respiró hondo, exhaló y echó un vistazo al desorden que predominaba en su escritorio nuevo.

Mathis era un jefe exigente, mas eso no lo convertía en un ogro o en alguien grosero, sino que era un buen líder. Él cumplía con sus obligaciones y deberes como el C.E.O. de la empresa, además se involucraba con ellas en las nuevas asignaciones.

Daniela consideró que tal vez su nuevo jefe no dormía lo suficiente o no se explicaba cómo encontraba horas para hacer todo. Esa misma mañana había despertado con un extenso correo electrónico donde le señalaba varias novelas que quería que revisara. Ella lo hizo, le llevó todo el día, y no encontró nada que pudiera sacar adelante a la editorial.

Sin embargo, Lisa tuvo más suerte. Encontró una historia decente sobre vampiros que Daniela revisaría el lunes, cuando regresaran de su fin de semana, y se veía prometedora.

Lisa ya se había marchado, tenía una fiesta. Daniela, por el contrario, se quedó una hora más en la oficina a avanzar mientras esperaba que su ex esposo diera muestras de vida en sus redes sociales.

Ella lo tenía bloqueado en todos los sitios en internet, pero mantenía una cuenta falsa que sólo usaba para las situaciones desesperadas como esa. Tenían que hablar, de madre a padre, porque Any no quiso confesarle que lo llamó, aunque la notaba triste y decaída.

Daniela revisó nuevamente las redes sociales de su ex esposo sin disimular la mueca de desagrado, como si estuviera olfateando basura. El hombre acababa de publicar un video, ella reconoció de inmediato el bar.

Ordenó como pudo su escritorio, recogió sus cosas y salió de su nueva oficina; no pudo evitar dirigirle una sonrisa aprobatoria antes de cerrar la puerta de cristal.

Estaba por abordar el ascensor cuando vio la puerta de la oficina de Mathis entreabierta. Su secretaria se había marchado temprano y el piso entero estaba vacío, a excepción de ellos dos.

El ascensor abrió sus puertas en su cara. Daniela vaciló. Primero miró el interior del cuadrado, luego de nuevo hacia la oficina de Mathis y, por último, hacia el techo, aunque en realidad intentaba divisar el cielo nocturno por arriba de su cabeza.

«¿Qué estoy haciendo?», se preguntó mientras encaminaba sus pasos hacia la oficina de Mathis. Dudó un instante antes de tocar con suavidad la elegante madera, pero lo hizo y sintió que el corazón le dio un vuelco cuando Mathis dijo «adelante».

Daniela empujó despacio la puerta y encontró a su jefe concentrado en la tableta electrónica. Descansaba con la espalda relajada en su silla, una taza de café humeaba sobre el escritorio y no portaba el elegante saco que había dejado en el perchero.

Mathis apartó la vista de la pantalla y no disimuló su sorpresa al descubrir a Daniela en el umbral de la puerta.

—Daniela, ¿pasa algo? —preguntó preocupado.

Ella reaccionó y sonrió con nerviosismo.

—No, no, nada… Ya me iba y vi que continuabas trabajando, sólo venía a despedirme.

—¿Te he dejado mucho trabajo y tuviste que trabajar horas extra? No olvides registrarlo al salir para que te pague por ese tiempo.

—Gracias, pero no… no es eso.

Daniela cambió de brazo su bolso por simple nerviosismo.

—¿Estás bien?

—Sí, claro… Yo…

Y ahí estaba, ese muro que construyó a su alrededor cuando William rompió su corazón. Se había dejado llevar como una niña tonta que creía en los chicos malos de las novelas románticas con esa apariencia rebelde en ropa negra, tatuajes, piercings y cabello largo; descubrió de la peor manera que todo eso era ficción y que la realidad estaba muy lejos de esos hombres que actúan mal con el mundo entero menos con su pareja.

Mathis era tan diferente.

Ella no pudo controlar el sonrojo. Notó que había pasado mucho tiempo callada y decidió hacer una pequeña grieta al muro porque… no sabía por qué.

»Estaba esperando a saber en dónde estará hoy William, mi ex esposo, para ir a hablar con él de Any.

—¿Y ya lo averiguaste?

—Sí, está en un bar en Brooklyn.

—¿Irás sola? ¿No te acompaña Lisa?

—Lisa tenía una fiesta y… no le dije.

Mathis asintió.

—¿Quieres que te acompañe?

Daniela soltó un respingo como si alguien la hubiera asustado por la espalda. Él sonrió al ver su reacción.

—No, no, no te preocupes… Debes querer llegar a casa con tus hijos y…

—Jolie tiene una pijamada en el departamento con sus amigas y Remi ya está durmiendo… No tendría inconveniente en acompañarte, claro, si quieres.

Daniela volvió a cambiar de brazo su bolso, era algo que hacía cuando estaba tan nerviosa.



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En el texto hay: padre soltero, madre soltera, jefe y empleada

Editado: 21.12.2023

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