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William se desconcertó por una breve fracción de tiempo, pero rápido recobró la compostura e inspeccionó al hombre que lo miraba de forma amenazadora. No necesitaba ser un genio para saber que, fuera quien fuera, no estaba bromeando y lanzando amenazas vacías.
Aun así, no estaba en su ADN intimidarse, aunque supiera que podía estar a segundos de terminar sin un par de dientes.
William plantó cara a Mathis. Se irguió para hacer lucir su escaso metro setenta y trató de no cohibirse con el metro ochenta y algo del hombre que acompañaba a su ex esposa.
—¿Tu nuevo novio se siente muy valiente? —rio William y dejó relucir una sonrisa confiada.
—¿Todo bien, Will? —preguntó un hombre recargado en la barra el bar—. ¿Necesitas ayuda?
Daniela se pegó más al cuerpo de Mathis, lo tomó del brazo y dijo en voz baja:
—Mathis, no, todos estos imbéciles son sus amigos.
Mathis apretó los puños sin retroceder ni un centímetro.
—¡Todo bien! —rio William—. Ya se van, ¿no es así?
—No —contestó Daniela con aplomo y poniéndose al lado de Mathis—. Acabamos de llegar y vamos a hablar del mal padre que eres con Any.
William encogió los hombros y colocó las manos sobre la cintura.
—No sé de qué me hablan, soy un buen padre.
—Hace meses que no la vas a ver —contradijo Daniela en tono alto para que sus amigos escucharan. Estaba harta de que todos creyeran que era un padre ejemplar—. Vives a diez minutos de nosotras, ¿no puedes encontrar un momento para ir a verla?
El tono alto de Daniela y la pausa en la música ocasionó que varias personas escucharan la acusación.
Mathis rio al notar el nerviosismo en William mientras se cercioraba con la mirada de que era el centro de atención.
—Salgamos a hablar —dijo el ex esposo de Daniela.
—No, aquí está bien —sonrió Mathis.
William y Mathis intercambiaron un letal juego de miradas.
—He estado ocupado, Daniela, sabes cómo es mi trabajo —se excusó William—. Iré esta semana, ¿contenta?
Daniela avanzó dos pasos más y, sin previo aviso, tiró del brazo de William.
—Tienes un tatuaje nuevo, William, tienes tiempo para un tatuaje, pero no para ver a tu hija que te llama desde otros números para que contestes… ¡Ella no es tonta, sabe que no contestas intencionalmente mis llamadas!
Los murmullos comenzaron a propagarse. Daniela sospechó que intencionalmente no reproducían la siguiente canción para que todos pudieran escuchar la discusión.
—Daniela, no es un buen momento, tengo trabajo —espetó William—. En la semana paso a verla.
—¿Y su dinero? —continuó ella—. Porque Any no vive de aire, ¿sabías?
—¡No me ha ido bien!
—¡Pero lo suficientemente bien para pagar un tatuaje! —exclamó Daniela—. Y, ¿sabes? Ella no necesita de tu dinero, puedo mantenerla muy bien, pero es su derecho y no es justo.
William frunció el entrecejo, apretó los puños y echó otra mirada desafiante a Mathis:
—Sí, supongo que revolcándote con este tipejo consigues dinero suficiente.
Todo fue muy rápido. Mathis estaba al lado de Daniela en un segundo, pero al siguiente ya tenía el puño a centímetros del rostro de William, quien temblaba como un ratón asustado con la espalda pegada a la barra del bar mientras varios chicos trataban de alejar a Mathis.
—¡Repite eso! —gritó Mathis.
William consiguió escapar por un costado, aunque tropezó con unos bancos y cayó desparramado.
Daniela pensó en lo patético del espectáculo, ¿cómo pudo enamorarse de alguien tan ridículo?
—¡Ya! ¡No romperé la cara de este tarado! —exclamó Mathis y los chicos lo soltaron, aunque permanecieron cerca. Él no sabía si era por proteger a William o para escuchar toda la pelea.
—¡Esto no se quedará así! —amenazó William mientras se ponía en pie con la ayuda de dos hombres más—. ¡No pueden venir y tratar de golpearme!
Daniela cruzó los brazos y dijo:
—Tampoco puedes hacer esas acusaciones, que son mentira, pero ¿y si no lo fueran? ¿Con qué cara intentas hacerme sentir mal por conseguir dinero para darle de comer a tu hija que simplemente decides ignorar?
Murmullos.
Daniela sabía que William era de los hombres que desperdigaban amor por su hija con amigos y en las redes sociales, pero que en realidad nunca fue ni siquiera un padre decente.
Su ex esposo comenzó a temblar. Daniela entendió que acababa de destrozar la imagen de «buen y amoroso padre», que con tanto trabajo se encargó de que sus amigos le creyeran.
—¿Willy?