Equipo de padres solteros

Capítulo 15. La reina de las mariposas Monarca

♥︎

—Mira, Mathis, ella empezó y sinceramente no tengo que soportar los insultos de nadie, así que…

—Ya sé —interrumpió él y cambió la expresión furiosa por su acostumbrada sonrisa amigable—. Hablaré con ella el lunes, posiblemente la cambie de puesto hasta que reflexione lo que hizo.

Daniela se quedó boquiabierta.

—¿Vas a sancionarla?

—Por supuesto que voy a sancionarla, aunque preferiría despedirla, pero supongo que adivinas que no es tan sencillo… —Él dio un largo suspiro como si aquello lo enojara en demasía—. Muchos escucharon la discusión, saben que ella empezó y halagaron tu autocontrol por no reventarle la bandeja en la cabeza.

La mujer esbozó una sonrisa incrédula.

—Yo igual estoy asombrada de mi reacción, supongo que es la vejez.

—O la madurez —corrigió Mathis—. Eres joven, tienes treinta años y una hija, eres madura.

Daniela se permitió inflar un poco el pecho con orgullo, era verdad.

—Sea como sea, al menos no creo poder regresar hoy al trabajo —Ella señaló el edificio—. Ni ningún otro fin de semana…

Mathis contempló la mirada entristecida de Daniela. Era obvio que necesitaba ese dinero. Él conocía su sueldo, lo revisó cuando descubrió la llamada de William, y sabía que era un sueldo decente, pero también sabía que el preescolar donde estaba su hija no era exactamente de los más económicos, sino todo lo contrario. Tampoco la culpaba por costear algo que podía salir de su presupuesto, sólo era una madre que quería el mejor nivel educativo para su hija.

—¿Y si mejor regresas a la fiesta?

Daniela soltó una carcajada forzada.

—Imposible, todos me verán y continúo con el uniforme de mesera.

Mathis metió las manos en los bolsillos de su elegante traje negro, se aclaró la garganta y rogó que la escasa luz del alumbrado público disimulara su sonrojo cuando habló:

—Eres una mujer muy guapa, es normal que la gente te mire cuando llegas, Daniela…

Ella se ruborizó sin que la oscuridad pudiera hacer algo por encubrirla.

—Mathis… Gracias…

—Y sobre la ropa, estamos en Nueva York —dijo él y señaló la calle—. Busquemos una tienda y compremos algo, ¿te parece?

Daniela asintió porque fue traicionada por su vanidad femenina; cuando quiso negarse, ya era muy tarde porque Mathis se encontraba llamando a Thomas para que pasara a buscarlos en la camioneta.

Mathis extendió la mano hacia Daniela. Ella primero lo miró a los ojos, compartieron una sonrisa y luego aceptó su agarre.

Mathis se estremeció.

Daniela suspiró.

Sus pasos eran lentos y pausados mientras se acercaban hasta la calle para esperar por Thomas.

Ella pensaba en que no recordaba si alguna vez William la tomó de la mano para caminar juntos, no era precisamente romántico, y siempre se preguntó cómo se sentiría vivir algo así, algo tan simple y a la vez tierno.

Él recordaba las palabras de su hermanito «Siempre das demasiado, no entregues tanto» cuando le advirtió sobre Inés; al final tuvo razón, pero esos detalles eran parte de Mathis. No podía controlar lo mucho que le gustaba ese burbujeo en el pecho cuando estaba cerca de una persona que le interesaba y eso no sucedía desde su ex esposa.

«Jolie me matará», pensó Mathis.

Thomas se detuvo frente a ellos. Mathis abrió la puerta trasera de la camioneta, ayudó a Daniela a subir y luego lo hizo él.

—¿A dónde vamos, señor?

—A dar vueltas hasta encontrar una tienda de ropa —respondió Mathis.

Thomas los miró a través del espejo retrovisor; estaban tan sonrojados que parecían tener fiebre.

El chofer río por lo bajo, esperaba que esa dulce chica pudiera corresponder los sentimientos de su jefe.

No tuvieron que recorrer demasiado. Encontraron una tienda de ropa apenas una calle más adelante, muy cerca de Central Park, así que Daniela sabía que ahí las prendas tendrían varios ceros en las etiquetas.

—Debe ser ropa de algún diseñador famoso —dijo Daniela—. No es necesario, en serio.

—Claro que sí —insistió él—. Es importante que estés en la fiesta.

—Mi trabajo no es tan importante, además está Lisa.

Mathis negó.

—Es importante para mí que estés en al fiesta, Daniela.

Y, antes de que perdiera la cara por la vergüenza, el hombre abandonó la camioneta.

Daniela enrojeció más y miró a Thomas, el hombre le sonrió sobre el hombro y dijo:

—A la única mujer que lleva de compras es a su hija, yo creo que eso dice mucho de él…



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En el texto hay: padre soltero, madre soltera, jefe y empleada

Editado: 21.12.2023

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