Era pagarte, no Amarte

4

Conozco a Sheldon desde mis quince años. Al principio, nuestra relación era un completo desastre. Él tenía veintidós, recién graduado de la universidad, sin experiencia alguna, pero mi abuelo decidió contratarlo. No lo hizo por sus títulos ni por su juventud, sino porque vio en él algo que en estos tiempos escasea: la lealtad. Mi abuelo siempre tuvo esa habilidad casi sobrenatural para reconocer esa cualidad en las personas.

El día en que lo asignaron a trabajar conmigo, Sheldon pensó que sería como un niñero, condenado a lidiar con una niña caprichosa, malcriada y mimada, como muchos suponen que son los hijos de familias acomodadas. Pero para su sorpresa —y quizás para su decepción—, yo no era así.

Con el paso de los días, se dio cuenta de que no era nada de lo que había imaginado. Para nuestra sorpresa mutua, comenzamos a llevarnos bien casi de inmediato, hasta convertirnos en amigos cercanos. Con el tiempo, se transformó en alguien imprescindible en mi vida, aunque lo nuestro jamás fue un vínculo común: frente a otros mantenía siempre la cordialidad, distante y correcto, pero cuando estábamos a solas, su trato cambiaba por completo.

Sheldon podía olvidar toda formalidad y regañarme como lo haría un hermano mayor. Aprovechaba cualquier oportunidad para lanzarme sus comentarios bruscos, con esa rudeza disfrazada de cariño que nunca buscaba herirme. Y yo, por supuesto, sabía cómo devolverle esas molestias con la misma intensidad. Esa era nuestra manera de querernos: entre pullas, reproches y un afecto encubierto bajo la máscara de la ironía.

Y aunque a veces me sacara de quicio, debía reconocer que, en los momentos más difíciles, él siempre había estado ahí.

En medio del camino, el teléfono de Judith sonó: era su madre. Al parecer, ya se había enterado de que ella y Amber se habían dado un tiempo. No quería escuchar la conversación, pero dentro del mismo auto resultaba imposible evitarlo. Para distraerme, decidí abrir la carpeta con la información de Judith. De esa manera, cuando terminara de hablar con su madre, podríamos centrarnos en conocernos de una forma más ordenada.

Comencé con lo básico: su nombre completo, lugar de nacimiento, la universidad donde se graduó... cosas que ya sabía y que, sinceramente, resultaban aburridas de leer otra vez. Sin embargo, lo realmente interesante estaba más abajo.

La lista de certificados era interminable: ingeniería industrial, primeros auxilios, robótica, mecánica...

—¿Mecánica? —susurré incrédula, sonriendo nerviosamente antes de continuar.

Mecatrónica, repostería, gestión de proyectos, ciberseguridad, marketing digital, comercio electrónico, diseño gráfico, edición de video... ¿Acaso era un genio? Todo tenía. Ahora entendía por qué todos la consideraban la candidata perfecta para ser la sucesora de la empresa Preston.

Esto ya rozaba lo absurdo. Solo faltaba un certificado de ingeniería nuclear...

—No puede ser —murmuré, con el ceño fruncido, cuando lo encontré al final de la lista.

Me quedé incrédula. ¿Para qué iba a necesitar algo como eso? Y entonces comprendí lo que Robert había querido decirme: casarme con ella era más que beneficioso. Judith no solo estaba preparada, estaba más calificada que yo en todos los sentidos. Si hubiera tomado el control de su empresa, hubiéramos tenido incontables inconvenientes.

No sé por qué sonreí, pero la idea me causó una extraña emoción. La rivalidad entre nosotras habría sido tan intensa que seguramente me habría vuelto loca. Sí, indiscutiblemente, ella hubiera sido un dolor de cabeza.

Seguí leyendo y las sorpresas no acababan: era ambientalista, defensora de los derechos humanos, de las mujeres, de la comunidad LGBT, de los animales... además de participar en protestas. Aquello me intrigó. ¿Cuántas veces lo habría hecho sin que la prensa se enterara de que era la hija y sucesora de los Preston? Tomé nota mental de averiguarlo.

Pasé a la parte de sus hobbies y casi me atraganto con mi propia saliva.

—¿Esquiar? —me quedé congelada—. No tiene el físico de alguien que esquía... —me reprendí mentalmente por ese pensamiento superficial.

Bien, también le gustaba acampar, comer...

—¿Comer es un hobbie? —pensé confundida. Otra nota mental: descubrir qué le gustaba exactamente.

Continué. Surfear, perseguir la perfección...

—¿La perfección es un hobbie? —fruncí el ceño, convencida de que había un error en la redacción de la carpeta.

Como si hubiera leído mi mente, Sheldon susurró a mi lado:

—No está mal nada de la información de la señora Judith.

—Debe de haber un error aquí —murmuré entre dientes.

—No lo hay, Jefa. Y anticipando su ceño fruncido... debo advertirle que aún no llega a la parte divertida —se burló con descaro, como siempre.

Gracias a las palabras de Sheldon continué leyendo, ahora con más curiosidad. Llegaba a la parte de "cosas que no le gustan" —y en paréntesis, "que la enojan"—.

La imperfección, la impuntualidad, el desorden, el descaro, las mentiras, la imprudencia, el despotismo, la falta de educación, el irrespeto al espacio personal, los malos modales, la pereza...

—¿Pereza? —pensé con un sobresalto. Eso sí que me tocaba de cerca, porque, aunque no lo admitiera en voz alta, la pereza era algo que me caracterizaba un poco. No era para tanto, me dije, pero al parecer para ella sí.

Seguí leyendo: personas descorteses, que no dejes el teléfono cuando hablas con ella, y muchas otras cosas. En resumen, parecía molestarle casi todo. Reí nerviosa, sintiéndome observada por la lista como si me juzgara.

De inmediato escuché a Sheldon reír bajito, satisfecho de que hubiese llegado a la parte que tanto esperaba.

—Es una mujer interesante y complicada —susurró con tono cómplice.

—Complicada... no creo que esa sea la palabra —quise corregirlo, justo antes de que un sonido nos interrumpiera.

Un pequeño grito contenido salió de los labios de Judith mientras hablaba con su madre por teléfono.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.