(Narrado por Lucía)
Era un sábado tranquilo, de esos tan aburridos que no daban ganas de hacer nada.
El timbre de mi celular sonaba sin parar hasta lograr despertarme. Un mensaje de Miguel:
Miguel: Lucía, lo conseguí. ¡Tenemos plan!
Calle Medellín #3811. Paso por ti a las 7.
No acepto un no por respuesta.
Lucía: Amigo, no tengo ganas.
Miguel: NO ACEPTO UN NO.
Miguel no es exactamente el chico más popular de la escuela, pero se las ha arreglado para ser bastante conocido. Especialmente para ser de primer año.
Tiene quince años, como yo, piel morena, cabello castaño ondulado y unos ojos verdes que llaman la atención y una personalidad cálida y divertida.
Muchas chicas suspiran por él, aunque rara vez sale con alguna.
Supongo que eso lo hace más interesante. O más misterioso.
Nos conocemos de toda la vida.
Crecimos juntos gracias a que nuestras familias siempre han estado muy unidas.
Bajé las escaleras para dirigirme a la cocina, donde mi madre preparaba el almuerzo.
—Mamá, saldré más tarde con Miguel. Ha insistido en que iremos a una fiesta. Pasará por mí —dije mientras tomaba una fruta.
—¿Necesitas dinero? —preguntó mientras seguía preparando la comida.
Acepté su oferta; unos cuantos pesos más no vendrían mal, realmente.
Subí a mi cuarto a elegir el atuendo para la noche. La verdad, no tenía idea de qué usar, así que tomé mi pantalón negro favorito, una playera de mi juego favorito y una chaqueta de mezclilla lo suficientemente delgada para no pasar calor, junto con mis tenis negros favoritos.
No soy exactamente popular. Conozco a un par de personas gracias a Miguel, pero no soy del tipo de persona que gusta llamar la atención.
Estatura promedio, tez blanca, cabello castaño por debajo de los hombros. Diría: alguien bastante normal.
Aun así, gente como Miguel sigue acercándose a mí.
Por fin dieron las 7, y Miguel estaba puntual en mi casa.
Desde que sus padres le enseñaron a manejar y le dieron un auto, me ha obligado a salir con él usando la excusa de que “él pasará por mí”.
Lo cual, siendo sincera, es genial cuando realmente quiero salir.
Miguel bajó de su auto y se dirigió a la sala, donde mi madre veía una serie. La saludó mientras prometía cuidarme bien.
Mi madre saludó alegremente a Miguel y nos dejó ir sin dramas.
Cuando se trata de salir con él, nunca se niega. Realmente le agrada.
Incluso ha insinuado, en tono de broma, si no tenemos una relación a escondidas.
Pero por Dios, no.
Miguel es como mi hermano. Mi mejor amigo.
Y, a decir verdad, no recuerdo haberme “enamorado” completamente de ningún chico.
En secundaria salí con un par de ellos, pero ninguno duró más de un mes.
Principalmente porque terminé con ellos al darme cuenta de que no me interesaban tanto como yo a ellos.
—Muy bien, vámonos —dije mientras subía al auto.