(Narra Lucia)
El camino fue corto, pero sentí que duraba una eternidad. Miguel hablaba sin parar sobre la fiesta. Estaba emocionado, como siempre. Comentó que había sido organizada por los de tercer año, que habría comida gratis y, por supuesto, alcohol.
Nunca he tomado. La verdad, no me llama la atención, y su sabor no es de mi agrado. Aun así, dejé que Miguel siguiera hablando durante todo el trayecto. Yo solo me limité a asentir y sonreír. A veces, su energía es suficiente para los dos.
Al llegar, me sorprendió ver una casa tan grande. Luces brillantes dentro y fuera, música fuerte, risas, gritos, y por supuesto… casi toda la preparatoria estaba ahí.
Tragué saliva y entré con Miguel.
No conocía a nadie. O eso creía.
Miguel me presentó a un par de personas, luego me dejó en la cocina mientras iba a saludar a alguien más.
Tanta gente, tanto ruido, luces por todos lados. Me estaban abrumando.
No soy exactamente antisocial, pero hoy, especialmente, no tenía ganas de salir de mi cuarto.
—Toma —dijo Dan, un amigo de Miguel, sacándome de mis pensamientos mientras me ofrecía un vaso.
Tomé un sorbo, y no pude ocultar mi cara de disgusto.
—¿Qué es esto? —pregunté.
Dan se rió.
—No lo sé. Los de tercero lo prepararon y han dejado que todos tomen.
Salimos de la cocina y nos unimos a un grupo de amigos de Dan. Para mi sorpresa, entre ellos estaba Raquel, una compañera de clase con quien había trabajado en algunas tareas. Siempre me pareció una chica agradable, con unos rizos increíbles y una sonrisa fácil. También le encantaban los videojuegos.
—Me encanta tu camisa —dijo Raquel con una sonrisa amistosa.
Le agradecí con una risa tímida, mientras tomaba otro sorbo de mi vaso. Una vez más, no pude disimular mi disgusto.
Raquel lo notó.
—No está tan malo… si lo mezclas con algo —dijo mientras me ofrecía de su vaso.
Lo probé y, aunque el sabor mejoraba, seguía sin ser de mi agrado.
La plática entre Dan, Miguel y sus amigos era interesante… pero no lo suficiente para mantener mi atención.
Raquel notó mi aburrimiento, así que insistió en que diéramos una vuelta por la casa.
Recorrimos cada pasillo y el patio mientras reíamos y hablábamos de tonterías y videojuegos. Después de tanta caminata, decidimos volver a la sala, donde Miguel y Dan seguían conversando.
—¿Nos extrañaron, chicos? —preguntó Raquel con una sonrisa.
—¿En serio se habían ido? —dijo Dan en tono de broma.
Me estaba empezando a divertir. Tal vez el vaso de esa bebida misteriosa comenzaba a hacer efecto.
Raquel y yo regresamos a la cocina.
—¿Otro intento fallido? —preguntó al ver mi expresión cuando probé nuevamente la bebida.
—No es lo mío —respondí con una risa ligera—. Pero algo tiene que servirme para sobrevivir esta noche.
Mientras me servía con cuidado, la campana de la puerta trasera sonó. Entró un grupo de personas riendo, cargando bolsas con botanas. Uno de ellos dejó una bolsa sobre la mesa, justo frente a mí. Fue entonces que la vi.
No la conocía. O al menos no lo recordaba.
Tenía el cabello oscuro recogido en una coleta desordenada, y llevaba una camisa amplia de cuadros que parecía robada del clóset de alguien más. Su risa fue lo primero que noté. Sonaba real, de esas que contagian.
Alzó la vista por un segundo. Nuestros ojos se cruzaron. Unos ojos cafés brillantes me atraparon.
Solo fue un instante. Pero bastó.
Yo aparté la mirada primero, como si me hubieran atrapado mirando algo que no debía. Sentí las mejillas arder.
—¿Todo bien? —preguntó Raquel, mirándome con curiosidad.
—Sí. Solo… creo que necesito aire.
Raquel asintió, sin hacer más preguntas.
Pero mientras salíamos de la cocina, no pude evitar voltear de nuevo.
Ella seguía allí, riendo con sus amigos, como si no hubiera pasado nada.
Mi cara ardía cuando llegamos con los chicos, quienes habían visto todo… pero fingieron no saber nada.
Quedé absorta en mis pensamientos hasta que Miguel y Raquel me interrumpieron.
Antes de que pudieran decir algo, hablé yo:
—¿Quiénes eran esos chicos de la cocina? —pregunté a Miguel.
—Oye, no conozco a todo el mundo —respondió encogiéndose de hombros—. Pero el chico alto, moreno, se llama Jesús va en mi club de básquet. Es de segundo año. ¿Acaso te interesa? —añadió con una sonrisa burlona.
—¿O acaso la chica a su lado? —preguntó Raquel, tomándome por sorpresa.
Sentí cómo el estómago se me apretaba un poco.
—Ella es Clara —continuó—. Va en el grupo 3, igual que nosotras es de primer año, pero al parecer solo se junta con amigos mayores —dijo mientras señalaba discretamente hacia el grupo que salía al patio trasero.