Eras tú, aunque no lo dijera

CAPITULO 3 -Platica casual

(Narra Lucia)

Mis amigos hablaban, se movían, me incluían… pero mi mente seguía atrapada en mis pensamientos, aunque, siendo honesta, no pensaba en nada concreto. Solo flotaba.

—Estás muy callada —dijo Miguel, dándome un codazo suave.

—¿Sí? —intenté sonar natural.

—Sí, hasta Dan lo notó. Y eso que él solo nota a quien le quita el vaso —bromeó.

Raquel me lanzó una mirada curiosa desde el sofá. Yo desvié la vista y fingí revisar mi celular. Necesitaba distraerme.
Necesitaba fingir que no había pasado nada.

—¿Por qué no salimos al patio trasero? —sugirió Dan mientras se cubría los oídos—. No soporto más el ruido.

Todos asentimos y caminamos hacia la cocina para salir por la puerta que daba al patio.

Mientras cruzábamos, Raquel se acercó a mí y bajó un poco la voz.

—¿Tu silencio es por el grupo de chicos de antes? Lo de Clara fue solo una broma, por si te incomodó —dijo con un tono sincero.

—No me incomodó —respondí con calma.

Hubo una breve pausa antes de que añadiera, sin pensarlo mucho:

—En realidad, también he salido con un par de chicas... pero, igual que con todos, nunca fue nada serio.

Raquel sonrió al escucharme, como si se aliviara de no haber causado una escena incómoda. Me devolvió una mirada cómplice y simplemente asintió. Agradecí su reacción silenciosa.

Ya afuera, el aire fresco fue un alivio. Las voces se escuchaban más lejanas, y el murmullo de conversaciones dispersas se mezclaba con el sonido de música lejana.

Jesús —el chico alto de antes— nos saludó desde una mesa de jardín, acompañado por un par de amigos. Nos invitó a unirnos.

Nos acercamos, y aunque traté de disimular, mis ojos buscaron de inmediato entre el grupo. Pero no estaba. Clara no se encontraba con ellos.

Miguel, con su típica falta de filtro, bromeó con Jesús.

—¿Y Clara? ¿Tu novia te dejó solo?

Jesús soltó una risa despreocupada.

—Fue por unas botanas —dijo sin darle mucha importancia.

No sé por qué, pero esa conversación me incomodó.

Cuando Clara finalmente regresó a la mesa, se sentó junto a Jesús. Parecían cercanos, demasiado cómodos, como si compartieran algo que yo no alcanzaba a ver. Recordé el comentario de Miguel, esa pequeña broma que al principio no tomé en serio, pero ahora... no me parecía tan broma. Y eso me molestaba. No sabía por qué, pero imaginar que había algo entre ellos me hacía sentir incómoda. Tal vez incluso molesta.

No dije mucho en esa parte de la conversación. Solo reí en los momentos justos, como si intentara mantenerme presente sin destacar demasiado. Pero noté algo: no podía dejar de mirar a Jesús de reojo cada vez que hablaba con Clara. Casi como si, observándolo, pudiera entender qué tenía ese chico que parecía atraerla tanto. Qué era lo que lo hacía especial a sus ojos.

Y aunque me repetía que no me importaba, que no era asunto mío, algo en mí seguía buscando respuestas. Incluso si no sabía exactamente qué necesitaba saber.

Después de muchas conversaciones sobre maestros, tareas, videojuegos y series, sentí que había tenido suficiente de las multitudes. Necesitaba un respiro. Me aparté un poco del grupo y me senté sobre el borde de una pequeña barda, mirando hacia el cielo estrellado.

—Son hermosas —dije en voz baja, casi para mí misma.

—Realmente lo son —respondió una voz suave, pero firme.

Me tomó por sorpresa. Al voltear, Clara estaba ahí, de pie justo detrás de mí.

—¿Puedo? —preguntó, señalando el espacio libre a mi lado.

Asentí con una pequeña sonrisa y volví a mirar al cielo.
Se sentó junto a mí, y por un momento, compartimos un silencio cómodo.

—¿Está buena tu bebida? —preguntó de pronto, rompiendo la quietud.

—Realmente no sé cómo se supone que debe saber algo bueno —respondí con una sonrisa ladeada.

Clara rió con suavidad. Le ofrecí mi vaso y lo aceptó, dio un sorbo y frunció el ceño.

—Tienes razón. Tampoco sé si esto es bueno —dijo, y ambas reímos.

Entonces me ofreció de su vaso. Al probarlo, noté que era solo refresco.

—¿No bebes? —pregunté, curiosa.

—No realmente. ¿Y tú?

—Es mi primera vez. Y no me está gustando —admití con una mueca.

—Entonces ya no tomes eso —dijo con una sonrisa tranquila—. Compartamos mi bebida.

—Soy Lucía, del grupo 1 —dije, insinuando que no nos habíamos presentado.

—Clara, grupo 3 —respondió—. Aunque casi no voy… bueno, sí voy, pero no siempre estoy ahí —rió, como si hablara de un chiste interno.

Reí también, por inercia. Me gustaba su forma de hablar, tan ligera. Tan diferente a la mía.

Hubo un silencio. Pero no incómodo. Más bien tranquilo.

—Tu cara cuando nos vimos antes… fue como si hubieras visto un fantasma —dijo de pronto, sin mirarme directamente.

Sentí cómo la sangre me subía al rostro.

—Lo siento —murmuré—. No fue mi intención.

—¿Por qué lo harías? —preguntó con una sonrisa—. Me gustó. Me hiciste sentir interesante.

—¿Entonces te juntas con los amigos de tu novio? —pregunté, fingiendo que no me incomodaba por alguna razón.

—¿Novio? —repitió, realmente confundida.

—Ya sabes… Jesús —dije, volteando a buscarlo en la mesa.

Ella también giró la vista, luego rió con fuerza.

—¿Jesús? No, él no es mi novio. Somos primos. Aunque crecimos como hermanos —dijo sonriendo—. Él me invitó, pero no nos parecemos mucho. Lo usa de excusa para alejar a los chicos de mí.

Saber eso me dio una alegría… aunque fingí que no pasaba nada.

—Entonces… ¿el chico alto de tu grupo es tu…? —preguntó Clara, dejando la frase en el aire.

—Amigo. Mejor amigo —respondí antes de que terminara la pregunta—. Él fue quien me arrastró aquí.

Clara asintió, divertida.

—Y el chico rubio es Dan —añadí, señalando disimuladamente—. Y la de los rizos es Raquel.

—Ah, ya veo —dijo Clara, sonriendo—. Parecen un grupo divertido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.