Érase una vez en París

Introducción

― ¿Dónde vamos, señorita Azahara? ―La pequeña junto a mí me sonríe en grande.

―Voy a llevarlos a la escuela, espero que estén todos listos para tener un gran día ―les sonrío mientras me aseguro de que todos tengan el cinturón de seguridad puesto―. Quiero que sean buenos niños, no hagan que sus maestras llamen a sus padres.

―A veces se enojan por todo ―rueda los ojos una niña de largas trenzas.

―Lo sé, Lily, pero ustedes no son unos ángeles ―río, son muy inquietos, pero son niños al fin de cuentas.

―Los adultos son unos llorones ―Max ríe tras rodar los ojos, él es que peor se porta, pero conmigo es tranquilo.

Mi nombre es Azahara Lenka, vivo en París desde hace unos meses tras haber dejado mi amada California junto a mis padres y dos hermanos mayores; somos una familia como cualquier otra, trabajadora y unida, tratamos de hacer nuestro mayor esfuerzo para triunfar cada día en nuestra metas y expectativas y yo ya he cumplido mis veinte años y después de mucho estudio y trabajos de medio tiempo haré realidad mi sueño; estudiar en la Universidad de Artes aquí en la ciudad principal de la soñada Francia, y aunque tengo problemas con el idioma y termino hablando de todo menos francés, me encanta, siento que estoy a un paso de la gloria y ni siquiera he comenzado aún, ¿Qué cómo entré a dicha institución? Pues debí rendir varios exámenes y entregar trabajos que avalaran las recomendaciones de mis maestros, me esforcé como nunca lo hice, califiqué con una de las mejores notas y después de una rigurosa y casi mortal entrevista personal llegó una carta de aceptación hace tan solo unos seis meses atrás.

De momento estoy trabajando como chofer de una mini combi que lleva a varios niños a dos de las escuelas más conocidas aquí en la capital francesa y las familias que me pagan por el traslado de sus hijos, me gano algo de dinero para mis gastos pues mis papás harán un gran esfuerzo para enviarme dinero cada mes, es lo menos que puedo hacer, sin mencionar que me he ganado la confianza de estas familias que requieren mis servicios, puedo decir con orgullo que soy de las más responsables y cumplidoras, y no, no alardeo pero no tengo porque no decirle al mundo lo buena que soy.

― ¿Podemos escuchar música de camino a la escuela? ―me ven con ojos de cachorro.

―Claro que sí, Rosie ―asiento.

― ¡Pon algo de Californication! ―grita otro.

―No tienes edad para ver o escuchar algo de Californication, Andy ―ruedo los ojos.

― ¿Entonces, qué? ¿Escuchamos a Justin Bieber? ―agrega otra niña.

―No, Lily ―niego―. A tu madre no le gusta.

―Tal vez algo más lento ―sonríe Sara con timidez, es tan chiquita.

―Seguro pondrá algo de los ochentas ―ríen.

― ¿Perdona? ―Los veo divertida por el retrovisor―. ¿Han oído algo de esas canciones?

―No ―responde al unísono la mayoría.

―No saben lo que se pierden ―apenas aparco en el primer semáforo tomo mi móvil buscando mi playlist de dichas épocas y aprenderán lo que es música del recuerdo.

El semáforo me da el verde para poder avanzar, vamos relativamente despacio pero no me importa, llevo todo el tiempo del mundo y teniendo a diez niños de entre seis y ocho años no puedo hacer otra cosa; son mi responsabilidad, no quiero que nada les pase. Ruedo los ojos cuando un par de autos me rebasan gritando que debo darme prisa, qué les pasa, atolondrados.

Mi móvil suena varias veces, es una llamada pero no la tomo, estoy entrando en una intersección bastante concurrida y pronto estaremos abarrotados de carros, observo delante de mí, hay más vehículos escolares y me quedo tranquila, cuando los automovilistas captan esto siempre nos dan el paso o se mantienen tranquilos, podemos decir que es tener prioridad en la ruta, me agrada pues suelo llegar con buen tiempo.

―Baby, don´t hurt me, don´t hurt me, no more… ―canturreo mientras escucho a los pequeños detrás de mí hacerlo por igual, sonrío, los 80´s no pasan de moda―. ¡No los oigo!

― ¡Baby, don´t hurt me, don´t hurt me, no more…! ―gritan y escucho sus carcajadas, voy a extrañarlos cuando tenga que dejar este trabajo si las clases se ponen demasiado intensas para mí…

Mis ojos ven de reojo el móvil, de nuevo, hay mensajes de mi padre, ¿Qué puede querer a esta hora del día? Le devolveré la llamada cuando haya llegado a las escuelas, tal vez sucedió algo en casa que ignoro por estar tan lejos, pero hasta anoche no había problemas o por lo menos, la llamada de mamá no fue preocupante.

―Señorita Azahara, ¿Qué haremos cuando te hayas ido? ―Lucas me ve intrigado.

―Probablemente sus padres busquen otro chofer o los lleven ellos mismos ―respondo concentrada en el camino.

―Pero no queremos ―Max frunce el ceño―. Tú eres divertida.

―Gracias, cariño, pero debo irme, es una gran oportunidad ―suspiro―. Una que cuando madures querrás.

― ¿Serás astronauta? ―Lily abre los ojos.

―Será espía del FBI ―sonríe a lo grande Rosie, que se ha mantenido en silencio casi todo el viaje, como de costumbre.

― ¡Ella va a conocer a Superman! ―grita Sara.

―Tal vez a Spiderman ―agrega Luca y me hacen reír, amo su edad, son tan soñadores, ingenuos y adorables; ojalá esa etapa se prolongara en el tiempo, las cosas serían de otro modo para las personas.

Lo primero que sentí fue un fuerte golpe, la pequeña camionetita se fue hacia adelante, intenté volantear como pude pero comenzamos a derrapar, a la par nuestra varios autos más colisionaron y el caos se desató; el asfalto estaba mojado, había llovido como nuca durante la noche y las primeras horas de la madrugada y el cielo gris nos contemplaba casi de manera triste, mi móvil se estrelló contra una de las ventanas, me giré en el lugar cuando escuché un ruido seco y vi a Max estampado contra el vidrio de la ventana, había quitado su cinturón en algún momento del viaje y no me percaté, eso no podía sucederme, yo era su responsable ante cualquier situación que escapara a mi control.




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