Érase una vez en París

09

Adrien se encontraba sentado en el sofá de su sala viendo a Alec colocarse un paño húmedo sobre la cabeza y beber limonada fresca. El doctor había llegado a su hogar esperando encontrar las cosas que le pidió a su amigo llevar, pero en su lugar, solo vio el cuerpo de François tendido en el suelo junto a un gato negro y a Ara picándole el rostro tratando de despertarlo; demás está decir que no entendía nada en lo absoluto y lo que más le preocupó fue que Alec ahora supiera de la existencia del fantasma.

―No puedo creer que hayas provocado esto, ¿Qué los fantasmas no tienen una especie de código o regla de no dejar que los vivos sepan que existen? ―Adrien observó a la joven que se encontraba de pie junto a él.

―No lo sé, a veces me olvido de que estoy… ―tragó duro desviando la mirada―. No quiero decirlo.

―Deberías, para aceptar que es real, mientras no lo digas no vas a poder cruzar al otro plano ―gesticuló.

― ¿Cómo lo sabes? ―la muchacha tomó asiento en el suelo, a los pies del hombre.

―No sé, deduzco estas cosas, trato de ayudarte pero tú a mí no me ayudas, mira lo que has provocado ―gesticuló.

―Doctor, su amigo lo está viendo raro, y luego soy yo la imprudente ―Ara señaló a Alec que veía a Dubois con los ojos abiertos a más no poder, boqueando, sorprendido, estupefacto y hasta estúpido.

― ¿Con quién mierda hablas? ―Alec se puso de pie con lentitud sin dejar de verlo, aunque sus ojos iban al lugar que Adrien había estado viendo no podía encontrarle forma a nada, no había algo allí para él.

―No es nada, sabes que a veces hablo solo ―rió nervioso Adrien.

―No, no te atrevas a decirme esa estupidez cuando acabo de verte mantener una conversación seria con algo que no existe allí, por el amor a Dios, Adrien, no soy imbécil; estoy seguro de que lo que vi antes de que llegaras no fue una alucinación, no fue mi imaginación ―negó molesto porque quería hacerle creer tonteras―. Adrien, ¿Qué está pasando? Estás muy raro desde hace días, lo noto, pero estaba creído que se trataba de tu dolor por tu hermano.

―Alec, es un poco complicado todo esto ―Dubois relamió sus labios para peinar sus cabellos hacia atrás en un acto de nerviosismo y de frustración, no sabía por dónde comenzar―. Cuando termine estoy seguro de que vas a creer que estoy demente.

―No, claro que no, sabes que siempre te he sido fiel y un buen amigo, dime qué puedes contar conmigo ―Alec tomó la mano de su amigo para sonreírle de lado.

―Dile, me cae bien ―Ara le susurró desde atrás, casi pegada a su oreja, Dubois lo observó de reojo y suspiró.

― ¿Recuerdas el día en que todos nuestros colegas en el hospital estaban sobresaltados por los videos de las cosas en movimiento y de encontrar las cosas fuera de lugar? ¿Los rumores de fantasmas y demás? ―Alec asintió atento―. Ese día conocí a Ara, en mi consultorio. Es el fantasma que movía las cosas y que podíamos ver en los videos abrir puertas y demás; sé que parece una locura, pero si tú ya la viste pues…

―Espera un segundo… ―parpadeó un par de veces para caminar de un lado a otro―. ¿Conoces al fantasma? ¿hablas con ella? ¿la ves? Dios mío, es demasiado y siento que voy a vomitar.

―No, espera, no te descompenses de la nada ―Adrien negó frenético―. Te juro que me pasó lo mismo que a ti, estuve bastante tiempo tratando de entender y hasta ahora sigo llenos de dudas, pero sí, ella está aquí. La escucho y la veo.

―Oh… ―Alec tomó asiento mientras asentía con el ceño fruncido―. ¿Se llama Ara?

―Sí, así se llama, tengo la teoría de que murió en el hospital, porque allí la conocí y, por más raro que suene, soy el único que puede verla y entenderla, o bueno, el único humano ―susurró recordando a Louis, el brujo―. Te pedí que trajeras estos documentos para saber si hay algún expediente viejo que tenga su nombre, tal vez si descubro su identidad pueda irse y dejar mi departamento.

― ¿Estás seguro de que eso puede funcionar? ¿No sería mejor consultar con un sacerdote o algo así? ―Alec frunció el ceño confundido.

―No sé ―chasqueó la lengua.

―Tampoco sé, pero mientras esté contigo estoy feliz ―Ara comentó estando sentada junto a Adrien que volteó a verla con lentitud―. Tu otro tú dijo que ibas a ayudarme, aquí estoy y no puedes hacer mucho para que me vaya; no me iré mientras seas el único que puede verme.

―Sí, bueno, qué más da, no puedo hacer mucho ―suspiró Adrien con semblante triste―. Por Raphael tampoco pude hacer algo, siento que se repite la historia, de maneras diferentes.

―Tranquilo ―Alec lo observó triste.

La fantasma entristeció de pronto, su aspecto se vio un poco ennegrecido, como si una sombra se cerniera sobre ella mostrando su estado de ánimo y, con mucho cariño, llevó una de sus manos a la mejilla ajena para darle una caricia, o bueno, un intento de una; Adrien la observó asombrado pues lo primero que sintió sobre la piel fue como si una gota de agua lo tocara, no era el tacto habitual, pero no se sentía mal, sí frío.

―No llores ―Ara le sonrió de lado―. Me ayudas más de lo que crees al no ignorarme como otros. Gracias.

―Bueno, entonces, ¿empezamos? ―Alec tomó los documentos sorprendiendo a los otros dos―. Tenemos que encontrar su identidad, ¿no? Entonces, hay que ponerse manos a la obra. Sería bueno saber su nombre completo o como murió, no es fácil leerse todos estos expedientes.




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