Érase una vez en París

10

Adrien no había dejado de pensar como un loco el hecho de que su hermano pudiera conocer a Ara estando con vida, tampoco podía dejar de evaluar la posibilidad de que hubiera estado en el mismo accidente que ellos. Todavía podía recordar ese día como si fuera el anterior, tiene cada detalle presente, la avenida, la charla que tenían, la música que escuchaban cuando todo sucedió, había tantos coches delante, autos, camionetas, camiones de carga y una movilidad para escolares un poco más atrás que ellos, lo recuerda porque miró por el espejo retrovisor mientras conducía y Raphael se quejaba del tráfico.

¿En cuál de todos esos coches el fantasmita estaba? ¿era conductora? ¿era pasajera? ¿qué hacía allí?

De nada servía seguir divagando en esas preguntas porque no tenían respuestas, él desconocía toda esa información y Ara no la recordaba, fuera como fuera, las averiguaciones debían seguir por otro camino.

―Mierda ―Adrien se acomodó de lado sobre el sofá, se acurrucó y cerró los ojos con lentitud tratando de dormir un poco, le tocaba una larga guardia durante la noche y mejor tener todas las energías al máximo para poder hacer su trabajo en el hospital.

Ara apareció en medio del salón, observó a un lado, el gato negro dormía sobre un almohadón tras haber convencido al dueño del departamento de que era bueno dejarlo quedarse. El fantasma llegó al sofá, se acuclilló con cuidado colocando sus brazos sobre el mueble, recostó su cabeza sobre estos para observar con atención al médico que ya estaba dormido en profundidad; suspiró, Adrien lucía un poco menos triste que cuando lo conoció, eso era un hecho, ahora que tenía contacto con Alec, Louis y Noa porque quería resolver la situación sobre la identidad de su inquilina fantasmal, no tenía tiempo para deprimirse o recordar de mala manera a Raphael.

Ara lo sabía, su presencia en el departamento o en el hospital solo habían causado un poco de alboroto en la vida de Adrien pero lo había obligado a buscar ayuda, a interesarse en algo más que no fuera solo lo triste que se sentía, tenía que hablar con sus amigos, salir con colegas y hasta ponerse a investigar; todo ello salía de la rutina de Dubois, eso era bueno, una forma de sacarlo adelante sin que se diera cuenta. También estaba al tanto de que cuando supiera su identidad, cuando le revelara lo que descubriera, cómo murió y todo lo que ambos anhelan saber, terminaría su estadía con el médico, ¿no? Porque sabiendo qué y quién es y qué le pasó para terminar así podría seguir su camino, irse de este plano terrenal para encontrar la luz. O eso es lo que Louis había dicho.

No estaba segura de qué pasaría cuando ese momento llegara, si se sentiría bien, si existía un Cielo o si podría ir allí en caso de ser verídico, tenían un gran miedo por ese momento tan glorioso, pero no quería interrumpir el ánimo del doctor, no quería verlo decaer o cesar su entusiasmo, prefería verlo interesado, haciendo algo más que solo beber café o dormir en su cuarto sin salir, prefería verlo sonreír cada vez que intentaba entender por qué su gemelo la envió a él para pedirle ayuda.

La vida de Adrien estaba cambiando gracias a la presencia del fantasma aunque no lo supiera, aunque creyera que no era gran cosa.

―Te extrañaré cuando todo esto termine ―susurró Ara sin dejar de verlo―. Ojalá te hubiera conocido estando viva, creo que podríamos haber sido buenos amigos o algo más... ¿Habrías querido? Ni siquiera sé qué edad tengo ni a qué edad morí, puede que ni siquiera pudiéramos encontrarnos en los mismos lugares, ¿frecuentaríamos algún parque en común? ―sonrió de lado―. Tampoco sé si morí hace mucho tiempo, entonces, tal vez no tendríamos la misma edad, puede que incluso yo sea mayor, o no; solo sé que me da muchas tristeza saber que morí… ¿Qué fue de mí? ¿Qué pasó con mis papás? ¿Y mi vida? ¿Tenía amigos? ¿gente que me quería? ¿un gato de mascota?

Rió viendo hacia la ventana con los ojos brillando con intensidad.

―Si Dios existe, entonces, ¿Qué hace que me dejó aquí? ¿Qué tengo que hacer ahora? ―susurró para volver a ver a Dubois―. Solo estoy agradecida de que puedas verme y oírme, de haberte conocido a pesar de las circunstancias; eres un buen hombre, Adrien.

Extendió su brazo, sus dedos jugaron unos minutos con las hebras oscuras del médico que apenas y respiraba lento y pausado, cansado y en el mundo de los sueños. Ara se incorporó sobre sus brazos, sonriendo de lado sin dejar de ver a Adrien para posar sus labios sobre la frente ajena, le dejó un beso suave que se sintió frío para el médico pero no lo suficiente como para sacarlo de los brazos de Morfeo. Ella se desvaneció con lentitud, dejando en el lugar un aroma a flores dulces que hizo que el doctor sonriera en sueños, feliz y en paz.




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