Adrien condujo como un verdadero loco apenas le sol apuntó en la mañana, atravesó las calles de París sin pensar en nada más que saber sobre Azahara, necesitaba encontrarla, quería verla, decirle que no se fuera, que tenían mucho que hacer aun juntos, conocerse más, y si era posible, que estaba seguro de que sí, volver a vivir juntos en un futuro cercano. No podía quedarse solo con lo que había “soñado”, tenía que saber qué había pasado, necesitaba saber qué mierda había sido todo eso.
Llego al hospital, ingresó con rapidez yendo hacia la recepción donde se presentó como médico, pidió saber sobre el paciente Lenka Azahara y dónde podía verla. No le dieron mayor información al no trabajar allí y no ser familiar del paciente pero eso no iba a detenerlo, recordó lo que había leído en los expedientes y cuando estaba marchándose desvió su camino hacia el ascensor; subir al quinto piso no era algo que no estuviera en sus planes, iba a llegar al fondo del asunto, iba a saber que había pasado con esa chica, y si podía, haría lo que fuera para ponerse en contacto con sus padres o hermanos, saber de ella a como dé lugar.
En su vida, la única vez que sintió esa desesperación, ansiedad y dolor fue cuando Raphael ingresó en el quirófano bajo su cuidado, tenía que intentarlo, esta vez tenía que ser diferente porque no podía concebir en ningún sentido que se repitiera la historia, que una persona importante para él desapareciera de su vida como por arte de magia.
La presencia, compañía y cariño que Ara le brindó durante tanto tiempo en que fueron compañeros, al inicio a la fuerza y luego por aceptación, no tenía comparación con anda más y estaba más que convencido que había sido esa fantasmita el que había salvado su vida, de no ser por Ara habría terminado cayendo en las oscuras garras del alcoholismo, no hubiera aceptado jamás que lo que hizo por su gemelo estaba bien y que no tenía más culpas y responsabilidades. Y la quería, por la misma mierda, la quería, tanto que ese beso que le robó en sueños fue una confirmación de que puede ser más que correspondido, que puede ser más que solo una ilusión.
Llega al quinto piso, camina por el corredor una vez deja el ascensor y observa a su alrededor, una a una las puertas llevan una numeración que sigue a detalle para saber dónde se encuentra el paciente, no recuerda el número pero agradece que en cada puerta haya escrito el nombre de quien allí se encuentra. Se detiene en seco cuando halla el nombre que busca, le tiembla el pulso, no sabe si quiere hacerlo, teme entrar y que no haya nadie o peor, que haya un cuerpo sin vida del que tenga que despedirse con tristeza; traga duro, ¿puede ser tan cobarde? Solo es dar el paso, pero sigue dudando y habría seguido así de no ser por las voces que se escuchan desde dentro. Toma el valor. Y entra.
Lo primero que Adrien ve es a una mujer que le sonríe un poco confundida pero se acerca a recibirlo. Tiene ojos grandes, es bonita, se parece a Azahara.
―Hola ―la mujer lo observa―. ¿Está perdido? No lo conozco.
― ¿Es esta la habitación de Lenka Azahara? ―pegunta con temor.
―Sí, es mi hermana menor ―asiente feliz y se hace a un lado para dejar ver a la chica que duerme en la cama―. Esta mañana le quitaron el respirador, parece que ha evolucionado de pronto, incluso abrió los ojos pero volvió a dormirse. Hay buen pronóstico, ¿y usted es amigo? ¿la conocía?
―Dios ―susurra cerrando los ojos, lleva las manos al rostro donde las restriega con alivio y sonríe en grande sollozando―. Sí, somos amigos, ella me ayudó en mi peor momento.
―Oh, ya veo ―la mujer sonríe―. Me llamo Amira, venga, cuénteme.
―Sí, yo… Tuve una pérdida y Azahara me ayudó a superarla ―Adrien se acercó a la cama, estaba igual que cuando la conoció siendo un fantasma, la veía respirar serena, dormida, y sonrió―. Me hizo adoptar una gata negra.
―Esa es mi hermana, una loca por los gatos y que siempre estaba ayudando ―asintió con cariño viendo a la chica―. El día del accidente, Azahara no debía trabajar, tenía el día libre pero un compañero le pidió tomar el turno, se suponía que iría al museo pero aceptó; y mire cómo terminó ―susurra―. Me alegra saber que lo ayudó.
―En ese trágico día, perdí a mi hermano gemelo ―Adrien asiente viéndola―. ¿Los niños? Sé que Ara llevaba niños en su van.
―Sí, así es ―asintió―. Era un buen grupo, casi todos se salvaron. Dos fallecieron. Las familias vinieron a verla durante un buen tiempo, como le digo, era una buena chica, se hizo querer por todos y siempre estaba ayudando con lo que se le pidiera.
―Es una buena chica ―sonrió de lado viéndola, luego se giró a Amira―. ¿Le molesta si vengo a verla luego? Soy médico, tengo que entrar a mi turno ahora.
―Claro que no, cuando guste ―asintió.
Ese día, Adrien llegó a su trabajo eufórico y le contó todo a Alec que no hacía más que boquear y sorprenderse con cada parte de la historia. También Noa y Louis se enteraron, en especial, el brujo que no dudó en darle una explicación a lo que había pasado con respecto a ese sueño; todo había sido más que verídico aunque Dubois creyera que no, había sido la forma en que Ara quiso despedirse de él estando en su forma espiritual pues no sabía que sucedería luego, no era consciente de que estaba a punto de despertar del coma; le explicó también que su alma había tenido una misión en particular que la ancló a ese mundo fantasmal, y era justamente él, Adrien había sido el trabajo de Azahara para poder regresar a la vida.