Érase una vez en París

Epílogo

Ocho meses después.

―Black, ven gatita, gatita ―Ara buscaba en su cuarto al animalito, se agachó para revisar bajo su cama y allí la vio echadita, sonrió de lado, tuvo la sensación de que había estado en esa situación antes, o algo así―. Vamos, ven a comer.

―Meow.

―De acuerdo ―se puso de pie para dejarle, en el platito que usaba para alimentarla, un par de croquetas.

― ¿Estás lista ya? ―Adrien se asomó en el cuarto―. Amira dice que nos demos prisa, pasaremos por el cementerio antes de ir a almorzar todos juntos.

―Ya estoy lista, solo estaba dejándole comida a Black ―sonrió terminando de arreglarse.

Azahara había salido del hospital poco tiempo después de despertar de su coma, luego regresó a su departamento donde estuvo viviendo en compañía de su madre y hermana, junto a Black y con Adrien visitándolo casi todos los días. Para el par fue fácil volver a entablar una conexión, lo conocía, Ara solía tener déjà vu con respecto a tener contacto con el médico pero le gustaba poder compartir momentos con él; poco a poco su amistad creció hasta volverse pequeños coqueteos de parte del médico, y luego de un tiempo, corto, Ara le correspondió con un beso. Tal y como fue antes.

Llevan un mes saliendo, siendo una parejita cálida y cariñosa. Adrien no ha mencionado nada sobre lo que vivió con ella siendo un fantasma, tal vez, algún día, le cuente, pero por ahora, disfruta del presente. Gracias a los consejos que recibió de parte de Ara antes de que despertara ha podido hablar con sus padres por teléfono, la familia Dubois parece ansiosa por volver a tener contacto con él, eso es un gran avance a su vez, pero se toma su tiempo para todo ello; y por si fuera poco, su ahora novia ha comenzado a estudiar de nuevo, pero esta vez sin trabajo de por medio, Adrien planea proponerle vivir juntos en un tiempo más.

―Vamos, estoy lista ―Azahara se coloca el abrigo―. Le llevaré flores a los niños, luego vamos a almorzar.

―De acuerdo. Yo le llevaré unas rosas a mi hermano, para agradecerle ―sonrió.

― ¿Agradecerle por qué?

―Por enviarte a mi vida ―se encogió de hombros.

― ¿De qué hablas? ―Ara se carcajeó, dejó un beso en su mejilla y salió del cuarto―. ¡Vámonos!

―Si supieras, fantasmita ―sonrió en grande, observó a Black que se desperezaba―. Tú me guardas el secreto, ¿verdad? Cuida la casa, revoltosa.

Y así, la pareja salió rumbo a todas esas aventuras que faltaban por vivir.

Érase una vez en Paris, un hombre que sufría por su hermano y una chica que vagaba entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos, se encontraron por azares del destino. Y vivieron felices por siempre




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