Algunas veces, el mundo se desdibuja de formas que no logras comprender. Despiertas una mañana y el sol, que siempre fue constante, parece haberse extraviado. Los colores que antes pintaban tu vida se desvanecen, dejando solo un lienzo gris y opaco. Los pájaros, que solían saludarte con su canto, ahora guardan un silencio inquietante. Y lo más devastador no es esa ausencia de luz o sonido, sino el darse cuenta de que el cambio no es real para nadie más.
El mundo sigue su curso, como si nada hubiera sucedido. Las risas se elevan, los pasos resuenan en las calles, y las conversaciones llenan los espacios vacíos. Todo parece intacto, excepto tú. Eres una isla en medio de un océano que no deja de moverse. Cada sonrisa que ves se siente como una puñalada sutil, una evidencia cruel de que todos siguen adelante mientras tú permaneces atrapada, suspendida en un limbo que no entiende de relojes ni calendarios.
El reloj sigue su marcha, implacable. Las horas se convierten en días, los días en meses, y los meses en años. Pero para ti, el tiempo no tiene significado. Todo lo que eras, todo lo que soñabas, ha quedado varado en algún lugar que ya no puedes alcanzar. No estás viviendo, ni siquiera estás muriendo. Solo estás... existiendo.
La rutina se convierte en un refugio y, al mismo tiempo, en una prisión. El olor a café, que alguna vez te reconfortaba, ahora te provoca una punzada de nostalgia. El chocolate, que antes te llenaba de energía y calidez, se siente insípido. Cada pequeño placer que antes formaba parte de tu mundo ahora es un recordatorio de lo que has perdido.
Lo más desgarrador no es el dolor en sí, sino su constancia. Es una sombra que nunca te deja, que se instala en tu pecho y respira contigo. Y aunque deseas gritar, el mundo no escucha, porque para todos los demás, tú eres la misma. Eres el espejismo de quien solías ser.
Hay días en que quisieras que todo se detuviera, que el mundo entero compartiera tu pausa. Pero en el fondo sabes que eso nunca pasará. El sol saldrá mañana, aunque tú no lo sientas. Las estaciones cambiarán, aunque a ti te parezcan siempre iguales. Y el reloj seguirá haciendo tic tac, recordándote que el tiempo no espera por nadie, ni siquiera por ti.
Te dices a ti misma que algún día este vacío tendrá sentido, que habrá un propósito detrás de esta ausencia. Pero, por ahora, solo sobrevives. Caminas por la vida como una sombra, esperando que en algún rincón olvidado de este mundo encuentres una chispa, algo que pueda devolver el color, el sonido y la calidez a lo que una vez fue tu hogar.