Erase una vez un cielo estrellado

Colorín, Colorado este cuento de hadas ha terminado

Las personas a diario sueñan con vivir su propio cuento de hadas. Esas historias mágicas con un final feliz garantizado, donde los buenos siempre ganan y el príncipe se queda con la doncella elegida. Pocos analizan que aquellos cuentos se cortan justamente donde empieza el problema de la historia.

Las peleas inician, decisiones se toman. Entran en contexto los niños y quién va a cuidarlos, o en su defecto el por qué ella debe tenerlos aunque no quiera hacerlo. Él quiere decidir por ella, la sigue viendo como una mujer en apuros, no acepta su independencia y siente que se le debe obediencia. Ella sueña con ser libre y empieza a notar cómo salió de una prisión para entrar en otra más grande con barrotes de oro. El final de los cuentos de hadas no es realista y hace que por querer algo igual termines estrellándote. Y la prueba reina de esto soy yo, una mujer que creía que había encontrado su felices para siempre, pero cuando las tragedias, desilusiones y tristezas llegaron, me di cuenta de que no estaba preparada.

El amor que una vez me pareció tan fuerte, tan firme, hoy se siente como una ruina derrumbándose sobre mí. Pienso en esos primeros días con él, cuando todo parecía tan claro, tan perfecto, y no puedo evitar preguntarme qué falló. ¿Fue mi culpa? ¿Suya? Tal vez nunca lo sabré, pero lo que sí sé es que no puedo regresar a esa ilusión. El amor no lo vence todo, especialmente cuando la confianza se quiebra como cristal.

Él era calidez, un soplo de aire fresco. Era como ese primer atardecer del verano, un destello de dicha y esperanza que me envolvía por completo. El hombre que había robado mi corazón hace 10 años, el hombre por el que salté al abismo sin importarme qué me iba a encontrar al final, se convirtió en mi salto de fe. Pero ahora... ahora no puedo dejar de preguntarme si alguna vez fue realmente mío, si acaso alguna vez fui yo la que tuvo ese poder, o si simplemente caí en la trampa de un amor que no podía salvarme.

Recuerdo con claridad la primera vez que lo vi. Era mi primer año de universidad, caminaba por el campus, absorta en la nueva etapa de mi vida. De repente, una risa enérgica y femenina interrumpió mis pensamientos y al seguir el sonido, mis ojos captaron su sonrisa engreída. Estaba allí sentado junto a un grupo de amigos, y sin darme cuenta había dado algunos pasos en su dirección, como si una fuerza magnética me arrastrase hacia su locación.

La chica que había reído se levantó de pronto y, al darse vuelta, chocó conmigo sin darme tiempo de esquivarla. Ambas caímos al suelo en medio de exclamaciones y un par de risas. Así conocí a Julieta, su hermana y quien nos unió.

Era una joven hermosa y llena de vida. Me ayudó a levantarme y, tras mil disculpas, prometió compensarme así tuviese que buscarme por toda la universidad. Solo le sonreí y seguí mi camino ignorando las miradas de los demás que se sentían como cuchillos en mi espalda. Decidí dar por olvidado el momento vergonzoso y me concentré en mis estudios hasta que, una mañana, apareció en la puerta de mi aula con un café y una expresión extraña entre satisfacción y pánico dibujada en su rostro.

Mi mejor amiga Aria fue la primera en verla, y su curiosidad instantánea me puso en alerta. Julieta no venía sola. De cerca, aquel joven era más alto de lo que parecía. Su cabello negro un tanto desordenado estaba corto y su mirada café parecía desnudarme hasta el pensamiento.

—Te dije que te encontraría— extendió su mano para entregarme el café mientras sonreía antes de seguir hablando— Mi hermano no confiaba en mí, pero no me rendí.

Lo vi rodar los ojos antes de observarla con un cariño inmenso y despeinar su cabello.

—No me sorprende que lo hicieras, eres peor que el FBI, enana.

—Por eso debes evitar hacer cosas malas, te descubriría.

Su mirada se posó de nuevo en mí y volvió a estirar la mano esta vez para estrechar la mía.

—Creo que empezamos mal, pero de manera memorable. Ya tenemos una historia para nuestros hijos cuando nos pregunten cómo iniciamos nuestra maravillosa amistad. Soy Julieta y este que está a mi lado es el latoso de mi hermano, Dominic.

Su entusiasmo era contagioso, aún ni sabía mi nombre y ella ya tenía planes para el futuro.

—Soy Savannah y esta hermosa mujer a mi lado es Aria.

—Un gusto, soy el amor de su vida, pero aún no lo acepta— me observó con ojos de enamorada antes de estrechar la mano de los hermanos. Solo pude sonreír y negar con la cabeza. Esa era nuestra broma personal desde siempre y algunas personas llegaban a creer que era verdad.

—Ya hablamos al respecto, Aria. Me gusta mi libertad.

—Podemos ser libres juntas.

—Si ella no te acepta, yo sí lo hago. Me gusta eso de la libertad compartida.

Mi mirada se posó en la de la joven frente a mí que solo me guiñó el ojo y agarró del brazo a Aria que empezó a caminar a su lado de manera encantada.

Y así supe que Juli se había ganado a mi mejor amiga y se había ganado un lugar importante en mi vida. Sabía que la amaría de manera absoluta solo con 5 minutos de charla.

—Tía Olivia— los gritos de Nathan y Maksimiliam son lo primero que se oye cuando mi hermana irrumpe en casa y me trae de regreso al presente.

La joven me observa fijamente mientras los abraza. Sé que está detallando que continúo en pijama, aún cuando son las dos de la tarde, mi cabello está en un moño desordenado y las ojeras son el único maquillaje que llevo. En pocas palabras, un espantapájaros luce mejor que yo.

Mis hijos empiezan a llenarla de preguntas en tanto la llenan de besos mostrándole cuánto la extrañaron. Adoran a mi hermana ¿Y quién no lo haría? La rubia es la viva imagen de la calidez, la amabilidad y la picardía. Es mi hermana menor, mi mejor amiga, mi confidente y mi paño de lágrimas.

Cada vez que me he derrumbado, ha estado allí, ha sido mi consuelo en tiempos difíciles y en este momento verla luego de tanto tiempo se siente como una curita al corazón.



#583 en Joven Adulto

En el texto hay: divorcio, drama, conflictointerno

Editado: 22.02.2025

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