Erase una vez un cielo estrellado

De las aguas mansas Libranos señor

Existen personas que son como un paisaje hermoso al amanecer. Desde la distancia, todo parece tranquilo, sereno, como si nada pudiera perturbar esa paz. Pero cuando te acercas, te das cuenta de que bajo la superficie de esa belleza, hay un terreno áspero, rocoso, que puede desbordar tus expectativas y aplastarte sin previo aviso.

Los lobos disfrazados de ovejas son como flores en el desierto: parecen deslumbrar con su color vibrante y su fragancia embriagadora, pero el entorno árido y brutal revela su lucha constante por sobrevivir. Y, lo peor, es que, mientras te atraen con esa luz, te hacen bajar la guardia. En el momento en que decides confiar, te encuentras atrapado en un paisaje que no tiene piedad.

Al igual que una oveja puede ser una criatura dócil, pero también un cebo que nos engaña, nuestras vulnerabilidades quedan expuestas. Una vez que confiamos, es fácil perdernos en un laberinto donde las apariencias son traicioneras y las intenciones, oscuras. La lección aquí es clara: la verdadera esencia de alguien no siempre se revela de inmediato. A menudo, las verdades más profundas se ocultan en la penumbra, esperando a ser descubiertas por aquellos que se atreven a mirar más allá de la superficie. Así que, al igual que un explorador que se adentra en el desierto, debemos mantener nuestros sentidos agudos y nuestra intuición alerta, incluso cuando la belleza parece invitarnos a quedarnos.

Cuando conocí a Stacy, todo parecía perfecto. Era una vieja amiga de Dominic y de mi cuñada, y llegó a nuestra vida como un soplo de aire fresco. Su sonrisa deslumbrante prometía calidez y cercanía, y no tardó en hacerme sentir como si ya formara parte de nuestra familia. Se ofreció a ser “tía” para mis hijos, y en mi ingenuidad, la recibí con los brazos abiertos, sin dudar de sus intenciones.

Se integró rápidamente. Compartía risas con mis hijos, se unía a nuestras cenas familiares, y siempre tenía palabras amables sobre mi relación. Al principio, me hizo sentir que teníamos una amiga genuina, alguien que valoraba lo que teníamos. Pero nunca imaginé que detrás de esa fachada de cariño se ocultaba algo mucho más oscuro.

Sin embargo, a veces, en los rincones más oscuros de mi mente, algo no encajaba. Pero me apresuraba a rechazar esa sensación. A veces, la gente buena es tan difícil de encontrar, ¿no? Y tal vez, solo tal vez, estaba sobrepensando las cosas.

Con el tiempo, algo comenzó a cambiar. Pequeños detalles me hicieron sentir incómoda, pero los ignoré. Las miradas furtivas, los comentarios ambiguos sobre mi esposo, todo se disfrazaba bajo la apariencia de una amistad. Stacy decía que amaba nuestra relación, que la encontraba admirable, pero sus palabras se sentían cada vez más como un juego. Me preguntaba por qué nunca había cuestionado cuán genuina era esa devoción.

Lo más doloroso no fue sólo la traición. Lo que me destruyó, lo que realmente me destrozó, fue darme cuenta de que había permitido que alguien tan calculadora se acercara a mi vida, a mi familia. Stacy no era una amiga leal, no era más que una usurpadora, disfrazada de “amiga”. Estaba allí esperando su oportunidad para destruir todo lo que había construido, como un lobo esperando su momento para atacar. La puñalada fue certera y me di cuenta de que había estado ciega, de que mi corazón no quiso ver lo obvio.

La lección fue amarga, como un veneno que tarda en hacer efecto pero que te consume con el tiempo. Fue mi error no haber cuestionado sus motivos, haber dejado que su encanto nublara mi juicio. Quizás, lo que me dolió más fue no haberme protegido lo suficiente, no haber escuchado esa pequeña alarma interna que me gritaba que algo no estaba bien.

Ahora, miro a mi alrededor con más cuidado, recordando que la familia se construye con amor y lealtad, no con engaños y manipulaciones.

—¿Se lo debes? ¿Te estás oyendo? ¿Y la fidelidad que me debías a mí? ¿Dónde queda ese amor eterno que me juraste? Me lo dijiste una y otra vez, y yo creí en ti. Creí que lo nuestro no se rompería, pero aquí estás, destruyéndolo todo.

—Amor, escúchame, es complicado...

—¡No me llames así! Perdiste ese derecho hace mucho, Dominic. La primera vez, lo acepté, te escuché, traté de entender. Me dijiste que estabas confundido, que no sabías qué hacer. Te entendí cuando me dijiste que, aunque estaba a tu lado, sentías que no lo estaba. Acepté que fui en parte culpable, que te dejé pensar lo que quisieras sin hablarte de lo que realmente me pasaba. Te dejé acercarte a ella, confié en que las cosas mejorarían y todo esto no pasaría. Pero ahora... ahora me siento tan estúpida.

—Bebé...

—Soy Savannah para ti. Solo Savannah— Mi voz suena temblorosa y lo odio, detesto que me vea vulnerable en este instante y eso me rompe aún más porque él limpiaba mis lágrimas y me sostenía cuando el mundo se rompió a mi alrededor— a partir de ahora. Vete, Föller. Sé feliz con ella. Déjame en paz, ya no tienes nada que explicarme. Todo lo que te quedaba de mí se ha ido.



#583 en Joven Adulto

En el texto hay: divorcio, drama, conflictointerno

Editado: 22.02.2025

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