«Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romperse».
—¿Entonces?, ¿están listos para adoptar?.
Ambos padres asienten con la cabeza al mismo tiempo convencidos y emocionados después de un largo proceso de adopción que duró más de lo esperado. A la derecha se encontraba el caballero, un hombre Americano, de unos treinta años que sostiene con firmeza la mano de su esposa. Una mujer Coreana también en sus treinta, ella se siente impaciente por conocer a su futuro hijo, después de esperar tanto tiempo.
Una joven pareja, se encontraban sentados en una pequeña sala de espera, en donde podían percibir una mezcla de emociones entre la anticipación y la ansiedad. Habían pasado por un largo camino en busca de ampliar su familia, superando diversas pruebas y obstáculos burocráticos, pero finalmente, sentían que estaban cerca de alcanzar su objetivo. El ambiente de la sala era tranquilo, iluminado por una tenue luz que creaba una atmósfera de calma. El sonido de las agujas del reloj marcaba el paso del tiempo, aumentando aún más la impaciencia latente en la pareja. Cada minuto que pasaba parecía eterno, pero sabían que el resultado valdría la pena.
—El proceso es sencillo, saldremos a caminar y ustedes podrán interactuar más de cerca con los niños, los observarán y buscarán en ellos lo que ustedes desean de su futuro hijo o hija.
—¡Queremos una hija! —aseguró el caballero.
—Queremos un niño —contesto por su parte la mujer al mismo tiempo que él.
La directora del Orfanato, con una expresión amable pero firme en su rostro, se levanta de su silla y los conduce hacia la puerta principal. A medida que caminan juntos por los pasillos del edificio, los padres sienten una mezcla de emociones difíciles de describir. Por un lado, tenían el anhelo sincero de tener un hijo y darle una familia amorosa. Por otro lado, se sentían inquietos y comenzaban a cuestionarse si el proceso de adopción era demasiado impersonal.
Los pasillos del orfanato estaban llenos de pinturas y dibujos de los niños, evidencia de que allí había un ambiente acogedor. Sin embargo, los padres no podían evitar sentir cierta incomodidad por estar "elige y lleva" a su futuro hijo, como si estuvieran comprándolo en un supermercado. Habían esperado que el proceso de adopción fuera más íntimo y emocional, pero las circunstancias dictaban de otra manera.
Con cada paso que daban, la directora intentaba transmitirles su confianza y seguridad. Les hablaba sobre el cuidado y dedicación que se brindaba a los niños en el orfanato, siempre buscando la mejor oportunidad para ellos. A pesar de sus palabras reconfortantes, los padres sentían una ligera anomalía en su corazón.
Finalmente, llegaron al patio del orfanato, un lugar lleno de risas y juegos de niños. Un grupo de pequeños correteaba y jugaba libremente, mostrando su alegría contagiosa. Los padres observaron a los niños, sus ojos deslizándose sobre cada uno de ellos, preguntándose si alguno de ellos sería su hijo. Pero también se preguntaban si estaban actuando de manera correcta, implicando la elección de un niño como si fuera un objeto.
La directora, percibiendo la incertidumbre en los rostros de los padres, decidió detenerse un momento y tomar un respiro profundo. Miró a los padres con una sonrisa comprensiva, y entonces les habló con sinceridad.
—Entiendo que puedan sentirse abrumados y confundidos —dijo la directora—. Pero quiero que sepan que detrás de todo este proceso, nuestro objetivo principal es encontrar un hogar amoroso y seguro para estos niños. La adopción es un acto de amor y responsabilidad, y sus corazones están guiados por el deseo de darle una familia a un niño que lo necesita. Estoy aquí para apoyarlos y ayudarlos en este proceso.
Las palabras de la directora resonaron en los corazones de los padres. A pesar de sus dudas, recordaron que su intención sincera era crear un hogar lleno de amor y cuidado, brindarles una infancia feliz y una oportunidad de crecimiento a esos niños. Se dieron cuenta de que lo más importante era la conexión emocional y el amor incondicional que estaban dispuestos a brindar, más allá de la forma en que comenzara su relación.
Con una determinación renovada, los padres comprendieron que su preocupación no era sobre la adopción en sí, sino sobre cómo ellos, como individuos, abordaban ese proceso. Se dieron cuenta de que no estaban "comprando" a un niño, sino más bien abriendo su corazón a uno que necesitaba de su amor y apoyo.
Con la decisión tomada, los padres se tomaron de la mano, miraron nuevamente a los niños que jugaban y sonrieron. Sabían que, independientemente de cómo fuera el proceso de adopción, estaban listos para dar un hogar cálido y amoroso a un niño que anhelaba ser parte de una familia.
—Cariño, ¿Cómo sabremos que niño es el indicado? —pregunto la madre casi susurrando.
—Lo sabremos cuando nuestro corazón nos lo diga. Dejemos que el destino nos guíe hacia nuestro hijo, así como ese viejo cuento que sueles contarme. Si él o ella será destinado, lo sabremos en el mismo instante que lo veamos.
En el jardín, un niño de tres o cuatro años observaba los libros que sostenía en sus manos de una tierna manera. A pesar de no saber lo que esas palabras escondían, parecía perdido en sus ilustraciones ya borrosas, como si al observarlas se perdiera en ellas por completo. Sumergiéndose en cada página de esos libros viejos y gastados.