Érase una vez un Kdrama

Capítulo 4

—¿Exactamente, donde dijiste que lo encontraste?.
Roberto lo observa acercándose a él y luego le dice convencido:

—En el piso del auto mientras lo limpiaba —Roberto comenzaba a leer lo que estaba escrito.

—Déjame ir a lo último del libro, quizás su autora escribió algo con respecto a ella, algún tipo de información sobre como se llama o como conseguirla en... —Dyland se detiene

—¡Claro la chica!.

—¿Qué chica, señor?.

—¡La chica!, la chica loca que saltó sobre el auto —recuerda.

—La que le dijo que parecía... ¿Una mantis religiosa gigante? —ríe.

—Gracias por recordármelo, esto tiene que pertenecerle a ella —sigue buscando— nadie más ha entrado al auto solo tú y yo.

Roberto recuerda que entre las pertenencias de la señorita se encontraba el USB cuando las tomó del suelo, indeciso decide no compartirlo con Dyland, de todas maneras ya él lo había averiguado sin ayuda.

—¿Señor?... ya encontré a la joven —asegura Sofía.

—¿Cómo lo hizo tan rápido? —dice Roberto totalmente impresionado sobre las habilidades de Sofía.

—Es una computadora inteligente puede hacerlo más rápido que una persona... ¡gracias Sofía!.

—¡Es un placer Señor!.

Sofía señala un texto con un nombre que no se repite en él. En ella se encontraba resaltado cada letra de ese texto.

—Es una nota del autor —Sofía se coloca en el hombro de Roberto.

—Max Kim, ese tiene que ser su nombre... Sofía busca en las grabaciones del auto el rostro de la chica y súbela a tu buscador.

Roberto recuerda las ocasiones que ha puesto la radio a máximo volumen en el auto y ha cantado cada canción que le gusta a todo pulmón, de solo imaginar que Dyland observaría algo tan desagradable para el oído humano, le hace palidecer al pensar que si continúa con ese comportamiento perdería el mejor trabajo que ha tenido en su vida. 
Sofía reproduce de inmediato el vídeo y toma una imagen de Max, luego la amplia y la mejora para luego iniciar la búsqueda.

—¿Y qué pasará ahora? —pregunta Roberto al observar que Sofía escanea el rostro de miles de mujeres llamadas Max en cada red social.

—Solo esperar. Le haremos llegar a la señorita aquello que perdió, debe ser una chica muy descuidada, seguramente no sabe en qué planeta se encuentra —Dyland se levanta y se sirve un café y sorpresivamente le sirve uno también a Roberto.

—¡Oh!, muchas gracias jefe, es tan amable conmigo —Roberto prueba el café y queda maravillado.

—No te lo estoy dando porque quiero o porque te lo mereces, ¡lo necesitaras! Ya que tú te quedarás aquí; hasta que Sofía haga su trabajo, el tuyo es averiguar donde vive o el lugar de trabajo de la señorita Kim.

—¿Qué?, pero señor ¿quién lo llevará a casa hoy?.

—Obtuve mi licencia al primer intento, así que puedo llevarme a casa solo. Sofía no lo dejes salir, si lo hace me avisas de inmediato.

—¿Cómo que no me deje salir?. ¿Y si tengo que ir al baño? —Dyland desaparece por la puerta dejando a Roberto encerrado.

Mientras tanto Max se encontraba en la florería con su madre a punto de cerrar.

—¿Era el último cliente de hoy cierto? —pregunta Oma quitándose unos guantes.

—¡Lo era!.

De pronto, el teléfono de Max comienza a vibrar, pero no contesta la llamada al observar la pantalla. Era Leo quien la había llamado unas 10 veces en todo el día.

—¡Contesta el teléfono!, se va a dañar de tanto vibrar metido ahí en tu delantal.

—Es Leo Oma, no he podido darle la cara desde que pasó lo de mi rechazo.

—No eres la primera ni la última que rechazan de un trabajo no te sientas avergonzada —consuela.

—Oma no es por lo del trabajo, es que ya él había hecho esto antes lo de recomendarme y de nuevo lo echo a perder. ¡No sirvo para nada!.

—¡Mira esto!, ¿crees que alguien que no sirve para nada como dices arreglaría este adorno floral tan bonito?, tus arreglos se venden más que los míos ¿sabes por qué? —Max la señala con el dedo.

—¡Eso lo sé!... ¿Yo coloco las rosas alrededor y no en medio?.

—¡Eres buena en algo!, el hecho de que no tuvieras suerte como escritora no quieres decir que no tengas otras habilidades.

La campana del local suena y Leo entra después, Max al darse cuenta se esconde bajo el mostrador aferrándose a Oma. Rogándole después que no le diga que se encuentra ahí:

—¡Por favor!... Oma —susurra implorándole que no la delate.

—Oma —se inclina— disculpa que venga a molestarte al trabajo, ¿Max está contigo?.

—¡No!, la deje en casa, no se sentía bien —miente.
Max le hace señales mímicas a Oma agradeciéndole, esta la patea con su pie.

—Es muy grave, me gustaría ir contigo a visitarla y llevarle algo de sopa —Max le señala a Oma que no lo deje ir.

—¡No!, ¡no puedes ir! —se apresura a decir.

—¿Cómo?... ¿Por qué?.

—Es que no quiero que te contagie de lo que tiene, pero puedes acompañarme a mí a la parada del bus. ¿Quieres?.

—¡Claro!... ¡Claro que si!... ve por tus cosas.

Oma va atrás y luego regresa con su bolso, camina hacia donde está Max y saca su teléfono junto a las llaves. Esta última hace simular que se le han resbalado de las manos para que Max pueda atraparlas en el aire.

—Mis manos son un poco torpes, cariño, déjame recogerlas y nos vamos —Dice y luego le susurra a Max:

—Hablaras con él jovencita, es como un hermano para ti, debes agradecerle lo que hizo por ti ahora espera unos minutos y yo me iré primero. Cierra muy bien antes de salir —Se levanta después de dejarle las llaves a Max.

—¿Estás listo?, ¿hace mucho frío afuera?... no traje mi chaqueta.

Leo se quita el abrigo y se lo coloca por encima a Oma... Ella le sonríe agradecida mientras él le abre la puerta. Ya en la calle Oma camina junto a Leo.

—¿Crees que comenzará a nevar?.

Pregunta Oma tratando de romper el incómodo silencio que existía entre ambos desde que salieron de la tienda. 
—¿Crees que, salió de la tienda ya?.




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