Érase una vez un Kdrama

Capítulo 11

Dyland imprime el contrato de Max, lo firma también para luego colocarlo en otro sobre, aquella acta que quedó en blanco es guardada en otro sobre igual. 
 


 

—Llévale este sobre a Max, dile que lo firme al instante si lo desea o que lo lea, luego que me lo entregue necesito hablar sobre qué ideas me tiene sobre el nuevo libro. Este lo enviarás a mi abogado de confianza en Corea.
 


 

Dyland guarda el papel en una caja fuerte. Cuando Queen firme ese otro documento él estará oficialmente casado.
 


 

—Lo haré ¡ya mismo!.
 


 

Roberto sale de la oficina cabizbaja sintiendo pena por Dyland. Afuera es golpeado por uno de los empleados, haciendo que los sobres caigan de su mano. Ambos se observan y Roberto decide no discutir lo ocurrido, ya que ese hombre es mucho mayor que él. 
 


 

—¡Lo lamento!, le aseguro que no lo vi —el anciano recoge los sobres y luego se los entrega. 
 


 

—Con esos lentes tan grandes deberías ver hasta las partículas de polvo amigo... ¡Ya sigue con tu trabajo!.
 


 

Roberto llega a donde está Max y le extiende el sobre. Ella lo observa y luego lo toma, por dentro gritaba emocionada al saber que dicho papel cambiaría su destino. 
 


 

—Supongo que ya sabes lo que es, él dice que está bien si no lo lees y también si deseas hacerlo.
 


 

Max abre el sobre y únicamente lo deja a la mitad, justamente donde tiene que firmar. Ella piensa por un segundo en leer el contrato y después toma el bolígrafo firmándolo. 
 


 

—Confío en él Roberto, si él dice que está bien... ¡Entonces está bien! -cierra el sobre de nuevo y luego se dirige a la oficina.
 


 

—Lo firmó Max, firmó... El documento —Max se despide de Roberto y luego entra a la oficina.
 


 

—Aquí está el contrato, ya está firmado.
 


 

Agradecida le extiende el sobre a Dyland y este lo coloca en la caja fuerte. Sus ojos brillosos y llenos de alegría le recuerdan que es de esa manera como su cara debería de lucir en este momento. 
 


 

—Te prometo que tu vida cambiará a partir de este momento Max, yo me aseguraré de que eso suceda.
 


 

—Estoy segura de que la de usted también y me gustaría algún día conocerla también -Max se levanta y Dyland en seguida le hace una invitación.
 


 

—¿Te gustaría acompañarme está noche a cenar Max?, si tienes alguna duda sobre el contrato podríamos discutirlo.
 


 

Dyland se quita los lentes y luego se levanta. No puede evitar pensar en Queen y en lo furiosa que se pondrá cuando tenga el documento en sus manos. De niños, ella era quien lo defendía cuando ambos eran jóvenes, Dyland aprendió mucho de ella, parte de su personalidad se la debe a los años que ambos pasaron juntos apoyándose mutuamente. Él estaba consiente de que probablemente jamás se enamoraría de ella, era su hermana aunque no compartieran la misma sangre. Ambos tienen que soportar la carga de sus familias inevitablemente. 
 


 

—¡Eso me encantaría mucho!, ¿podemos ir al lugar que fuimos la otra noche? —Dyland le sirve un café y luego se lo ofrece.
 


 

—Iremos entonces —decidido.
 


 

Horas más tarde Max sale de la Editorial y observa a Dyland junto al auto. Ella observa hacia atrás buscando al chofer de su jefe con la mirada, pero ambos estaban solos. 
 


 

—¿Dónde está Roberto? —lo mira. 
 


 

—Tiene el día libre desde el mediodía, se merece un descanso —retira sus lentes. 
 


 

Ambos entran al auto y las chismosas chicas del baño los observan desde lo alto de la empresa justo cuando se marchan. En unos minutos se encuentran en la carretera, Max baja la ventana para que el aire le golpee suavemente en la cara. Emocionada por esta nueva etapa recuerda con mucha alegría su primer encuentro con Dyland, aunque ella piensa que fue totalmente desastroso, Dyland lo recuerda como un momento "gracioso", viniendo de la persona menos esperada. 
 


 

—La primera vez que hable con usted fue en este auto —recuerda.
 


 

—¡Sí!, vomitaste sobre mí, eso también lo recuerdo, además de compararme con un insecto —sonríe.
 


 

Max lo observa y de manera inevitable se queda así por un largo tiempo, Dyland se da cuenta de esto y se sonroja internamente. Los grandes ojos de Max lograban incomodarlo en algunas ocasiones. 
 


 

—Lo ve, es agradable cuando sonríe... Jefe —confiesa.
 


 

—¡Llámame Dyland!, no serás más mi secretaria. 
 


 

En el local, Max le pide a Dyland quedarse en otro lugar y no entrar en donde estaban antes. Temía que su amigo volviera a aparecer nuevamente. 
 


 

—Bien, ¿qué quieres comer? —lee el menú.
 


 

—¿Puedo pedir lo que sea? —lo observa. 
 


 

—Lo que quieras, las veces que quieras y con el precio que quieras-alardea y luego sonríe.
 


 

—En ese caso quiero probar todos los postres. 
 


 

Max cierra el menú y se lo entrega al caballero que se acerca a la mesa. Dyland la observa sonreír y decide romper con su rutina solo por esa noche. 
 


 

—Comeremos solamente los postres, ¡los seis!... ¡Ambos!. Quiero también su mejor botella.
 


 

El caballero sonríe y en unos minutos llenan la mesa con los platillos. Max se impresiona al observar lo colorido de cada uno y el olor tan agradable que salía de cada uno de ellos. 
 


 

—¿Entonces con cuál quieres empezar?.
 


 

Ella, elige un pastel con tres capas de chocolate, Dyland decide probarlo primero también. Al observar la expresión de Max. 
 




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