¿eres Famoso?

1.- Félix del Valle

Capítulo uno

Félix del Valle

―¡Detén el auto! ―levantó la voz ―Thomas, puedes ocasionar un accidente ―expresó tratando de hacerlo entrar en razón.

―No seas exagerado ―lo miró, ocasionando que apartara la vista de la carretera, lo que hizo que su amigo se enojara ―mira esto ―apartó sus manos del volante y aceleró.

―¡THOMAS! ―gritó, así que bajó la velocidad y volvió a tomar el volante ―¡DETÉN EL AUTO YA! ―añadió molesto ―yo manejo ―le dijo para evitar un accidente, pero él hizo caso omiso.

Agustín estaba demasiado preocupado, su amigo no iba en condiciones de manejar, eran las 2:00 a.m. las calles estaban obscuras, en algunas había alumbrado público, pero no era suficiente, Thomas estaba ebrio, podía causar un accidente, se podían estrellar contra algo, pero por más que él insistía su amigo no escuchaba razones.

―No insistas ―Agustín negó con la cabeza y cerró los ojos, en ese instante Thomas frenó de golpe el auto.

Lo que más temía que pasara, pasó.

―¿Qué hiciste? —preguntó preocupado ―¡Carajo! ―puso su mano en su frente, ambos estaban en shock.

Sabían lo que había provocado.

―Te juro que no la vi, salió de la nada.

—Thomas, ¿Cómo va a salir de la nada? —negó molesto ante la excusa tan estúpida que había dicho su amigo.

Bajaron del auto, miraron a la chica inconsciente, al verla,  Agustín soltó un golpe al aire.

—¡Lo único que nos faltaba! 

 Ignoró lo que dijo su amigo, Thomas se acercó y le tomó el pulso.

―Está viva ―afirmó para luego mirar a su amigo y tratar de encontrar una respuesta.

—Gracias a Dios —miró el cielo y notó lo hermosa que estaba la noche a pesar de que no había estrellas —menos  mal que no la mataste.

Regresó la vista a su amigo, estaba de cuclillas a un lado del cuerpo inconsciente de la chica.

―Tenemos que llevarla a un hospital o ¿Piensas dejarla aquí?

—No, por supuesto que no la voy a dejar aquí.

Mientras Thomas cargaba a la chica y la acomodaba en el asiento de atrás del auto, Agustín no dejaba de mirar su alrededor, necesitaba cerciorarse de que no hubiera paparazzis.

Lo último que quería era involucrarse en algún escándalo.

Suficiente con la noticia que salió hace unos días en todos los medios, de él, golpeando a un empleado de un bar, no lo había hecho apropósito pero el mesero no dejaba de incomodar a una "amiga" con la que se encontraba.

Y no es excusa, él trató de hablar con los de seguridad y no es que hicieran mucho, por no decir nada.

Por si fuera poco, estaban a unas semanas de estrenar un proyecto y el director había sido claro.

"Nada de polémicas, los conozco a ambos"

Soltó un suspiro.

Le puso el cinturón de seguridad, se acomodó en el asiento de copiloto y le dio las llaves a Agustín para que manejara.

Mientras conducía por la carretera sólida, el celular de su amigo empezó a sonar pero él rechazó la llamada y como no dejaban de insistir decidió apagarlo.

Thomas no dejaba de pensar en el accidente, en ella, en sí tendría algunas repercusiones, le preocupaba el saber que podía causarle daños colaterales.

Quitó esos pensamientos negativos, pero era una posibilidad, podría tener algún hueso roto, podría necesitar de una silla de ruedas para moverse.

A simple vista se veía bien, pero él no era doctor como para llegar a esas conclusiones.

Estaba molesto, había sido un inmaduro y un inconsciente.

Y las consecuencias fueron un accidente.

―¿A qué hospital la llevamos? ―preguntó sin mirar a Thomas, no quería apartar la vista del camino, suficiente tenían con un accidente ―ninguno de los dos conocemos mucho por aquí.

―La llevaremos con Félix del Valle ―su amigo no estaba de acuerdo, su mirada lo dejaba más que claro.

—¿Estás seguro? ―asintió ―Félix es el mejor doctor ―afirmó ―pero... ―titubeó un poco ―conoce muy bien a tu familia y eso sin contar que estamos muy lejos.

—Que conozca a mi familia no importa, lo único que me importa es que ella esté bien, así que vamos a ir con él.

—Bien, pero si se muere no es mi culpa.

Thomas se sorprendió al escuchar a su mejor amigo.

No estaba hablando en serio.

—¿Qué estás diciendo?

—Thomas, estamos a cinco horas, no sabemos que le pasó, en ese recorrido puede morir.

—Carajo.

Su amigo tenía razón

Tomó el celular de Agustín y empezó a buscar el hospital más cercano.

Le indicó por donde ir hasta que llegaron.

Aparcó el auto y bajaron, Thomas abrió la puerta de atrás y antes de que pudiera hacer algo, su amigo azotó la puerta para cerrarla.

—¡Súbete! —sin pedir explicaciones lo hizo.

Aceleró. El hospital, las ambulancia y el personal desapareció de su campo de visión.

—Alguien nos estaba grabando y recuerda lo que dijo el productor...

—¡Me importa poco lo que dijo el productor!

—A mi no, porque me lo advirtió y ahora no necesito problemas.

—¡Carajo! ¡Es la vida de una persona!

—Thomas, lo siento, pero no voy a regresar.

—Para el auto, yo voy a manejar.

—¿Para que mates a alguien más? No gracias.

—¿Qué pasaría si fuera alguien de tu familia?

Negó, Agustín no iba a regresar a ese hospital.

Pensó, pensó, pensó...

Tomó el celular y marcó el número de Guillermo, un empleado de la familia que se dedicaba cuidar y darle mantenimiento a los aviones privados y helicópteros de los Pritzker.

Solicitó un helicóptero con personal médico de toda la confianza de Félix.

Sintió un alivio al ver a Félix bajar del medio aéreo.

Tenía puesta su bata blanca, hacía tiempo que no lo veía, las canas en su cabello negro, eran más notorias, tenía 57 años y seguía conservándose, no lucía tan grande, quizá 4 años más joven.

Detrás de él, venían los paramédicos con una camilla.

—¿Dónde está? —señaló el asiento de atrás del auto.



#2487 en Novela romántica

En el texto hay: amor, chismes, fomoso

Editado: 31.01.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.