Eres mi destino. Park Jimin

Cap. 9

 

 

Se comieron la pizza con gusto.

Jimin sabía que iba a ser así, casi como en los viejos tiempos.

Casi...

Hubiera sido tan fácil, tan increíblemente fácil, bajar la guardia, dejarse llevar por ese sentimiento de nostalgia. Era tan fácil fingir que nada había cambiado, que seguía siendo aquel muchacho que había luchado tan duro para ganar, y que lo había logrado.

Se había enamorado de ella la primera vez que la había visto. La primera vez que había visto su rostro, de rasgos aristocráticos y refinados, había sentido un nudo en el estómago, tan duro que apenas podía respirar. No tenía duda que Lily Steven era la chica más hermosa que había visto.

Sin embargo, por aquel entonces, ella había necesitado algo más que unas cuantas miradas para dejarse cautivar. Lo que más le había llamado la atención de ella habían sido sus ojos tristes, pues deseaba aliviarle el dolor de alguna forma. Se había propuesto conocerla a toda costa, acercarse a ella, por mucho que sus amigos le advertían que no tenía ninguna posibilidad, sus amigos conocían muy bien a casi todos en la universidad y decían que Lily Steven era solitaria, independiente... Se decía que no se relacionaba con nadie.

Un desafío que Jimin había encontrado irresistible.

Y cuanto más intentaba acercarse a ella, más sucumbía a sus encantos. En cuestión de unos días, Lily dejo de ser un desafío y se convirtió en alguien a quien quería ayudar, alguien cuya confianza de quería ganar. Habían coincidido en algunas clases y formaban parte del mismo grupo de estudio, su primer logro con ella.

- Vamos - recuerda le había dicho con entusiasmo - La facultad de derecho es dura, hay que hacer un esfuerzo colectivo para sobrevivir. Lo que uno no sabe puede que otro lo sepa. Se trata de ayudarnos mutuamente.

Más tarde ella le había confesado que realmente habían sido sus ojos lo que la habían hecho decidirse.

- No puedes negarnos el privilegio de contar con tu cerebro - le había dicho él en un tono bromista, para convencerla.

Al final, aunque no sin reticencia, ella había accedido a unirse al grupo de estudio, y Jimin hubiera querido cantar victoria, y gritarlo a los cuatro vientos.

Aquel había sido el verdadero comienzo, el principio de lo que con el tiempo resultaría ser una relación demasiado breve, demasiado fugaz.

Todavía recordaba la primera vez que la había hecho reír.

Y la primera vez que no había rehuido a sus besos.

No había forma de medir la intensidad de lo que había sentido por ella. Entonces pensaba que aquellos sentimientos eran correspondidos. Durante el breve tiempo que habían pasado juntos, le había mostrado su alma, y había visto la de ella, aunque solo por un instante.

Ella nunca le había devuelto todo lo que le daba, pero eso tampoco había importado mucho en aquel momento. Con Lily las cosas eran diferentes, las viejas reglas de desmoronaban y aparecían otras nuevas. Jamás había tenido inconveniente en ir paso a paso, siempre y cuando consiguiera su propósito al final.

Estaba tan seguro, tan seguro de que todo saldría bien...

Y por ese motivo todo su mundo se había derrumbado tras la desaparición de ella.

Al principio había creído que la habían secuestrado. Estaba completamente convencido de que la mujer a la que amaba por encima de todas las como podía haberlo abandonado sin más, no después de haberle propuesto matrimonio.

Pero lo había echo...

Lily había desaparecido, dejándole una nota sobre el escritorio. Aquel pedazo de papel se había caído al suelo entre el bote de la papelera que tenía y la mesa, y no lo había visto hasta mucho tiempo después, cuando, ya frustrado u desesperado, le había dado una patada al bote de la papelera.

Solo había dos palabras escritas, dos palabras que le desgarrado el corazón.

Lo siento.

Eso era todo lo que ella había escrito, y se suponía que debía seguir adelante, viviendo su vida, sin una explicación. Pero él no podía, no podía seguir sin ella.

 

De vuelta al presente, sentado en el comedor de su casa, con ella delante, se vio asediado por un diluvio de recuerdos amargos. Todo lo que había sentido, todo lo que había vivido con ella, y después sin ella, lo bueno, lo malo, y, finalmente la rabia... Había sido un idiota por amarla, por haber estado dispuesto a hacer cualquier cosa por ella.

Ella no había sido lo bastante valiente como para explicarle las cosas cara a cara.

Pero en ese momento, después de tanto tiempo, ya tenía una respuesta. Sabía porque se había marchado.

No obstante, a pesar de eso, quería preguntarle por qué lo abandonado así, sin siquiera darle una explicación, sin darle la oportunidad de luchar por ella y demostrarle que él si era un hombre.

Todas aquellas palabras vibraban sobre sus labios. La cruda verdad era más que evidente, Lily lo había abandonado por Erik Dalton, el heredero de una increíble fortuna que no se merecía. Se decía que ninguna mujer se resistía a el, el tipo no era más que un playboy sin escrúpulos ni moral, el niño mimado con un corazón de hierro que usaba a las mujeres como si fueran prendas de vestir.

Solo tenía que señalar con un dedo y las mujeres le caían del cielo, deseosas de recibir sus atenciones, contentas de ser beneficiadas por su generosidad artificial, a Erik el dinero le salía por los oídos y no le daba valor a nada, total siempre había más para gastar.

<<¿Y eso era todo?>>, se preguntó Jimin.

¿Lily se había dejado cegar por el dinero? ¿Se había dejado seducir por el lujo y la ostentación? El siempre la había creído una mujer pura y auténtica, alguien que no se dejaba deslumbrar por los bienes materiales.

No obstante, era evidente que se había equivocado. El que estaba ciego era él.

Su cariño llevaba una etiqueta con un precio.

La Lily Steven a la que había amado locamente era una mujer decente. Y esa Lily jamás lo hubiera abandonado después de haberle declarado sus intenciones de matrimonio.




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