Desde aquel entonces la vida de Julia se transformó en un lecho de rosas, que nunca nadie hubiera podido imaginar. Recibió las mejores ropas, zapatos y tratos de la sociedad. Aprendió a leer y escribir correctamente, dos de sus pasiones más grandes, tales como el deseo de volar de un ave apenas nacida del huevo. Con el paso del tiempo desarrollo una capacidad intelectual enorme, y fue gracias a ella, que logró conectarse mucho más con su rescatista.
Su matrimonio con Alessandro fue la piedra angular de su nueva vida, una existencia altamente adornada con encuentros sociales y las más finas posesiones, un total contraste a su pasada. Pero en el fondo de su corazón sus penas aún estaban vivas, no en la misma intensidad que en tiempos pasados, pero seguían allí.
El tiempo transcurría, y la vida de Julia era semejante a la de dos hojas de una misma rama enfrentadas al sol naciente. El amor y el conocimiento se volvieron sus dos pasatiempos favoritos, y a los que les dedicaba casi todas las horas de sus días. Por las mañanas, cuando el sol cubría de brillo y esperanza a las personas, se pasaba todo su tiempo en la inmensa biblioteca de su residencia, devorando a cada autor con el cual se encontraba y redactando escritos personales, que solo ella conocía y leía una vez tras otra. Por las noches, se amaba locamente con Alessandro, en un remolino de pasión desenfrenada, pero al mismo tiempo, decorada con el más puro romanticismo que pudiera existir entre dos personas. Sus cuerpos se unían en uno solo, y daban lugar al más puro amor que podría existir entre dos seres humanos.
Las hojas de los árboles caían cuales palabras olvidadas de pronunciar, y el destino volvió a tocar a la puerta de Julia, ya una mujer tan culta como los escribas del antiguo Egipto, o cual escritor filosófico. Con motivo de celebrar su 13 aniversario, decidieron emprender un viaje, pero no a algún destino del mundo, sino a lo más profundo de sus corazones. Hicieron el amor, pero con sus ropas puestas y en medio de la tarde. Abrieron sus almas entre ellos, y sus corazones se volvieron el cuaderno del otro para plasmar su pasión y amor. Solo tenían un deseo, envejecer juntos y que su hora final llegará al mismo tiempo. Habían comprendido que eran la luz guiadora del otro, y que, si en algún momento debían separarse, solo la muerte sería la encargada de realizar tan laboriosa y cruel tarea.