Para muchos era una vida perfecta, como el oro de sus alianzas, pero algo alteró esa felicidad de tal manera, que Julia no volvió a ser la misma que alguna vez supo ser. Una acalorada tarde de primavera, Julia y Alessandro caminaban juntos por la orilla de un lago, podría decirse que la expresión de sus rostros era la misma que posee un alma cuando encuentra la felicidad absoluta de su existencia. De un instante hacía otro, Alessandro dejo de caminar y se tumbó en el áspero suelo. Un brillo invadió sus ojos y solo logro pronunciar unas pocas palabras a la mujer que lo acompaño durante tantos años «te entrego mi alma, corazón de mi vida» Su alma había partido, pero no lo hizo sola, junto con ella se marchó la felicidad de Julia
Los tiempos que siguieron a la muerte de Alessandro fueron de una gran pena para Julia. Había cerrado su corazón, dejo de realizar sus más grandes pasiones, el leer y el escribir fueron olvidados por su mente, o por lo menos eso era lo que creía. No encontraba consuelo alguno, sus horas eran un interminable cobijo para la soledad, se encontraba rodeada de las más grandes riquezas, pero en el fondo de su alma sabía que se hallaba exactamente igual que antes de conocer a Alessandro.
Mucho tiempo había transcurrido, y Julia ya no sabía qué hacer. Y en medio de una tormentosa noche, tomo la más terrible de las decisiones, acabar con su vida. En el preciso momento en el cual hurgaba los cajones del armario de su esposo en busca de veneno, halló un viejo sobre, amarillento por los años que acarreaba. En su frente estaba escrita la leyenda «para Julia» Como última voluntad decidió leerla, al hacerlo quedo sorprendida, la misma decía:
“Julia, he tomado la decisión de escribir esta carta para expresarte todo lo que significas para mí. Eres hermosa, tanto de alma como de cuerpo. Antes de conocerte mis horas eran de soledad y tristeza, pero desde el momento en el que te vi, tumbada en una calle, supe inmediatamente que eras la mujer de mi vida. Tus ojos se volvieron el faro de mi existir, y tu cuerpo fue el mejor amante y compañero que pude tener, pero es tu alma de la que nunca deseo separarme, pues ella es tan pura, que provoca en mi la felicidad absoluta. Solo quiero que sepas, que, si algún día me sucede algo que pueda separarnos, no dediques tu vida a la tristeza o al odio, siempre estaré a tu lado, en el viento en tu cara, en el rayo de sol que penetra tu visión en una mañana nublada o en cantar de una bella ave, pero siempre estaré contigo. El día que ya no pueda acompañarte físicamente, mi mayor deseo sería que seas feliz, y hagas lo que más amas, escribir y ayudar a los demás, me despido con un pequeño poema:
«En tu alma, mi vida
se encuentra plena.
Tus ojos son mi guía, y deseo
fervientemente
que hagas felices a los demás
como lo lograste
con mi existir»
Luego de leer esas líneas, Julia rompió en un llanto sin precedentes. Pero también comprendió algo muy importante, si deseaba honrar la vida de Alessandro y la de quienes la amaron, debía seguir adelante y ver hacía el futuro. Será un camino difícil y extremadamente arduo, pero sabía que debía seguirlo. Un aire de esperanza la invadió, y con él la esperanza llegó.