Los años transcurrían, y Julia era extremadamente feliz. Logro ayudar a miles de personas que, como elle, comenzaron sus vidas en el barro. Sus escritos se volvieron sumamente famosos, y con el dinero obtenido de ellos creo organizaciones de ayuda social. Fue en el ayudar a los demás que su vida recobró el sentido, antes perdido.
Ella, que conoció muy bien el barro y la gloria, era ahora un sinónimo de esperanza y amor. Cierta tarde contemplando el cielo de otoño, decidió recostarse en la sombra de un viejo roble, sus pensamientos se volcaron en una sola idea, la cual dijo en voz alta -he sido muy feliz, y logre que otros lo fueran, ese debería de ser el deseo o anhelo de muchas personas- Dicho eso, cerro sus ojos para siempre y su alma se reunió con quienes amo a lo largo de su vida. Por primera vez, halló paz en su existir.