Eres mi salvación.

Capítulo VI: Confesiones.

Hache.

Génova me deja con dificultad sobre la cama. La veo irse y me levanto dejando caer la manta que me dio, me voy hasta el baño. Abro la ducha, dejo que el agua recorra mi cuerpo entero. Me siento agotado. La bala que tenía en el abdomen me debilita mucho. En un hombre lobo, común podría asesinarlo. Pero en mi es diferente ya que soy un hibrido. Escucho alguien entrar a la habitación. Por el olor que tiene sé que es mi mate.

- ¿Hache? – pronuncia con preocupación. No contesto. Escucho sus pasos venir hacia aquí. Toma la manija y abre la puerta lentamente. Veo a través de la cortina transparente, como tapa sus ojos al ver que estoy bañándome. – Te traje ropa. Te la dijo aquí. – dice dejando la ropa en un mueble. Yo me rio bajito. Y ella sale de la habitación del baño.

Cierro la ducha después de lavarme el cuerpo. Me seco y me cambio con la ropa que me trajo mi mate. Salgo a la habitación y ella está sentada en la punta de la cama. Me mira y sonrío, tiene los ojos hinchados de tanto llorar. No me gusta que llore. Mi mate se levanta y se va al baño con el bolso de la ropa. La miro marcharse con el ceño fruncido. ¿Qué hice mal? Me acuesto en la cama y cierro los ojos.

Escucho como mi luna, entra a la habitación. No me muevo, deja su bolso y se acerca a mí. Se sienta al lado mío, siento su respiración muy cerca de mi cara. Deja un beso en mi mejilla y acaricia la otra.

-Me asusté mucho cuando te vi en el suelo. – dice sin alejarse. – No sé, que me pasa contigo, pero no quiero verte nunca más encerrado en un laboratorio. No lo soportaría. – termina en un susurro. Acaricio se cabello aun mojado, se tensa bajo mi toque. Abro los ojos y observo los suyos, eso color café que me hipnotiza. No dice más nada.

Termino la distancia que hay entre nosotros, y junto mis labios con los de ella. Son tan delicados, tan suaves y dulces. Me corresponde el beso, abriendo su boca para darme acceso a mi lengua. Recorro su cavidad, saboreando cada lugar. Suelto un gemido en su baca. Se separa unos centímetros por falta de aire. Pero vuelve a besarme con desesperación.

Recorro su cuerpo con mis manos, siento que mi cuerpo quema cuando esta tan cerca de mí. La tomo de la cintura y la subo sobre mí. Ella no se resiste en ningún momento. Se coloca su cabello negro en una coleta desarmada.

-Eres hermosa. – La acerco a mí cuerpo. Me subo sobre ella. Dejo besos en sus labios, voy bajando hasta su mandíbula, saboreándola. Muerdo el ovulo de su oreja jugueteando, ella gime en consentimiento. – Eres mía. Solo mía. – digo en su oído. Ella me obliga a mirarla a los ojos. Me mira intentando descifrar que hay en mi mente.

- ¿Qué significa que soy tu mate? – pregunta. Me acuesto a un lado de la cama y la atraigo hacia mí. Coloco mi cabeza en el hueco de su cuello, inspiro su aroma y suelto un suspiro largo. Sus manos tímidamente acarician mi cabello.

-No sé si debería… decirte. – digo con tono preocupado. – No quiero que te asustes y quieras alejarte.

-No voy a dejarte. No voy a abandonarte nunca. – dice bajito, miro su cara sus pupilas están dilatadas. Me mira esperando una respuesta. No quiero que se asuste. – Ey, estoy aquí. – dice dejando un beso corto en mis labios.

-Un mate es como la mitad de un lobo, su pareja de vida. La mitad de su corazón. Cuando un lobo la encuentra, no puede alejarse, su instinto es protegerla. Sus ojos cambian a amarillos. – digo apresuradamente. – Es como una droga. El lobo no se separa de ella por mucho tiempo. Cuando un lobo marca a su mate, los dos se convierten en uno. Lo que siente uno siente el otro.

- ¿Tú quieres marcarme? – pronuncia un poco asustada. Yo asiento con la cabeza. – ¿Me va a doler?

-Tranquila mi hermosa luna. No lo voy a hacer ahora. – digo para calmarla. Ella se relaja en gran medida. – Yo no sé mucho del amor. Y de parejas de vida. Me encerraron cuando era un cachorro. – digo en un susurro. Trago saliva fuerte. No quiero recordar.

-Tranquilo. – dice tomando mi cara en sus manos. La miro a los ojos y sonríe. – Hablemos de otra cosa. ¿Qué te gustaba hacer cuando eras un cachorro? – cambia el tono de su voz a una más dulce. La miro y sonrió. Me muevo para quedar a su altura.

-Son muchas cosas. – digo encogiéndome de hombros. No quiero hablar de mi pasado, me trae recuerdos del momento que me separaron de todos.

-Vamos. – dice empujándome con su mano. No logra moverme un centímetro. – Por favor, al fin dices más de dos palabras. No quiero dormir. Quiero seguir escuchando tu voz. – termina sonrojándose.

-Lo que más me gustaba era estar en la manada. Mi mamá era excelente cocinera. Realizaba las mejores comidas. También era excelente luna. Trataba a todos con amor. Me gustaba pasar tiempo con ella. – su cara no deja de mirarme con una sonrisa que deja ver todos sus dientes, sus ojos se iluminan de una forma encantadora. – Mi padre era fuerte, me enseño que la manada es una familia que hay que proteger. Yo no pude protegerla. A ninguno. – Aparto la mirada. Mis manos se vuelven puños y mi cuerpo se tensa. Mi luna toma mi mano y me relajo, miro su cara me sigue mirando de la misma forma.




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