Eres mi salvación

4. Propuesta

Todos estaban impactados por la escena que presenciaban. Pues yo, la mismísima Amelia Catria Noix Moretti, estaba desnuda encima del hombre más polémico de los últimos años. Mi madre, Serenna Noix, se agarraba fuertemente del brazo de mi padre, mientras algunas de las sirvientas cuchicheaban sorprendidas de mi acto. Si hubiera sido la Amelia tonta e inexperta del pasado, probablemente tendría ganas de esconderme debajo de una piedra y no salir hasta el mundo se acabara. Sin embargo, ya había vivido esa humillación antes, y conforme a todo lo que pasé en mi antigua vida, no me quedaba nada de vergüenza que experimentar.

—¡No puedo creer que te hayas aprovechado de mi hija! —le gritó Angus Noix a Owen Hudson, quien parecía estar aún más confundido que todo el personal junto.

—Le puedo asegurar que esta vez no fui yo quien metió a esta mujer en mi cama—declaró alzando los brazos.

—¡¿Te atreves a insinuar que mi Amelia es una cualquiera?! —el rostro de mi padre estaba encendido por la ira. Jamás lo vi así de enojado, pues en el pasado, con la personalidad retorcida de Damián, el simplemente había fingido sumisión y arrepentimiento lo que no conllevó a una escena violenta, pero Owen no era para nada como ese asesino y tampoco tenía nada que ocultar.

Fue entonces que comencé a sentirme realmente culpable por la situación en la que había metido a Owen, y pensé en si en verdad tomé la mejor decisión, pero aunque él estuviera en el ojo del huracán durante unas semanas debido a mí, sabía que no se dejaría vencer, pues superó problemas peores en el pasado. Esperaba que simplemente no le dejaran el tiempo suficiente para que explicara cómo fue que terminé ahí y así luego yo poder convencerlo de hacer algún tipo de trato que le beneficiara lo suficiente como para seguir con mi juego. De lo único que estaba segura, era que no podía volver de ninguna manera con Damián, aun si eso significaba venderle mi alma al diablo. Tomé lentamente la sábana y la arrastré para cubrirme los senos, pues no deseaba darle ninguna vista más a todos de mi cuerpo. Me giré para poder encararlos y noté que detrás de ellos, estaba aquella persona que odiaba con todo mi corazón, con el rostro pálido. El ver a Damián parado entre la multitud, despertó una señal de alerta en mí. Mis neuronas comenzaron a correr mientras buscaban un plan en el que lograra deshacerme de esa basura antes de que descubrieran quién era el verdadero padre de mi hijo. Así que intentando alejarlo antes de que armara un escándalo y descubrieran mi mentira, grité. Todos giraron sus caras hacia mí, mientras yo continuaba gritando lo más fuerte que podía, justo como una desquiciada. Owen colocó sus manos en mis hombros, intentando controlar a la loca del siglo, mientras seguía actuando como una neurótica.

—¡Quiero que salgan todos de aquí! ¡No me vean así! ¡Fuera! —estaba segura que mi actuación ganaría el siguiente Óscar. Pues nadie se atrevió a decir nada más, y pensando que realmente perdí la cabeza, fueron saliendo de uno por uno hasta que solo quedamos Owen y yo en la habitación.

—Parece que si te falta un maldito tornillo, escuincla —espetó encolerizado.

 No tenía palabras para poder explicarle porque terminé arrastrándolo a mi desgracia, así que solamente intenté buscar algo de ropa entre los cajones de la criada que parecía recitar ahí. Luego de encontrar algo parecido a un vestido de trabajo, me lo enfundé y encaré a mi víctima.

—Realmente lo siento. Solamente no pude pensar en nada más.

Owen me miraba con sospecha, mientras cruzaba los brazos en su pecho. Noté que ya se había puesto su ropa interior y pantalones, así que me sentía un poco más dispuesta a charlar sobre la propuesta que tenía para él.

—¿No pudiste pensar en nada mejor que arrancarte el vestido y sentarte encima de mí? Quiero decir, por lo menos hubiera sido cierto todo este teatrito que te montaste para que valiera el maldito regaño que tu padre me dio.

Lo poco que le importaba el asunto, no dejaba de asombrarme. Era tan extraño conocer a alguien que dejara fluir de esa manera los acontecimientos, que simplemente me descolocaba.

—Cómo te dije, esto fue en lo único que pensé. Realmente creí que si los demás piensan que tú eres el padre de mi hijo, podré solucionar todo dado el momento.

La figura relajada que el ex jugador más cotizado de todo el país antes tenía, se fue al caño en cuestión de segundos. Noté sus facciones endurecerse al punto de erizarme la piel y tragué.

—A ver, muñequita, ¿qué acabas de decir?

Maldije que mis pensamientos fluyeran tan rápido que no analicé más lo que revelé, pero ya no había vuelta atrás y no pensaba rendirme sin pelear. Ese hombre no me iba a intimidar, no cuando en ese momento, si juntaba mis dos edades, podría ser su propia madre.

—Lo que escuchaste. Necesito que pretendas ser el padre de mi hijo y te cases conmigo por un tiempo.

Owen se quedó en silencio por un momento y luego se echó a reír.

—Realmente estás algo zafada, muñequita. Ahora entiendo porque no te dejaban salir de esta prisión. Si yo tuviera una hija así de perturbada también la tendría encerrada.

Bufé ante su tonto comentario.

—Sí, sí. Te puedes quejar todo lo que quieras sobre como soy una maldita loca, pero el hecho de que todos piensan que nos acostamos no va a cambiar en mil años. Y eso es lo que yo deseo. No me importa ni tener tu amor, ni acostarme contigo, ni que dejes a tus miles de mujeres. Solo no quiero que descubran quién es el verdadero padre de mi hijo o mi vida se irá al maldito infierno.




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