Eres mi salvación

7. Confesión

La rabia que sus ojos denotaban me tenía alarmada. Había pensado miles de veces en cómo explicarle de manera coherente porque poseía esa información, pero luego de sentir su fuerte agarre y sus venas sobresaliendo de su cuello, supe que no sería suficiente darle una pobre excusa. Dejé salir el aire lentamente, para tranquilizar mi exaltado corazón y comencé a hablar.

—Si te cuento la verdad, ¿prometes creerme y no juzgarme?

Alcé el mentón, para verme un poco menos intimidada y aunque reconocía que era una locura, no me quedaba otra alternativa.

—No quiero ningún truco.

—No estoy jugando —espeté con seriedad.

Owen, quién seguía mirándome a los ojos como un perro rabioso, aflojó un poco sus manos y me dio la libertad de moverme de sitio.

—¿A dónde vas?

—Será mejor que hablemos en otro lugar —musité, mientras veía las miradas contrariadas que los paramédicos nos dedicaban—. No queremos ocasionar otro chisme donde digan que eres un maltratador de mujeres.

—Al diablo con la gente.

Suspiré por su forma tan inconsciente de actuar y de repente entendí porque siempre estaba envuelto de tanta polémica. Y mientras repasaba mi nuevo discurso, caminamos hasta el jardín. Me aseguré de que nadie nos siguiera en secreto, ya que a pesar de ser personas que yo misma me encargué de conseguir, nunca se sabía si habría un traidor entre ellos, pues había experimentado ese tipo de apuñaladas en carne propia.

—¿Entonces? estoy esperando.

Realmente ese hombre quería matarme. Tenía tantas ganas de golpearlo y reprocharle de cómo podía ser tan cruel con la chica que salvó a su familia, pero debido a que todavía debía ganarme su favor, guardé silencio.

—Bueno, en realidad, yo ya sabía desde hace tiempo que este día tus abuelos intentarían suicidarse.

Owen frunció el ceño.

—¿Cómo?

—Porque lo vi en las noticias.

Él, quien pensaba estaba jugando con su mente, se acercó a mí luciendo intimidante y alcé las manos para que se detuviera. Observé como la sangre escurría por mis heridas y las observé sorprendida, pues no me había percatado de ello hasta en ese momento. Owen, quien tampoco reparó en nada por estar demasiado aturdido y eufórico por lo ocurrido, enmudeció y dejó de intentar amenazarme.

—Debemos tratarte.

—Sí…—comencé a decir, sin embargo, era necesario para mí aclarar todo antes de irnos, pues después sería más difícil explicarle mi situación—. ´Pero primero, arreglemos este malentendido. En verdad lo vi en las noticias, solamente que estaba encerrada en mi habitación, llorando porque me encontraron desnuda en una cama de servicio con un hombre que conocí apenas la noche anterior y sin recordar exactamente cómo llegué ahí y le entregué mi virginidad.

—¿Qué estás diciendo? si tú fuiste quien se tiró encima de mí.

—Así es, eso fue lo que hice en esta vida —alcé el rostro, para verlo directamente a los ojos y demostrar mi sinceridad—. Esta es mi segunda vida. He regresado en el tiempo.

En realidad, nunca pensé que Owen verdaderamente creería en mis palabras. Imaginé que el interrogatorio seguiría por días y días hasta que fuera capaz de comprobar lo que estaba diciendo. Además, también estaba preparada por si me preguntaba adivinar el siguiente número de la lotería o narrarle un hecho importante que fuera a suceder próximamente en el espectáculo o los deportes. Antes de mi escándalo, no fui una persona que mirara mucho la televisión ni nada que tuviera que ver con extraños chismes de famosos, pero luego de ser confinada por un largo tiempo, la televisión se convirtió en mi mejor aliada y por ello estaba consciente de las próximas tendencias en la moda y otras áreas que me aseguraría de utilizar en mi favor. Ya que en esta ocasión, haría lo necesario para escalar a la cima y ser reconocida como la mejor heredera existente del país. Y aunque todo eso ya lo tenía resuelto, aún me faltaba lo más importante, convencer a Owen. Pero nada de lo que escatimé sucedió, pues simplemente nos dirigimos en silencio a la sala, teniendo sumo cuidado de no encajarnos los vidrios en los pies y nos sentamos en el sofá, mientras él iba en busca de uno de los paramédicos. Al parecer, sus abuelos no necesitaban ser llevados de emergencia al hospital, ya que llegamos relativamente temprano y ellos aún no habían inhalado demasiado gas, gracias a que estaban ubicados en el segundo piso. Así que Owen sintiéndose un poco más aliviado, ordenó a uno de los camilleros que me brindara primeros auxilios y este me aseguró que las heridas eran lo suficientemente superficiales como para no dejar marcas permanentes.

—Ha tenido mucha suerte de no necesitar puntos para que sane. Simplemente asegúrese de mantener desinfectado y se recuperará en unos días más.

Asentí ante su recomendación y me quedé en ese mismo sitio por un buen rato. Owen había limpiado en silencio el desastre provocado mientras los paramédicos y los bomberos se retiraban del lugar.

—¿Quieres que te ayude? —pregunté en voz baja.

Negó y eché la cabeza hacia atrás. Desde mi descabellada confesión, no había dicho nada. Supuse que se debía a la conmoción, pero después, comencé a sospechar que simplemente pensaba que yo no iba a decirle la verdad y que era una pérdida de tiempo seguir escuchándome. Tamborileé los pies, insegura de que sucedería a continuación, hasta que colocó la escoba a un lado y se sentó frente a mí.




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