Eres mi salvación

9. Preparación

Las cosas después de que Owen pidiera mi mano en matrimonio se salieron de control. Un día después, sin saber exactamente como los medios se enteraron, éramos la portada de todas las revistas sociales del país. Miraba mi rostro y el de él aparecer en periódicos y en televisión, éramos catalogados como la más inesperada pareja de la década. Y así como comenzaron las buenas opiniones dándonos su bendición por intentar ser felices, la malicia no se hizo esperar y trataban de hacer especulaciones declarando que era otra idiota jovencita que caía a los pies de Owen Hudson. En vez de enojarme, quise echarme a reír porque en realidad nuestra relación era todo lo contrario a lo que imaginaban, pero nunca lo desmentiría, pues eso me ayudaba a alejar cada vez más a Damián. Sin embargo, si había algo en esa situación que estaba causándome molestias, y era el hecho de comprobar que efectivamente existía un infiltrado o varios en la mansión. Fue poco antes de mi muerte, que me percaté de esta situación y necesitaba erradicarla por completo. Recordé como de pronto, todos los planes que ideé para sacar a Damián  y a su amante de mi casa fueron descubiertos y supe entonces, que mis sirvientas personales no eran tan leales a la familia Noix como creí. Pensé nuevamente en Nora, la única de ellas que jamás abandonó mi lado y como poco después del anuncio de la muerte de mi hijo, ella tuvo un trágico accidente donde cayó de las escaleras de la mansión y también perdió la vida. En aquel entonces, estaba tan devastada por lo que me sucedía, que no fui capaz de darme cuenta que todas mis tragedias eran más que coincidencias y ahora estaba completamente segura, habían estado esas empleadas jugando en mi contra.

—Nora —la llamé, para que se acercara a donde me encontraba.

Ella dejó la bandeja de té que me traía en la pequeña mesa de mi habitación y se colocó frente a mí, completamente serena. La miré detenidamente y quise abrazarla. Sabía que mi padre la regañó bastante el día que me escapé y estuvo a punto de despedirla, pero afortunadamente mi madre intervino en el momento perfecto y la escondió en la casa trasera hasta que volví y las cosas se calmaron.

—Dígame, señorita.

Abrí la pequeña caja de joyas donde guardaba mis más preciadas pertenencias y le entregué un pequeño broche de oro para que colocara en su uniforme.

—Ten, esto es para ti.

Ella abrió mucho los ojos y comenzó a negar rápidamente con la cabeza.

—¡Oh, no! jamás podría aceptar algo tan costoso como esto, es demasiado para alguien como yo, señorita.

—Por favor—insistí—. En verdad hice esto con todo mi cariño. Gracias por siempre estar conmigo.

Noté como Nora comenzaba a ruborizarse, y aunque realmente le entregaba ese broche confeccionado especialmente para ella para compensarle todos sus años de fiel servicio, también tenía otro motivo bajo la manga. Esperaba que todos los empleados de la casa notaran como la joven heredera de los Noix podía llegar  a ser con la gente que apreciaba. Deseaba que miraran con envidia a Nora, portar los hermosos y brillantes regalos que le brindaría, así los demás también buscarían hacer cualquier cosa para complacerme. Otro de mis errores en aquella vida, fue ser demasiado fría y severa con mis sirvientes. Como crecí en una de las familias más poderosas y adineradas, resultaba bastante lógico que no pensara mucho en relacionarme con mis empleados, pues no éramos del mismo estatus social, pero no fue hasta que miré como Damián y Lucinda fingían ser los amos más benevolentes y comprensivos, que noté lo contundente que puede ser el apoyo y lealtad de los trabajadores, pues habían sido ellos quienes me aislaron y no me dejaron sospechar lo que esos dos estaban planeando en mi contra. En un principio, pensé que lo ideal sería despedirlos a todos y contratar nuevas personas, pero después de analizarlo con detenimiento, eso solamente ayudaría a aumentar los rumores de mi mal comportamiento y no me garantizaría tampoco que estas nuevas personas fueran a ser de utilidad o que siguiera les gustaría estar únicamente bajo mi mando. Así que lo que debía hacer, era intentar ganarme la confianza de los que ya estaban ahí y solamente deshacerme de una vez por todas de esos que estaban vendiendo información.

—Le juro por mi vida que jamás la defraudaré —sentenció Nora mientras se llevaba una mano al pecho—. Viviré por usted.

Satisfecha por sus palabras, supe que era el momento de avanzar con la siguiente parte del plan.

—Llama a Dorothea.

Nora asintió y pronto aquella chica desgarbada entró a mi habitación. Aún podía recordar perfectamente su rostro, fue esa chiquilla codiciosa que ayudó a Lucinda a poner el veneno en mi bebida. No podía ser otra más que ella, pues todavía estaba en mi mente la escena en donde la miré salir de mi cuarto de manera sospechosa mientras escondía una mano detrás de sus faldas. Sabía desde antes lo deseosa que estaba por escalar de posición y pensé en utilizarla para mi beneficio, pues ya conocía lo que era capaz de hacer por dinero. Entonces lo aprovecharía y la usaría hasta el cansancio.

—Buenas tardes, señorita, ¿me necesitaba?

Asentí, fingiendo inocencia.

—Mañana necesito salir de la mansión a conseguir ciertas joyas y visitar a una diseñadora para el vestido de mi compromiso —comencé a decir de manera casual—. Sin embargo, Nora tiene que realizar unos encargos, así que no podrá acompañarme. Por lo tanto, quiero que vayas conmigo.




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