Eres mi salvación

13. Lago

—¿En dónde demonios estamos? —solté con molestia cuando revisé la amplia vegetación que nos rodeaba.

—Por Dios, muñequita, deberías lavarte esa boca. Maldices demasiado.

Lo miré malhumorada mientras bufaba.

—No eres el indicado para decirme algo como eso.

—Claro que sí, ¿o cuándo me has visto soltar cosas como esas? —el tono de burla de Owen me hizo querer tomarle del cuerpo y sacudirle. Después de notar mi indignación, comenzó a reír y se sacudió—. Realmente es divertido tomarte el pelo.

—Hablas de mí como si fuera una niña.

—Para mí todo lo que veo enfrente le pertenece a una cría.

Supe instantáneamente que se refería a mi completa falta de desarrollo, pues era una chica muy delgada sin demasiados atributos, lo que me hacían ver aún más aniñada. Lo escudriñé por un momento y quise reprimirle.

—En realidad soy mucho más mayor que tú, lo único infantil en mi es mi apariencia —expresé intentando parecer orgullosa de eso.

—Eso lo tengo bastante presente, después de verte planear toda esa clase de ideas maquiavélicas no me queda la menor duda de que eres alguien con el que uno no debería meterse solo porque sí.

Aquella declaración me hizo más feliz que cualquier cosa, pues algo que deseé con mucho fervor en mi otra vida fue poder tener una imagen inflexible y que impusiera respeto. Así que sintiéndome más que satisfecha, volví a vislumbrar el enorme lago frente a nosotros. Owen traía cargando un par de cosas, que supuse ya tenía arregladas para hoy y eso me hizo pensar en cuanta experiencia tendría saliendo a citas o cosas románticas con otras chicas. Me encontraba bastante celosa por ello, y no porque envidiara a aquellas mujeres con las que compartió su tiempo y cuerpo en el pasado, sino por el hecho de que debía tener recuerdos bastante agradables que siempre conservaría en su memoria, a diferencia de mí. Si me ponía a pensar con detenimiento, jamás tuve una cita oficial con Damián. Todo lo que hacíamos era salir a cenar a restaurantes carísimos, donde nos encontrábamos con gente importante con la cual entablábamos relaciones de negocios, pero fuera de ahí, jamás tuvo la intención de llevarme a ningún sitio especial donde yo pudiera hacer algún buen recuerdo.

—Ven acá, muñequita —habló, sacándome de mi ensoñación—. Siéntate en esta manta.

Hice caso a su petición y agradecí no ponerme aquellos zapatos de tacón altísimos que planeaba llevar. Jamás fui criada para usar nada que midiera menos de cinco centímetros de alto, por lo que se sentía demasiado extraño colocarme el par de tenis deportivos que Owen sugirió desde el principio. Pero luego de dar un paso en aquel terreno inestable, no pude estar más aliviada de no haber puesto más resistencia. Al tomar asiento, ojeé el cielo azul sobre nosotros y sonreí. La brisa corría fresca por el lugar, brindándome una cierta paz que desde hacía mucho no experimentaba.

—¿Te gusta?

—Sí, es precioso.

—Pues falta que pruebes la comida que Pris preparó para nosotros dos —comenzó a desenvolver el aluminio de la canasta, y ladeé la cabeza.

—¿Tú también la llamas por ese apodo? —pregunté sorprendida.

Owen asintió mientras lucía contento de recordarlo.

—Dice que llamarle abuela hace que se sienta demasiado anciana. Siempre ha odiado eso así que después de que crecí lo suficiente para dejar de llamarle madre, me pidió que le dijera Pris.

Debía ser genial el poder llegar a ser tan cercano con tu familia, algo que me causó todavía más recelo, pues ojalá hubiera crecido en un entorno tan amoroso como él. Sin embargo, luego recordé que no todo en su vida fue miel sobre hojuelas desde el principio.

—¿No la extrañas?

Sabía que Owen entendería a la primera a quién me refería, por lo que procuré verme lo menos intensa posible. Deseaba que me respondiera solo si tenía ganas de hacerlo, y si prefería evitar por completo el tema, siempre era libre de hacerse tonto y decir cualquier cosa para desviar la conversación.

—No, hace mucho que dejé de pensar en mis padres biológicos. La verdad es que tampoco me importan demasiado. En una época, cuando empecé a ganar fama y dinero, mi mamá quiso regresar con nosotros, pero mis abuelos le negaron ese permiso, pensando que me afectaría, así que después de rogarme por un par de semanas sin notar ningún tipo de reacción favorable, volvió a esfumarse como si nunca hubiera existido.

—Vaya basura.

—Supongo que sus razones tuvo para marcharse con otro. Ella era bastante joven y mi padre la había abandonado, desligándose de toda responsabilidad. Pienso que tal vez creyó que yo le arruinaría su futuro y que nadie querría estar con una chica que era madre soltera.

Me lamenté por el hecho de que no importaba la clase social, una madre soltera siempre sería atacada y juzgada por todos. Aquel hecho me hacía hervir la sangre, pues no había nada más noble que dar la cara por un hijo y sacarlo adelante, avergonzados debían sentirse esas personas que escapaban y hacían la vista gorda. Transcurrieron unos minutos y Owen me ofreció un emparedado. Se veía bastante jugoso, repleto de verduras y carne, mientras que algún tipo de queso derretido bañaba todo.




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