Eres mi salvación

17. Día de la boda

Las cosas con Owen después de la noche del compromiso solo continuaron empeorando. Todo comenzó cuando no regresó a cerrar la fiesta a mi lado, ocasionando algunos de los murmullos de los presentes. Afortunadamente, mi madre se paró al lado mío a decir unas palabras y casi parecía como si eso hubiera sido lo que planeamos desde el principio, aunque supiera que ella únicamente actuó para salvar mi honor, y justo después de que todo terminó sin más complicaciones, la ira de mi padre se salió de control. Intentó buscar a mi prometido por cielo, mar y tierra, para exigirle una respuesta por su mal comportamiento, pero este no respondió. Así pasaron los días, hasta que finalmente decidió contestarme, pero aunque pensé todo estaría bien desde ese momento, luego de escuchar la frialdad e indiferencia con la que me trataba, sabía que nada volvería a ser como antes.

—No intentes controlarme —gruñó al otro lado de la línea—. Yo no te debo nada a ti, ni tú a mí. Así que deja de molestarme y solamente contáctame cuando sea necesario.

Ese había sido el punto de quiebre.

Tremendamente frustrada, me dejé caer en el sofá. Ahora parecía que me enfrentaría con el rebelde semental que era Owen Hudson en carne propia. Y fue entonces que entendí que desde el principio siempre fue más amable conmigo de lo normal. Sonreí con pesar.

“Si hubiera sabido que podía ser así de terco y desesperante, nunca lo elegiría para esto” pensé. Pero comprendía dentro de mí que eso era una completa mentira. Aquel momento después de mi fiesta de cumpleaños, lo había elegido no por creer que era el mejor candidato o porque estuviera enamorada de él, sino porque estaba en una situación desesperada donde no pude pensar en alguien mejor, y deshacerme de mi hijo nunca fue una opción. Mucho menos tomar anticonceptivos para prevenir que Lucas llegara a ese mundo. Él era la razón primordial por la que luchaba con tantas fuerzas, quería finalmente darle en esa vida lo que no pude en la otra, y jamás podría perdonarme volver a quitarle la oportunidad de ser feliz. Así que me jugué mis esperanzas en Owen y había estado demasiado feliz de enterarme que era más comprensivo de lo que parecía ser, o eso fue cuando no lo tenía en mi contra. Ahora parecía pensar que yo era su más grande enemigo, y no esperaba que volviera a hacer algo para beneficiarme. Suspiré, estaba realmente cansada con todos los preparativos y la boda por fin se celebraría el día de mañana. Sin embargo, Owen no apareció a ninguno de los ensayos ni tampoco a las mediciones de atuendo, por lo que estaba muy preocupada. Si bien el modista guardó sus medidas y las usaba de referencia, me ponía de los nervios no tener la menor idea de qué esperar de él. No deseaba continuar presionándolo, por eso no insistí, pero si actuaba de una manera demasiado impulsiva o arruinaba nuestra ceremonia, iba a conocer a la verdadera Amelia Noix, y no estaba segura de como terminarían las cosas entre nosotros.

***

 —Amelia, te ves preciosa —sentenció mi madre, quien ya estaba enfundada en su lindo vestido rosa pastel, con decoraciones de cristales en la cintura.

—La señora tiene razón, serás la novia más bellísima de la década —suspiró Nora a su lado.

Observé otra vez el nuevo diseño de Martha, y quedé fascinada. Realmente había sido una buena idea acaparar sus trabajos antes de que Ophelia la conociera. Sonreí, pensando que esta vez esa chica no me humillaría en mi boda y estaba segura que se jalaría del cabello con ira, cuando supiera lo difícil de superar que sería mi ceremonia. La boda se estaba realizando en la hacienda más exclusiva de la ciudad, que perteneció a mi familia por generaciones. Estábamos celebrándola en el jardín, dándole aire de celebración griega, mientras hermosas flores insólitas, bañadas en oro rodeaban los alrededores, haciéndolo lucir más esplendoroso y exclusivo. Había desistido de usar blanco en mi boda, y opté por un tenue beige, con elegantes hombreras que acentuaban aún más mi delgada figura, el vestido se ceñía donde debía y luego se abría como princesa, mientras miles de cuentas de diamantes lo adornaban. Era tan sencillo el diseño, pero a la vez tan elegante y costoso, que sabría que volvería a llenar las portadas de revistas. No es que amara llamar la atención de esa manera, pero era necesario primero hacer presencia en la sociedad, para luego inmiscuirme más en los negocios de la familia y aplastar a mi primo, quien pronto intentaría hacerse de mi puesto como heredera.

—¿Tienes noticias de Owen? —le pregunté a mi criada, cuando noté que mi madre estaba distraída en su peinado.

Esta negó rápidamente.

—Intenté contactarlo desde temprano pero no hubo señales de él por ningún lado.

Me mordí el labio con fuerza y me paralicé. ¿Es que acaso no pensaba presentarse a la boda? Comencé a escatimar en todos los posibles daños que eso traería a mi prestigio y los vellos de mis brazos se erizaron. Definitivamente no podría mostrar mi rostro en los círculos sociales durante un año aproximadamente de la vergüenza, ni siquiera Damián me hizo algo tan bajo en público antes de traer a su amante a vivir a mi casa.

—No se preocupe, señorita Amelia, de seguro pronto aparecerá.

Noté que Nora tampoco estaba demasiado convencida, pero no nos quedaba de otra más que creer eso. ¿Dónde había ido todo tan mal que Owen empezó a rechazarme por completo? ¿era porque no le conté sobre mis planes? ¿realmente le afectó tanto eso? creer aquello empezaba a molestarme muchísimo.




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