Eres mi salvación

18. Luna de miel

Aquellas palabras que Owen pronunció después de casarnos frente a todos, quedaron grabadas en mi mente y se encargó de cumplirlas al pie de la letra. Estábamos en el aeropuerto, esperando nuestras maletas para celebrar nuestra supuesta luna de miel, cuando miré que aparecíamos nuevamente en todas las portadas de revista. Sin embargo, esta vez no todos fueron buenos reportajes, sino muchos de ellos se mofaban por la manera en que Owen se presentó a la ceremonia, diciendo como su comportamiento indicaba lo poco interesado que estaba en mí y que probablemente pronto nos verían divorciados por su falta de afecto. Apreté los puños y quise caminar hacia él para golpearle, pero eso nos daría todavía peor publicidad. Me había tragado todos mis reproches para no continuar dañando la relación que teníamos, pero él parecía decidido a hacerme salir de mis casillas. Cada vez que podía, realizaba alguna acción o comentario que sabía a la perfección me haría desatinar, y en todas esas veces, una sonrisa ladina surcaba su bonito rostro, diciéndome lo mucho que le satisfacía ponerme en ese estado.

—¿Ya está todo listo? —pregunté cuando se acercó a mí y el asintió.

—Sí, espero que estés preparada.

Estuve a punto de preguntarle a qué demonios se refería con eso pero me abstuve, creyendo que solamente obtendría más dolores de cabeza con antelación. Salimos del lugar, esperando encontrar algún taxi que nos pudiera llevar a nuestro destino, mi madre me había ayudado a decidir el lugar perfecto para la luna de miel y yo lo único que estaba deseando era no pasármelo igual que la primera vez con Damián. Aquel recuerdo era tan terrible que simplemente mi mente lo había bloqueado por completo. Luego de un buen rato aguardando y notando que nadie llegaba, vimos un gran transporte con varios asientos, que parecía no tener ventanas ni puertas, pensé en lo divertido que se veía y la agradable experiencia que sería montarnos en uno de esos para contemplar la ciudad, así que le comenté a Owen la idea y este aceptó. No obstante, no parecíamos ser los únicos con eso en mente, pues en cuanto llegamos a pedir información otra joven pareja se paró al lado de nosotros. Ambos los miramos sin saber que pasaría a continuación.

—Creo que tuvimos el mismo pensamiento —señaló el otro chico de lentes. Se veía bastante promedio, con su cabello castaño pulcramente peinado hacia atrás, pero la dulce mujer que lo acompañaba, lucía muy deslumbrante, enseñando sus torneadas y bronceadas piernas con orgullo.

—Sí, creo que sería genial si pudiéramos compartirlo —secundó ella, mirando de manera extraña a Owen, como si fuera a comérselo.

Noté esa manera tan desagradable que tenía, pero no dije nada al respecto, lo único que queríamos era salir de ahí, así que acepté por ambos, aunque nunca creí que aquel viaje que creería interesante de pasar en ese transporte, se tornaría tan tedioso.

—¿Ustedes también son recién casados? —preguntó nuevamente la chica, con interés.

Minutos atrás se habían presentado, diciendo que se llamaban Nuria y Jack Salvatore.

—Sí, así es. Estamos en nuestra luna de miel.

Me encargué de enfatizarlo, mientras observaba la mirada divertida que Owen me dirigía. Sabía lo enormemente consciente que él era de las tácticas de seducción que esa chica parecía querer aplicar en él y por alguna razón, quise golpearlo aun con más ganas. Nosotros dos estábamos sentados frente a ellos, como si los cuatro fuéramos grandes amigos, lo que me ponía incómoda.

—¡Que gran coincidencia! Nosotros también estamos en la nuestra.

Nuria realizó una mueca al escuchar a su esposo y realmente me sentí mal por Jack. Se notaba rápidamente quien de los dos se casó por amor y pensé en lo parecidos que él y yo debimos ser. Todavía pensaba en todas las maneras que intenté salvar mi matrimonio y me cuestioné si acaso había lucido como ellos dos en el pasado, y fue cuando entendí porque los demás se burlaban tanto de mí. La respuesta siempre fue clara todo el tiempo, pero yo fui la única que nunca se dio cuenta de nada. La chica cruzó la pierna de manera descarada y casi me eché a reír.

—¿Eres deportista? se nota que tienes un cuerpo trabajado.

Owen sonrió como usualmente lo hacía con cualquier belleza en frente y asintió. La frescura y desenvolvimiento que este emanaba, ni siquiera parecía algo que un hombre casado tendría y Nuria lo captó en pocos minutos. Algo en ella no me agradaba, y tal vez se debía a lo parecida que era con Lucinda, pues ese mismo tipo de personalidad juguetona tenía ella. Y lo más aterrador en eso, era que en cualquier momento podía convertirse en una verdadera arpía.

—Sí, mi esposo es un beisbolista retirado muy famoso —solté con orgullo mientras me colgaba de su brazo.

Me percaté de como apretó la mandíbula mientras fingía estar contenta con mi intervención.

—¡Con razón me parecía tan conocido! ¿eres Owen Hudson, verdad?

Ahora fui yo quien se sorprendió, pues al parecer Nuria siempre supo quién era él. Abrí la boca para contestarle, pero Owen me ganó.

—Sí, soy yo preciosa.

La chica pronto comenzó a chillar con emoción, luciendo demasiado extasiada por sus palabras. Luego de unos minutos, ambos nos desplazaron a Jack y a mí, y se sumergieron en una conversación mientras el otro chico me dedicaba una mirada cargada de disculpa.




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