Eres mi salvación

19. Quien se lleva, se aguanta

La cena fue demasiado tormentosa para mi gusto. Mirando como aquella mujer me miraba de pies a cabeza disimuladamente y luego esbozaba una sonrisa, creyéndose superior a mí. Sostuve mi bebida con dureza y pensé en estrangularla a ver si de esa manera seguía riéndose, y lo más satisfactorio de imaginármelo, fue que probablemente nadie sería capaz de detenerme o regañarme pues era Amelia Catria Noix, y seguramente eso terminaría de poner en su lugar a aquella chica.

Me percaté de la ojeada curiosa que Owen me estaba brindando y me encogí de hombros. Lo sentí acercarse a mi oído de manera íntima y murmuró: —¿Qué es lo que pasa? Parece como si estuvieras a punto de matar a alguien.

Sabía que él era consciente de lo que sucedía y de que estaba disfrutando el momento. Y fue aquello lo que me hizo sentirme todavía más disgustada.

—No me quieres poner a prueba, te lo dije antes y te lo vuelvo a repetir —espeté.

Este me retó con sus arrebatadores ojos y exhalé.

—Realmente me gustaría ver si como ladras muerdes, muñequita.

Continuamos con nuestra pelea verbal mientras la sonrisa en mi rostro seguía plantada. Y lo buena que era actuando frente a los demás me indicaba que a los ojos de Nuria y su marido seguramente lucíamos como una feliz pareja de recién casados lo que me brindaba un poco de alivio. No obstante, ella no parecía tan contenta como yo por eso.

—Bueno, pero qué pasa que se han puesto tan melosos frente a todos —sentenció ella—. Creo que podrías esperar a que estén a solas, Amelia.

Cuando se refirió específicamente a mí, me tensé.

—¿A qué te refieres?

—Pues a que desde que los conocimos esta mañana se nota que eres de las chicas un poco pesadas, ¿no? —comenzó a reírse ligeramente, como si estuviera hablando de algo normal como lo sería el clima—. Debe ser difícil tener a tal semental a tu lado e intentar domesticarlo para que se quede a tu lado.

El ambiente de la mesa decayó en cuestión de milisegundos. Todos estábamos tan impactados que no éramos capaces de articular palabra.

—E-esperen, Nuria suele ser bastante dura cuando habla pero estoy seguro que no lo dijo en el mal sentido —salió finalmente su esposo a defenderla.

Ella le fulminó con la mirada, en verdad disgustada de que él abriera la boca y se diera más a notar.

—Te equivocas, yo solo le di un consejo, como otra chica recién casada.

Observé la manera en que se pasaba las manos por el cabello y experimenté una tremenda oleada de asco. Aquella mujer realmente no tenía clases ni modeles, justamente como otra Lucinda y yo mejor que nadie sabía cómo lidiar con las chicas que eran así de poco educadas. Me levanté con gracia, alzando el mentón y dejando ver el collar de diamantes que colgaba de mi cuello con los símbolos de mi familia. Me paré justo frente a Nuria, luciendo mi sonrisa cordial que le dedicaba a las personas que odiaba como Ophelia y agregué.

—Ya que parece que estamos en la noche de los consejos, yo también te daré uno. Ese vestido y perfume barato realmente me están lastimando el olfato y la vista, por lo que te daré una mano y te ayudaré a disimularlo un poco para que no sigas pasando vergüenzas frente a los demás.

Sus labios temblaron, realmente ofendida por mis palabras y antes de que pudiera levantarse y defenderse, dejé caer mi copa llena en su cabeza. Escuché los murmullos de las personas que observaban todo desde sus mesas y el grito de Nuria cuando notó el desastre que ocasioné en ella.

—¿C-cómo pudiste? ¡eres una zorra! ¡me siento tan triste que un hombre como Owen esté casado con alguien con tan pocos modales! ¡deberían sacarte de aquí por hacerme esto! ¡seguridad!

Todos los presentes nos miraban sorprendidos, mientras aguardaban a que el encargado llegara y se hiciera cargo. Todos esperaban a que me tomaran del brazo y me sacaran, sin embargo, cuando el gerente se presentó en la mesa y reparó en mi collar, se tensó y caminó hacia donde estaba aquella mujer indeseada.

—Deberán acompañarme afuera.

Nuria abrió mucho sus ojos y tartamudeó.

—¡¿P-pero cómo?! ¡¿cómo pueden hacerme esto a mi cuando soy la víctima?!

Noté como el desconcierto bañaba su cara.

—Usted no se preocupe, señora Noix, me encargaré de todo, tome asiento de nuevo.

Asentí, luciendo nuevamente como la mujer elegante y rica que era y volví a mi lugar al lado de Owen.

—¿Noix? —preguntó Jack en un hilo de voz.

—Así es —dije con orgullo.

De pronto, el hombre se puso de pie en un salto y comenzó a disculparse.

—¡Lo siento tanto! Realmente no puedo creer que mi esposa haya ofendido a alguien como usted, señora. Le pido una enorme disculpa.

—¿Jack? —cuestionó Nuria incrédula con la actitud de su esposo—. ¿Se puede saber por qué te estás comportando así de repente después de que me están tratando así de mal? ¡me estás dejando en ridículo!

—Basta, Nuria. Deja por favor de hacer las cosas más difíciles.

—¡No! ¡Yo no me iré de acá hasta que esa mujer se disculpe y se largue!




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