Sin saber exactamente como, había sobrevivido. Continuaba sin tener la más mínima idea de porque el cielo estaba tan empeñado en que mi vida no terminara, pues seguía respirando. Pero al contrario del alivio que sentí la primera vez, ahora era exactamente como un maldito cascarón vacío.
Recordé el momento en que desperté en el hospital y experimenté aquella sensación de desazón bañarme sin reparos, algo en mi cambió y temía saber que era. Intenté conciliar el sueño y no despertar nuevamente para no saberlo, quería seguir fingiendo demencia y quedarme con mis ilusiones, pero no fue posible. Una hora después, escuché a Owen gritar detrás de la puerta y a uno de los doctores intentar detenerle.
—¡Señor tranquilícese! su esposa acaba de perder a su bebé y no puede alterarse de ninguna manera.
Aquella revelación me desgarró el alma. Quise levantarme y salir corriendo, gritar una y mil veces hasta quedarme sin voz, pero sabía que nada calmaría jamás la desesperación que me invadía. ¿Cómo las cosas habían terminado así? ¿Por qué no pude darle esta vez la oportunidad que mi bebé se merecía de ser feliz? Las lágrimas surcaron mi rostro y experimenté un horrible dolor que me indicaba como mi corazón se fragmentaba en miles de pedazos.
¿Cómo sería capaz de vivir sin mi hijo?
Los horrendos días que vinieron a continuación ni siquiera puedo recordarlos del todo. Lo único que era capaz de ver, era como la luz se colaba a través de las cortinas de mi habitación, mientras dejaba que lo demás se hundiera. De un momento a otro, perdí toda capacidad de pensar coherentemente y sobretodo, mis ganas de vengarme y salir adelante también se esfumaron. Solamente deseaba haber muerto ese día con mi pequeño Lucas, pues la culpa de saber que yo seguía viva otra vez, mientras que él ya nunca vendría a este mundo casi me volvió loca.
—Señorita Amelia, necesita comer algo, está demasiado delgada —espetó Nora a mi lado. Ahora estábamos en una de las alas anexas de la mansión Noix, aquel mismo lugar donde viví con Damián cuando éramos recién casados, solo que ahora quien me acompañaba era Owen. Este último se había portado lo mejor que pudo, y realmente me sentía terrible por no poder apoyarle. La mayor parte del golpe se lo llevó él intentando protegerme a mí y a mi hijo, su brazo había quedado demasiado deshecho después de quedar atrapado sosteniendo mi vientre, que tuvo que someterse a dos cirugías para poder moverlo con la mayor normalidad posible, y aunque él también estaba sufriendo por eso, continuaba visitándome y pasando las noches conmigo, mientras las pesadillas me carcomían entera.
—Así estoy bien, gracias.
Nora frunció el ceño, preocupada, sabía lo sincera que siempre ha sido conmigo y nunca me alcanzaría la fortuna de mi familia para pagarle eso. Ella era tan leal y buena que solamente quería acurrucarme en sus brazos y pedirle que me dejara estar ahí durante unos minutos. La fuerte Amelia y orgullosa se había ido por el desagüe cuando perdí mi razón para pelear, y ahora no tenía ni la menor idea de cómo comenzar de nuevo. Levantarme de la cama y salir a enfrentar el mundo me parecía algo demasiado lejano y aterrador. Era algo con lo que ya no me sentía capaz de lidiar.
Un mes más transcurrió después de eso, y supe que lo peor estaba aún por venir. Las noticias sobre mi desestabilidad mental pronto volaron y mis familiares de las ramas lejanas mostraron más interés del necesario, pues creían que esa era la oportunidad perfecta para que uno de sus hijos se volviera la cabeza de los Noix. Mi madre, quien era demasiado inocente y bien intencionada, pensaba que lo hacían únicamente con el motivo de ser atentos con nosotros, quienes éramos sus parientes, pero mi padre, que era tan calculador como yo, sabía lo que buscaban y venía a buscarme constantemente para que saliera de mi depresión cuanto antes. Todos lo tachaban de insensible, pero en realidad se estaba preocupando por mi bienestar a su manera, y hasta ahora que había vuelto al pasado pude ser capaz de comprender eso, o seguramente hubiera creído lo mismo que nuestros empleados.
Y aunque era consciente de las cosas que sucedían a mí alrededor, no hice nada para detenerlo.
Hasta aquella tarde.
Esa en donde me armé de valor para salir a tomar el sol por mi cuenta propia y escuché la conversación privada que tenía Owen con mi detective privado.
—He terminado de buscar toda la información que me pidió señor, y puedo confirmarle que sus sospechas eran ciertas, Damián Montiel estuvo involucrado indirectamente con el accidente que tuvieron en su luna de miel.
Mi corazón comenzó a latir desbocado cuando me enteré de eso. Había estado tan sumergida en mi aflicción que nunca pensé que nuestro accidente pudo ser planeado y enterarme de que aquel bastardo tuvo algo que ver, me hizo experimentar un odio tan inmenso que pude haber vomitado sangre en ese preciso instante.
—¿Y lo otro que le pedí?
El detective asintió, tendiéndole otros papeles, los cuales parecían contener los perfiles de varias personas.
—Aquí están los nombres de los hombres que le informaron al señor Damián de su fecha de viaje, al parecer tienen conexiones con algunos de los empleados acá.
Un segundo después, pronunciaron los nombres de esas personas y mi enojo aumentó a niveles estratosféricos. Eran los hermanos de Tiffany. Apreté mis manos en puños y grité. Grité tan fuerte que Owen se levantó corriendo de su asiento y me sostuvo en sus brazos. Grité una y mil veces porque no había manera de contener toda esa ira que me poseía completa. Se los había advertido a ambos, una y otra vez, que no se metieran conmigo. Intenté ser condescendiente y dejarlos ir para que no hacerlos tan miserables, pero habían intentado jugarme sucio, y en el proceso me arrebataron lo más preciado que tenía.