Eres mi salvación

22. Confío en ti

Busqué la manera más amable y sencilla de negarme, queriendo explicarle que no podía retrasarme más tiempo, pero la manera en que me sostenía y me hacía sentir que todo estaría más seguro a su lado, me hizo débil y terminé accediendo. Y una vez fuera de aquel lugar que solamente me traía malos recuerdos sobre mi hijo que ya no nacería, volví a apagarme. Era como una especie de muñeca en vida, la cual tenían que desplazar de sitio o a la que tenían que recordarle comer o dormir. Pasaba los días mirando por la ventana, mientras la dulce abuela de Owen cocinaba a mi lado o me cantaba. Observaba entonces, a Owen labrar la tierra en compañía de su abuelo y poco a poco aquella calidez me hizo más fácil sobrellevar la situación. Los recordé sentados en primera fila en la recepción de la boda y me sentí bastante apenada de no haberles recibido como ellos merecían. Había estado tan sumergida haciendo los cálculos de mi debut social y la manera en que derribaría a mis enemigos que no me paré a disfrutar de las pequeñas cosas que la vida me brindaba nuevamente y fue entonces que pensé que tal vez por esa razón los dioses decidieron castigarme.

—¿Quieres una taza de chocolate caliente? —sentenció Pris con una sonrisa.

Su amabilidad me brindaba una calidez que hace mucho olvidé, una que me recordaba a mi madre a la cual comencé a extrañar bastante en ese mismo momento.

—Me encantaría.

Ella sonrió radiantemente, bastante complacida de que por fin comenzara a hablar e interactuar con ellos. Los tres habían sido muy pacientes conmigo y me daban el espacio que yo necesitaba para sanar, después de una tarde sentada en compañía de Pris, supe que ella también había perdido un hijo y aunque no me ayudaba a superar el duelo, por lo menos experimentaba cierto consuelo en sus sabias palabras. Pero a veces, me sentía algo humillada y avergonzada, pues era una mujer mucho más mayor de lo que parecía pero no podía dejar de actuar como una cría. Ya había perdido una vez a mi hijo, pero el dolor de quitarle su segunda oportunidad de salir adelante y encontrar la felicidad era algo que me estaba carcomiendo hasta el alma.

Observé el calendario que colgaba en la pared a un lado de la estufa, y noté que faltaban alrededor de dos semanas para la junta que se haría en mi familia con el tema de la herencia. Aunque era demasiado pronto para hablar de ello porque mi padre seguía con vida, al parecer nada detendría a mis venenosos parientes de intentar hacerse con la fortuna. Apreté los dientes y eché la cabeza hacia atrás.

—Aquí tienes, espero lo disfrutes, dulzura.

Me parecía un poco curioso que tanto Owen como Pris utilizaran apodos para hablarme, pero lejos de incomodarme comenzaba a sentirse mejor no ser siempre catalogada como Amelia Noix, la heredera, o la chica que debe ser siempre perfecta, sino simplemente una mujer recién casada, alguien normal que convive con su esposo, aunque este sea ficticio y puede pasar sus días en paz y sin estar rodeada de toxicidad.

—Les agradezco muchísimo su hospitalidad, han sido muy amables conmigo.

Su abuela sonrió con dulzura, luciendo radiante y me pregunté cómo podía ser tan fuerte a pesar de saber que estaba en la etapa final de su enfermedad. La realidad era que cada vez pasaba menos tiempo fuera de cama, constantemente se le notaba pálida y sin muchas fuerzas, pero aun así se negaba a dejar su cocina a cargo de su nieto o esposo, diciendo que disfrutaba muchísimo de preparar la comida para todos y que no deseaba dejarlo hasta el último momento.

—No tienes por qué. Nosotros somos los más felices de tenerlos a los dos haciéndonos compañía.

Aquellas palabras en lugar de aliviarme me hicieron sentir peor, pues estaba tan sumida en mi propio dolor que no aprovechaba el tiempo y lo pasaba con ellos. Pris pareció entender en que estaba pensando y tomó mi mano, buscando consolarme.

—Descuida, que no importa de qué manera estés, sabemos que te esfuerzas y nuestro Owen lo que deseó desde el principio fue brindarte la paz y tranquilidad que necesitabas. Ese chico realmente se preocupa mucho por ti.

Se llevó una mano a la boca, como si estuviera siendo demasiado indiscreta y no pude evitar ruborizarme. Me abaniqué para poder disimular un poco y luego volteé instintivamente a mirar a Owen, quien labraba la tierra sin camisa y solamente un sombrero vaquero le cubría el rostro del caluroso sol. Sonreí ante la su sexy imagen, preguntándome cuantas mujeres no cayeron ante sus encantos de la misma manera.

—Es un chico realmente bueno.

Pris asintió, de acuerdo conmigo.

—Y a mí también me hace muy feliz que él haya encontrado una mujer que lo ame y que finalmente sentara cabeza.

Otra vez aquel sentimiento de culpa me acechó. Quise negarlo para que ella no viviera de falsas ilusiones, pero luego pensé que sería más cruel para una persona desahuciada decirle que su nieto no era tan feliz como ella creía, y que el matrimonio que tanto anheló para el que era como su hijo, era simplemente un contrato.

Pasé la tarde en compañía de Priscila, hasta que el cansancio la golpeó de repente y la obligó a retirarse a su habitación. Intenté ayudarle y encaminarla hasta ella, pero se negó rotundamente, exclamando que todavía era una persona autosuficiente. Me dejé caer en la silla, bastante preocupada por su situación, y sintiéndome miserable de nuevo por no poder hacer nada ni siquiera por ella, decidí que era una mejor opción salir en busca de Owen y tomar algo de aire fresco.

Las caminatas en aquella hacienda eran de ensueño, los caminos forrados de árboles que le brindaban aquel aire misterioso y fantasioso eran como sacados de esos cuentos infantiles que solía leer a escondidas, me daban cierta serenidad que no conseguía seguido, así que cuando no podía conciliar el sueño, tomaba una bata larga y me escabullía por la vereda para pensar y no molestar ni a Owen ni a sus abuelos.




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