Eres mi salvación

28. Preparaciones

Al escuchar su última declaración, sentí como si un gran balde de agua fría me cayera en la cabeza y me dejara estática en mi asiento.

¿Cómo demonios había terminado Austin comprometido con Ophelia?

Comencé a recapitular los acontecimientos que sucedieron en mi vida pasada, y las cosas no estaban yendo como antes. En esa línea de tiempo, Ophelia se había casado con un multimillonario extranjero que se volvió popular por su apariencia, así pronto se convirtió en la mujer más afortunada y envidiada del país, y Austin en cambio, terminó emparejado con la hija mayor de uno de los inversionistas mayoritarios de las empresas Noix, dándole el derecho de dirigir algunas de las compañías bajo nuestro dominio, pero jamás ni Austin ni Ophelia demostraron señales de estar interesados el uno en el otro.

La sangre comenzó a hervirme mientras más ideas formulaba, pero decidí que la mejor opción era guardar silencio y que esa reunión no terminara en nada. Ahora que me defendí y les dejé en claro que no pretendía echarme para atrás y entregarles mi posición como la cabeza de la familia, ellos no podían simplemente quitarme el título por la fuerza, y no sería hasta que la boda entre las dos familias se realizara que seguramente ellos harían algo formal para ya desplazarme, así que debía aparentar que la conmoción me dejó sin argumentos válidos y que se fueran confiados a sus casas.

—Esto es todo por hoy —declaró mi padre como si hubiera leído mis pensamientos y todos se apresuraron a levantarse de sus asientos.

En otros momentos, celebraríamos un pequeño banquete para conmemorar que estábamos reunidos, pero los demás eran bastante conscientes de la tensión en el aire y lo mucho que el tío Estian nos había ofendido, y claramente no nos portaríamos de la manera más amable con ellos luego de su declaración. Nos acercamos a la entrada principal para no dejar de ser educados, como dignos Noix y cuando la última persona salió por la puerta un enorme escalofrío me recorrió entera.

—Amelia, ven a mi despacho en una hora.

Mi padre, quien pensé no me dirigiría la palabra por un rato hasta que se le pasara el coraje, parecía demasiado serio y decidido a actuar cuanto antes. Así que siguiendo sus órdenes, asentí y dejé que se retirara primero, dejándonos a mí y a mi madre al cuidado del mayordomo.

—Oh querida, no tienes que preocuparte por esto, él encontrará una manera de solucionar esto que está pasando.

Se acercó a mí y me tocó el cabello con sumo cuidado, justo como cuando era una niña pequeña y deseaba consolarme si me sentía mal. En el pasado, me había traumado tanto con ser la imagen de la perfección, que no permitía que ella se me acercara y me diera su apoyo, creyendo que eso solamente me haría lucir débil, pero ahora aquello me resultaba una tontería y la abracé. Cuan ilusa me sentí después de su muerte, sabiendo que dejé ir todas esas oportunidades que me brindó de ser cobijada por sus brazos, pues ella era mi madre e independientemente de que yo era la heredera de mi familia, el hecho de que yo era su niña no cambiaba.

—Gracias por estar acá —dije en doble sentido—. Gracias por nunca decepcionarte de mí.

Mi madre me apretó más fuerte contra su cuerpo y me arrulló. El calor y afecto que una mamá podía brindar, no se comparaba con nada en el mundo. Era como si tan solo por estar a su lado, las cosas mágicamente se arreglarían y podríamos estar bien de nuevo.

—Por supuesto que siempre estaré orgullosa de mi pequeña. Para mí no hay nadie en el mundo mejor que tú.

—Espero que pronto todo esto pase. Y que mi tío Estian y Patricia se lleven una buena lección.

Aunque mi madre no era el tipo de persona impulsiva que iba en contra de los deseos de mi padre, era bien sabido que jamás había querido de corazón a su familia. Era agradable y siempre mostraba su radiante sonrisa, porque no soportaría manchar nuestra reputación por sus descuidos, pero evitaba constantemente quedarse a solas con ellos, pues en verdad no los toleraba. Alguien tan honesto y bueno como ella, jamás podría estar de acuerdo con su veneno y su manera de fingir que se preocupaban por nosotros, cuando verdaderamente solo esperaban la oportunidad perfecta para apuñalarnos por la espalda.

—Verás que así será. Toda esa situación del compromiso de tu primo con esa chica parece muy extraño, pensé que ella y tu eran amigas.

Amigas… escuchar aquella palabra nuevamente me hacía gracia. Cuantas veces no creí lo mismo, que Ophelia Monique en serio tenía intenciones de mantener una amistad conmigo, y cuantas veces no me arrepentí de creerme ese estúpido cuento.

—Las amigas son innecesarias —solté indiferente—. No necesito algo como eso.

Hacía bastante que abandoné la idea de ser una persona normal, y por ende me olvidé de todas esas cosas como la amistad. No necesitaba algo como eso si al final de cuentas resultaría contraproducente. Mi madre arrugó la frente y me miró con preocupación.

—Amelia, todos necesitamos gente que nos quiera y apoye en la vida. Aunque ahora seas joven y sientas que tú puedas con todo, llegará un momento en que agradecerás tener a alguien que te sostenga y no te deje caer. No te cierres a esas oportunidades, te mereces ser feliz.

Con ese último consejo, se separó de mí y subió las escaleras en dirección a su recámara. Supuse entonces que mi padre y yo no fuimos los únicos conmocionados por las horribles ofensas que soltaron en mi contra. Retuve las palabras de mi madre un rato en mi cabeza, y pronto la imagen de Owen cuidando de mí, me invadió. Me sonrojé al pensar en lo mucho que comencé a apoyarme en él y como lo extrañaba demasiado. Resentía su ausencia con todo mi cuerpo y lo que más deseaba en ese momento, era tenerlo a mi lado y poder recostarme en su pecho para no continuar con mi mal sabor de boca. En otros momentos de mi vida, había creído imposible que llegaría el día en que podría confiar tanto en alguien y ahora me asustaba demasiado el imaginarme cuando la fecha de la separación llegara.




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