Eres mi salvación

29. Me haces falta

Finalmente había llegado el día por el cual estuve preparándome con antelación. La fiesta de compromiso entre Ophelia Monique y Austin Noix fue el tema más candente en las últimas semanas, debido a lo inesperada que resultaba esa unión, y además, la utilizaban de comparación para criticarme a mí, quien terminó casándose con un hombre que nada tenía que ver con los negocios de la familia. Aquellos reportajes se vendieron como pan caliente, pues todos amaban cotillear y criticarme sin siquiera conocerme. Seguramente Ophelia pensaba que estaba muriéndome de vergüenza e ira porque ella parecía tener un mejor compromiso que el mío, pero no podía estar más equivocada, ya que no podía creer que alguien llegara a ser feliz teniendo como esposo a ese patán y machista de mi primo.

Todavía recordaba algunas de las fechorías que de niño intentaba hacerme, diciendo que era lo normal que los hombres molestaran a las mujeres. Y si me concentraba lo suficiente en rememorar el pasado, era capaz de escuchar su risa burlesca, amenazándome con que si le contaba algo a mi padre de su acoso, las cosas empeorarían. Suponía que aun después de todos estos años, él estaba tan confiado en que me ganaría porque pensaba que yo era la misma persona que esa pequeña indefensa, pues su ego nunca lo dejaba ver nada más que su supuesta superioridad.

—Señora Amelia, usted se ve perfecta —sentenció Nora acompañada de muchas nuevas empleadas.

El enorme cambio en el ambiente que se produjo desde que despedí a todos esos trabajadores fue demasiado grande como para ignorarlo. Nada más puse un pie nuevamente en la mansión, noté lo serviciales y respetuosos que todos eran, debido a que lo único que tenía sobre mí en su mente eran esos rumores de lo cruel y estricta que era, y sinceramente no deseaba aclararles aquellos malentendidos, pues prefería que me temieran y no se atrevieran a atentar  contra mis órdenes, a que actuaran como aquellas personas que hasta el momento que los confronté pensaban que era todavía la niña lamentable que hacía todo lo posible por alcanzar las expectativas de mis padres.

Las únicas dos mucamas que conservaba del antiguo lineamiento eran Nora y Dorothea y no tenía pensado cambiarlo. Ambas me servían bastante bien, y aunque la segunda mencionada no me inspiraba tanta confianza, sabía que era una mujer inteligente, y después de presenciar lo que le sucedió a aquella chica que se atrevió a intentar dañarme, no creía que fuera capaz de hacer nada que pusiera su cuello en juego. Era ambiciosa, pero no estúpida.

—¿Tienen listo todo lo que les pedí?

—Por supuesto que sí.

Me había estado preparando con antelación desde que aquella arpía de Ophelia me llamó para pedirme que fuera su dama de honor. Al principio, me sorprendí demasiado de saber que ella quería tener a chicas que potencialmente podrían robarle la atención de uno de sus días especiales, pero luego de pensar un poco más, supe que estaríamos rodeados de toda clase de reporteros que cubrirían su nota en las revistas y periódicos, y como Ophelia buscaba ridiculizarme poniéndome a su lado como simplemente una acompañante y para acrecentar todas las comparaciones.

Era tanto mi desprecio por ella, que solo quería insultarla desde mi lado del teléfono y espetarle que jamás haría algo tan denigrante como eso, pero en verdad si lo pensaba con la cabeza fría y sin ser tan calculadora, no tenía muchos motivos para negarme sin levantar sospechas. Ella también tenía un concepto dulce y agradable de Amelia Noix, así que podía aprovecharme de eso. Así que poniendo en marcha mi plan, solté un gritito de alegría, fingiendo estar maravillada por su proposición y acepté ilusionada. Estuvimos a punto de colgar cuando hice mi petición “desinteresada” y le dije que quería compartir unas palabras ese día de felicitación. Escuché el silencio que se creó al otro lado de la línea telefónica y sonreí, de seguro no le hacía mucha gracia que su más grande enemiga tuviera tanta atención en su fiesta de compromiso, pero como había sospesado desde el principio, al final accedió, ya que imaginaba que así podría humillarme aún más. Me deleité por lo tonta que era y me despedí de ella, continuando con lo que estaba tramando.

—¿Desea que prepare un traje para el señor Owen? —preguntó una de las chicas nuevas y las demás contuvieron el aliento.

Por alguna extraña razón, desde que volví sola a la mansión la gente suponía que estaba en malos términos con mi marido. Probablemente no era una idea tan descabellada, ¿pues qué recién casada pasaba tanto tiempo lejos de su enamorado?, sin embargo, no deseaba compartir la situación de su familia solo para evitar los rumores y permanecí callada, para respetar la intimidad de Owen y su abuelo.

—No será necesario —espeté de manera casual, intentando lucir relajada, pues esperaba que entendieran que realmente no hay nada malo entre nosotros, pero al parecer no sería capaz de detener el cuchicheo en la mansión sobre cómo me presentaría a un evento tan importante como ese sin acompañamiento.

Después de la disputa en la reunión familiar, mis padres se habían negado rotundamente a presentarse. Deseaban dejar en claro su postura y lo muy ofendidos que se sintieron con los ataques de mi tío hacia mi persona, algo que me daba bastante orgullo y calidez, pues ellos prefirieron proteger mi honor a quedar bien con nuestros familiares y aunque pegaron el grito en el cielo al saber que yo si iría, logré convencerlos asegurándoles que sería una noche inolvidable para todos.

Y por supuesto que lo sería.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.