Eres mi salvación

32. Dos opciones

Los temblores que me invadían después de esa fatídica noche seguían conmigo. Afortunadamente no pasó a mayores debido a la intervención de Owen, pero aun así no podía evitar que mi mente se imaginara los horribles escenarios en los que aquel intento de raptarme pudo terminar.

Que se me erizara la piel era inevitable. Así que intentando alejarme de eso, busqué el calor del cuerpo de Owen y me acurruqué a su lado, buscando un poco de tranquilidad. La manera en que su pecho subía y bajaba a un ritmo pausado, me brindaba cierto confort. Habíamos estado compartiendo la cama desde el principio, y aunque las primeras noches resultaron bastante incómodas entre ambos, poco a poco comenzábamos a acostumbrarnos el uno al otro, y ahora hasta me pegaba a su cuerpo cuando necesitaba un poco de calor y consuelo.

Nunca habíamos traspasado esa línea imaginaria que nos dividía de un matrimonio real a uno por contrato. Jamás lo consumamos, por temor a lo que pasaría entre nosotros, al remolino de emociones confusas que aquello acarrearía, y era por esa misma razón, que siempre refrenaba mis deseos de besarle.

El que yo deseaba a Owen no era un secreto. Luego de que todas mis excusas fallaran, finalmente decidí rendirme y aceptar que Owen me era realmente atractivo. Pero esto siempre se quedaría en eso y no esperaba cambiarlo.

Pensé entonces en Fred, quien ahora estaba solo en su hacienda y me removí con incomodidad. Owen me había dicho que era su abuelo quien le hizo venir conmigo, declarando que un marido jamás dejaba que su esposa afrontara problemas sola. Esto solamente incrementó mi enorme sentimiento de culpa, el cual Owen terminó apaciguando, cuando expresó que aquel niño que solía jugar conmigo en las tardes se estaba quedando con Fred para hacerle compañía y cuidar de él.

Volver a escuchar de ese pequeño me trajo cierta añoranza. Realmente disfruté esas tardes conversando con él, y esperaba que tuviera un futuro muy brillante, uno que Lucas no podría disfrutar.

Pensar en mi hijo era algo que no hacía muy a menudo porque dolía demasiado.

Justo en una semana sería mi reunión con Damián y ya no habría marcha atrás. Estaba más que preparada para lo que venía, pero no demasiado para lo que seguiría después de que completara mi venganza. Toqué con sumo cuidado su pecho con toda mi palma estirada, y solo me quedé de esa forma, sintiendo como el hombre a mi lado no era una ilusión.

A veces cerraba los ojos y fingía que era una mujer normal con un esposo increíble. Me imaginaba que Lucas seguía en mi vientre y que pronto podría sentirme realizada, dándole su vida justa. Eso era lo que más anhelaba, lo que más quería y como nunca podría tenerlo, llenaba ese vacío diciéndome que todo estaría bien mientras consiguiera hundir a los monstruos que se interpusieron en mi felicidad.

—¿No puedes dormir? —mumuró Owen, quien se despertó por mis repentinos movimientos.

—No te preocupes, solo estaba pensando.

Él posó su mano en mi espalda y comenzó a darme ligeras palmadas.

—¿Quisieras hablar conmigo sobre ello?

Negué con la cabeza y suspiré.

—No es nada que valga la pena.

No deseaba seguir siendo tan lamentable como para decirle que vivía entre sueños de algo que nunca pasaría. Quería aparentar fortaleza, y ser esa mujer confiada que le propuso un contrato de matrimonio sin ningún descaro.

—Sabes que no me agrada cuando me ocultas las cosas.

Y sí, era consciente de eso, por eso en cada ocasión que él intuía por lo que estaba pasando, me daban ganas de llorar.

—Los odio demasiado —solté mientras la voz se me quebraba—. Cuánto desearía no estar tan consumida por este rencor, pero no puedo hacer nada con el. Intenté continuamente vivir sin arrepentimientos y enfocarme en hacerme un buen camino esta vez, pero no lo conseguí. Ellos se aprovecharon de mi idiotez y caí de nuevo en este asqueroso juego. Y justo volvió a ocurrir en la fiesta de compromiso de Ophelia y Austin. Esto es tan jodido.

El silencio que siguió a mi confesión no fue nada incómodo. Owen escuchó sin juzgarme, como siempre hacía y cuando percibió que por fin me estabilizaba, comenzó a murmurar bonitas palabras de apoyo para una mujer despedazada como yo.

—No tienes por qué sentirte de esa manera. Estás en todo tu derecho de sentir lo que desees, muñequita. Que nadie se atreva a hacer menos lo que te lastima, ni yo, ni tus padres o tus empleados entienden por lo que estás pasando, porque no son tú, porque no se trata de decirte que estás loca o que debes cambiar y dejar el pasado atrás simplemente debido a que eso es lo más sano. Es absurdo. Es comprensible que los odies, yo también lo hago y sabes que siempre te apoyaré en cualquier decisión que tomes.

La convicción que destellaba en sus ojos, me hizo ceder y acerqué mi rostro al suyo, para poder besarle y demostrar todo aquello que llevaba escondiendo en mi pecho.

***

La semana transcurrió más rápido de lo que imaginé, y ya estaba justo en el sitio donde me encontraría con Damián. Ahora que los cargos contra él estaban a punto de ser verificados y su juicio para dictarle su sentencia se daría, me di el lujo de ir a la prisión donde lo retenían y pedir una reunión.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.