La incertidumbre de saber que pronto tendría que dejar a Owen no me permitió conciliar el sueño esa noche. Mientras daba vueltas en la cama, pensaba en mi marido por contrato, quien a pesar de la situación tan extraña en la que nos casamos, se había convertido en una parte importante de mi vida.
La verdad era que no estaba segura de que sería de nosotros una vez que le contara a Owen que estaba a punto de ser la heredera oficial. Claramente faltaba que nos reuniéramos todos los familiares en otra junta privada, pero después de lo sucedido con Estian y su hijo, estaba más que claro que ya nadie podría oponerse a mí.
Miré el lado vacío donde Owen solía dormir conmigo y me dolió el pecho, pues parecía que ya me encontraba muy encariñada con él. Me mordí el labio y me pregunté qué demonios significaba todo eso que estaba sintiendo y si tal vez Owen era más importante para mí de lo que jamás imaginé.
—Señora se ve terrible —espetó Dorothea mientras Nora la asesinaba con la mirada.
Estaba tan cansada que ni siquiera podía reprenderla por su manera tan casual de hablarme. La noche pasada fue algo terrible para mi salud, pues como no pude pegar un ojo, me veía exactamente como un muerto en vida. Owen después de que corroboró que me encontraba mejor volvió a hacerle compañía a Fred. Realmente quería que se quedara más tiempo conmigo, pero no podía ser así de egoísta, por lo que me dedicaba a mandarle mensajes siempre que podía con la excusa de que era para ponerlo al tanto sobre el juicio de Damián, Lucinda y Ophelia.
Hablar con él de esa forma conseguía tranquilizarme. Aunque un poco de consuelo se instó en mi pecho después de que finalmente se hiciera justicia en mi nombre, eso no quería decir que no estaba nerviosa por toda la situación que me envolvía. Evitaba estar en internet o ver la televisión, para así no enojarme por las tonterías que soltaban en mi nombre, pues era más que seguro que se debían estar aprovechando de mis desgracias para hacerse con una enorme fortuna.
“¿Descansaste hoy?”
Sonreí al tener su primer mensaje del día. Tecleé rápidamente una respuesta para él y lo envié.
“Algo como eso. ¿Cómo se encuentran por allá? ¿está Fred bien?”
“Sí, ahora parece más motivado porque tiene a ese pequeño de ayudante. Creo que le está sirviendo mucho su compañía.”
Se me calentó el pecho al recordar la personalidad gentil del chico, quien también fue un pilar emocional para mí cuando perdí a mi hijo.
“Ese niño es fantástico.”
“Estoy más que de acuerdo.”
Dejamos de mandarnos mensajes por un momento, mientras mis dedos por inercia comenzaban a escribir sobre lo que llevaba unos días retrasando.
“Owen, ¿sabes? pronto me harán la líder de la familia y tu podrás comenzar de cero ya sin tener que estar ayudándome como mi esposo.”
Estuve a punto de mandárselo, cuando por alguna razón mis manos no me obedecían y no aplastaban aquel pequeño y práctico botón. Empecé a temblar sin control y exhalé.
Me maldije por ser así de débil, pues parecía que no me bastaba con amarrarlo a mi lado a la fuerza, sino que ahora no quería dejarle ir para que buscara su felicidad.
Decidí que debía poner las cosas sobre la mesa y dejar de posponer lo inevitable. Ya le debía demasiado a Owen como para seguir haciéndole esto, así que me mentalicé y volví a escribir el contenido de mi respuesta, hasta que él me ganó y me envió otro texto.
“Aprovechando que estás disponible, me hablaron hace poco mis antiguos compañeros de equipo y me invitaron a la reunión anual que hacen. Estuve negándome pero me lo pidieron mucho, además de que desean conocerte, sé que no es precisamente el mejor momento para ti, así que si no quieres no te preocupes, solo quería comentarte esto.”
¿Cómo Owen Hudson podía ser así de considerado? Se notaba por la manera tan detallada en la que me contaba sobre su reunión que se moría de ganas de volver a ver a las personas con las que compartió muchísimos momentos de su vida, así que nunca podría decirle que no.
“Por supuesto que te acompañaré.” Dije sin pensármelo dos veces y comencé a planear como iría a presentarme a las personas más importantes para él.
***
Sería una mentira decir que alguna vez estuve más nerviosa que en esa tarde.
Diez días después de que le confirmara a Owen que le acompañaría, estábamos frente al gran edificio de la compañía que patrocinaba su equipo de béisbol. No era una gran aficionada a los deportes, pero hasta alguien tan inexperto y desinteresado como yo, conocía a los halcones, aquel equipo que llevó en alto el nombre del país en las ligas mundiales.
Reconocí algunas de las caras que aparecían en las enormes pantallas pegadas en los vitrales y recordé haberlos visto en el campo de juego junto a Owen en el pasado.
Observé como este ponía una expresión de añoranza pura al contemplar a sus ex compañeros y supuse que era él quien solía aparecer en ese sitio. Tomé su mano sin decir nada y la apreté con fuerza. Quería transmitirle que me encontraba a su lado para apoyarle.
—¿Estás listo? —pregunté mientras sonreía y él me miró.